Se cumplen cien años de un
proceso histórico de emancipación de los explotados, de los oprimidos, de los
trabajadores, de los obreros, de los campesinos mejor conocida como la Revolución
de Octubre.
Desde épocas remotas las
sociedades basaron su desarrollo en la explotación del hombre por el hombre, el
esclavismo o el feudalismo. Pero la Revolución de Octubre inició una nueva
época en la historia de la humanidad, una época que marca el tránsito del
capitalismo al socialismo, siendo la primera revolución que concretizó
profundas transformaciones democráticas en el plano político, económico, social
y cultural. Era imposible detener esos irrefrenables anhelos de los
trabajadores, los obreros y campesinos por más
justicia y progreso social. Aparte de emprender la construcción de una
sociedad sin explotados, ni explotadores.
Cien años después de la revolución de Octubre la visión no puede ser más
desoladora pues el sistema capitalista, ya sin oposición, se entrega a una orgía
explotadora, opresora, agresiva y depredadora. Orgía que tiene unas trágicas
consecuencias con el agravamiento con la crisis estructural del capitalismo
responsable de la pérdida de los derechos fundamentales de los sectores
sociales más débiles y vulnerables. Esta cruda realidad demuestra la importancia
de la Revolución de Octubre y proyecta al socialismo como una ideología de
vanguardia del presente y del futuro.
Conmemorar el centenario de la Revolución
de Octubre es reconocerla como la respuesta más avanzada del proceso de liberación.
Conmemorar este centenario es denunciar como ese engendro monstruoso del
capitalismo es el culpable de los dramáticos flagelos sociales que colocan en
el patíbulo la supervivencia de la gran humanidad. Es necesario refrendar la
validez del socialismo como la única alternativa de superación revolucionaria
contra ese capitalismo globalizador y criminal. Conmemorar este centenario es revalorizar
al proletariado, los trabajadores, los campesinos, ese pueblo bravo y en
resistencia contra la brutal ofensiva
del imperialismo y del gran capital.
Conmemorar la Revolución de Octubre
es homenajear a los obreros y campesinos y reconocer las grandes conquistas y
realizaciones políticas, económicas, sociales, culturales, científicas,
tecnológicas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y su
inmensa contribución a la lucha revolucionaria de los pueblos víctimas del
colonialismo.
Conmemorar este centenario es
utilizar las enseñanzas de un proceso hasta entonces desconocido de
construcción del socialismo en la Unión Soviética y en otros países, sacando
lecciones tanto de los éxitos como de las derrotas, de los retrocesos y de los
avances. En fin, toda una larga lucha
que fructificó y alcanzó las más altas metas. Conmemorar la Revolución de
Octubre y su base teórica y práctica marxista-leninista es comprender que este
es el mejor activo para enfrentar la ideología neoliberal y neofascista que nos
tiraniza. La clase trabajadora debe recuperar la iniciativa si quiere derrotar
a sus enemigos seculares.
La Revolución de Octubre y la
subsiguiente experiencia histórica de construcción del socialismo no deben ser
conmemorada como una fecha escrita simbólicamente en los libros de historia
sino como una fuente de importantes enseñanzas y ejemplo de transformaciones
cuya vigencia es indiscutible. Conmemorar la revolución de Octubre es proclamar
que ese futuro pertenece al socialismo real y no al capitalismo
El día 7 de noviembre de 1917 (25
de octubre en el antiguo calendario ruso) el proletariado ruso asumiendo el
papel de vanguardia del partido Bolchevique, guiado por una teoría
revolucionaria -con un notable protagonismo de Lenin (tan despreciado hoy por
el neofascismo imperante)- tomó en sus manos el destino ascendiendo al poder al
mando de una revolución victoriosa. Se
fueron cimentando las bases de una nueva sociedad en un país empobrecido por
una guerra imperialista (Primera Guerra Mundial) un pueblo fustigado por la
explotación, la represión, el hambre o el analfabetismo (factores que creaban
las condiciones óptimas para lanzar el grito de liberación)
Una revolución que reivindicaba
la lucha milenaria de los explotados y oprimidos y que se emparenta con las
revueltas de los esclavos en la antigüedad,
los alzamientos de los campesinos en la edad media y la revolución
francesa en 1789- que significó la derrota del feudalismo y el advenimiento del
capitalismo- y las insurrecciones obreras del siglo XIX. De esos antecedentes
históricos la Revolución de Octubre sacó importantes enseñanzas, como, por
ejemplo, de la Comuna de París de
1871-primera experiencia histórica, a pesar de su corto periodo de
supervivencia, de la conquista y
ejercicio del poder por el proletariado, con evidente superioridad también en
el plano de la democracia política. La Revolución Rusa de 1905 fue la primera
gran revolución popular con un papel primordial y organizativo de la clase
obrera y un partido preparado orgánica e ideológicamente para asumir la dirección
de las masas trabajadoras en la conquista del poder.
La Revolución de Octubre emprendió
la titánica tarea de poner fin a todas las formas de explotación, de opresión
social, de sumisión monárquica siendo una de las principales medidas adoptadas
los decretos sobre la paz y la abolición de la propiedad latifudinaria de la
tierra.
La Revolución de Octubre se
cristalizó gracias a una extraordinaria movilización popular- Un acontecimiento
sobrenatural, un cataclismo liberador que removió las estructuras del poder y que
marcaría toda la historia del el siglo XX- resistiendo y superando terribles vicisitudes
y dificultades; boicots, sabotajes, intervención de potencias imperialistas,
guerra civil, bloqueo económico, traición, y recorriendo un camino muy
accidentado pero prolijo en glorias y epopeyas. Así se convirtieron en realidad
los sueños de los trabajadores, de los explotados, de los oprimidos, de los discriminados
abriendo paso a la construcción de una sociedad más justa y nunca antes
conocida por la humanidad-acontecimientos que la sociedad burguesa y
desmemoriada del siglo XXI prefiere pasar por alto.
La Revolución Socialista trasformó
la vieja y atrasada Rusia de los Zares en un país altamente desarrollado, capaz
de detener y contener durante décadas el dominio mundial del imperialismo.
La URSS en una corto periodo de
tiempo alcanzó un significativo desarrollo tecnológico, industrial, agrícola,
igualmente erradicó el analfabetismo, generalizó la escolarización, el derecho
a las vacaciones, eliminó el desempleo, aseguró la salud pública, a la protección
social, garantizó y promovió los derechos de las mujeres, de los niños, de los jóvenes
y los adultos mayores, expandió y fomentó los movimientos de vanguardia
artística y de creación cultural, alcanzó un elevado nivel científico y técnico,
llevó a la práctica las formas de participación democrática de los trabajadores
y de las masas populares, incrementó los valores de amistad, de solidaridad, de
paz y de cooperación entre los pueblos.
Fue la Unión Soviética el primer país
del mundo en desarrollar como ningún otro derechos sociales fundamentales como
el derecho al trabajo, la jornada laboral máxima de 8 horas, las vacaciones
pagadas, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres; en la familia, en el
trabajo, los derechos de protección de la maternidad, el derecho a alojamiento
digno, a la asistencia médica gratuita, el sistema de seguridad social universal
y gratuito, la educación gratuita. La Unión Soviética se destacó en avances
pioneros para humanidad como el lanzamiento del primer satélite artificial al
espacio –el Sputnik-o el primer viaje espacial de un ser humano en la figura del
cosmonauta Yuri Gagarin.
La Unión Soviética, el pueblo Soviético,
bajo la dirección del partido Comunista de la Unión Soviética obtuvo éxitos y
conquistas de gran proyección internacional que sirvieron de vanguardia para
otros pueblos del mundo que decidieron seguir su estela inspirados en su revolución triunfante.
A partir de la victoria de la Revolución
de Octubre se fueron constituyendo numerosos partidos comunistas en los cinco
continentes; se creó el movimiento comunista internacional, se fortaleció el
movimiento obrero y su hegemonía liberadora, los ideales del marxismo-leninismo
se propagaron como jamás se había conocido antes y su influencia fue determinante
para dividir la historia de la humanidad en un antes y un después.
La URSS, el pueblo Soviético y el
Ejército Rojo, con todo el empeño y asumiendo los máximos sacrificios fue determinante
en la victoria sobre el nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Una heroica
lucha que costó más de veinte millones de vidas.
Después de la victoria sobre el
nazi-fascismo se reforzaron las ideas del socialismo a nivel internacional. La
URSS dio un inestimable apoyo a los pueblos que optaron por la construcción de
sociedades socialistas, y que priorizaron los anhelos de transformación social
que exigían los obreros, trabajadores y campesinos del Tercer Mundo. La Revolución
de Octubre ha inspirado y ha contribuido a la independencia de numerosos pueblos
y naciones secularmente sometidas al yugo colonial (pueblos sepultados en las
mazmorras de la iniquidad y las injusticias)
Con la desaparición del URSS y la
derrota del socialismo en el Este de Europa, a causa de la creciente burocratización,
enquistamiento del poder en unas élites traidoras y de una gerontocracia autoritaria,
tuvo un inmenso impacto en la correlación de fuerzas a nivel mundial. Se acabó la bipolaridad, o sea, los dos
bloques, Unión Soviética y EE.UU. Desde ese preciso momento el capitalismo se proclamó
como el único sistema político y económico viable- Para las masas populares y los
trabajadores esta coyuntura negativa significó un enorme retroceso en las
condiciones políticas, económicas, y socio culturales. Los pueblos que habían
confiado su destino en el sistema socialista sufrieron un inexorable derrumbe que
los condujo a asumir gradualmente al capitalismo como única vía de salvación. Porque
el colapso económico y social los arrastraba al caos y la autodestrucción.
No se pueden obviar las
históricas realizaciones del socialismo que han dejado una huella imperecedera, una herencia escrita a golpe de
cincel sobre nuestras conciencias. La superioridad del sistema social de la Unión
Soviética hoy se echan en falta pues supuso un renacer movimiento obrero y
campesino, es decir, de las clases más vulnerables y explotadas. La naturaleza criminal
del capitalismo no se ha alterado ni un ápice y esto significa que debe
enfrentarse con contundencia si se quieren detener sus malévolos planes.
El siglo XX no es el siglo de la
muerte del comunismo sino más bien el nacimiento del comunismo como el forjador
de una sociedad nueva. Las ruedas de la historia siguen su curso pero hay que
tener en cuenta que en esa historia cíclica y lo más factible es que dentro de
algunas décadas resucite una vez más el germen del socialismo revolucionario.
Entonces se librara una nueva batalla contra ese capitalismo demencial e
inhumano.
La actual situación mundial revela
el carácter explotador, opresor, agresivo y depredador del capitalismo. Que
aunque inmerso en una crisis estructural es una fiera enloquecida que devora
los recursos naturales y humanos para multiplicar sus ganancias, dispuesto a
monopolizar el poder, a aumentar exponencialmente las injusticias y
desigualdades sociales, atacar los derechos sociales y laborales, a negar las
libertades y derechos democráticos. No puede disimular ese carácter usurpador y
violento que no respeta la soberanía de los pueblos. Sus principios se imponen
a base del militarismo, del armamentismo y la guerra que en su fase
imperialista afecta a todos los continentes.
Millones de trabajadores son
condenados al desempleo, a la precariedad, y a la más descarada explotación. Millones
de seres humanos carecen de sus derechos fundamentales, condenados a la
pobreza, al hambre, a la desnutrición, al trabajo infantil, al trabajo esclavo,
y a todo tipo de tráfico humano (inmigración) Millones de seres humanos son víctimas
de las agresiones imperialistas y huyen
de la guerra, la destrucción y la muerte
como es el caso de los refugiados que
buscan refugio el Primer Mundo (el mítico Dorado capitalista) Infinidad de pueblos
y naciones sobreviven prisioneras del subdesarrollo, la dependencia y el asistencialismo.
Falencias que explotan a destajo las multinacionales de la ayuda humanitaria,
las ONG o los “caritativos” misioneros de
la iglesia católica. El capitalismo es incapaz de superar sus incontables contradicciones
y con su actitud no hace más que agudizar la lucha de clases, la explotación del
hombre por el hombre, las políticas neoliberales, la acumulación de capitales, la
privatización de los servicios públicos. Hoy como nunca se había visto lo que
prevalece es el poder de las élites, de la oligarquía, la aristocracia, el
clero, los banqueros o latifundistas. El capitalismo no es capaz de resolver los
problemas de la humanidad pues más bien los aumenta patrocinando los
monopolios, facilitando la expansión de las multinacionales, controlando los medios
de producción, expoliando las materias primas. El capitalismo es un sistema que
está en permanente confrontación con las necesidades e intereses y aspiraciones
de los trabajadores, de los obreros, de los campesinos.
El capitalismo ha trasformado al ser
humano en un consumidor, en un consumidor dotado de un voraz, maquinal e
insaciable apetito. Y ese apetito hay que alimentarlo desaforadamente. Ya no hay obreros sino consumidores, ya no
hay campesinos sino consumidores sujetos a la oferta y la demanda; a comprar y
comprar sin medida ni clemencia. Lo que prima es el individualismo o la salvación
persona antes que la colectiva. La sociedad de consumo capitalista utiliza
todos los medios tecnológicos a su alcance para expandirse hasta el infinito.
Los mass media transmiten las 24 horas del día la propaganda: más ofertas, más
rebajas, crédito ilimitado para comprar el paraíso perdido. Los trabajadores hacen horas extras para
elevar el ritmo de producción y por ende el crecimiento económico. Una
desquiciada carrera por aumentar las ganancias y el superávit. Se ha anulado por completo el espíritu
colectivo y comunitario, la cooperación, la solidaridad y la distribución de la
propiedad de los bienes de manera equitativa entre todos los ciudadanos (siendo estos los máximos ideales de la utopía
revolucionaria socialista).
Han triunfado las políticas más
reaccionarias e incluso el monstruo del fascismo renace con singular virulencia
ocupando las posiciones de vanguardia. Son tiempos difíciles y por eso tenemos
que defender la vigencia de La Revolución
de Octubre como única alternativa para enfrentar tan descomunal desafío.
Carlos de Urabá 2017