La jaula

La jaula
por la emancipación de los pueblos

vendredi 22 mai 2015

¿Será la derecha capitalista catalana la que lance el grito de independencia?





Pocas veces en la historia la clase más reaccionaria ha gozado de tal privilegio.


El presidente Mariano Rajoy o el gran chambelán advierte: “la secesión de Cataluña es un reto inadmisible que no vamos a tolerar”.


A la familia real borbónica la unen poderosos vínculos afectivos con Cataluña.  No por  casualidad el rey emérito don Juan Carlos I  heredó de su padre Juan de Borbón el título de Conde de Barcelona. –Ahora quien lo detenta es Felipe VI  -que ha cedido el principado de Gerona a su hija Leonor de Borbón (futura reina de España).

Los borbones siempre han sido grandes amantes del placer y el lujo y  Barcelona es una ciudad ideal para disfrutar de los mejores restaurantes, salas de fiestas o casas de citas de categoría.


Como si fuera poco la Infanta Cristina y su esposo Iñaki Urdangarín, duque de Palma, eligieron “la ciudad Condal” como residencia oficial. En la mansión de Pedrables instalaron la sede principal del Instituto Nóos -ONG de carácter humanitario- con la que pretendían amasar una incalculable fortuna para realzar aún más su glorioso blasón.    


El caudillo de España, “por la gracia de Dios”, Francisco Franco también ostentaba el título de hijo predilecto y adoptivo de Barcelona.


¿Estará dispuesto el rey Felipe VI a perder la joya más preciada de la corona?


¡Cataluña desafía la sagrada unidad de España! https://youtu.be/zijQhyX9uEU


Los más acérrimos críticos españolistas afirman que el separatismo catalán no es más un fenómeno de carácter folclórico. Las multitudinarias manifestaciones se han convertido en un pasacalles carnavalesco con bandas de música, banderas esteladas y fuegos de artificio. O sea, la expresión más auténtica del romanticismo identitario.  Un fenómeno harto comprensible pues el pueblo necesita desahogar sus pasiones igual a lo que sucede con los hinchas en los estadios de fútbol. 


En todo caso-aseveran- que va a ser muy difícil que la sociedad catalana renuncie a los privilegios adquiridos. Esta es una de las regiones más ricas del reino español y la secesión-si es que se produce- sería un duro golpe para sus intereses económicos. Tamaño sacrificio es improbable que lo acepten unos ciudadanos cómodos y aburguesados.

Los medios de comunicación monárquicos intentan sembrar el pánico entre la ciudadanía catalana con el objetivo de crear un ambiente de zozobra. El propósito es desmovilizar las protestas que han adquirido un agrio cariz. Aunque no hay porque preocuparse demasiado por los delirios de unos cuantos extremistas pues al final prevalecerá el seny (sensatez) del pueblo catalán.


Fuerzas políticas como el PP, PSOE, Ciudadanos UPyD se erigen como los principales defensores de la monarquía borbónica. Su papel es el de neutralizar la “conjura separatista” pues el estado de derecho debe imperar por encima de todas las cosas. Incluso el nuevo partido Podemos apuesta más por el federalismo que por la ruptura con la corona. Mientras CiU mantiene una sospechosa ambigüedad o un doble discurso obligado por las actuales circunstancias. Puesto que para presidir el gobierno de la Generalitat han tenido que pactar con los izquierdistas del ERC. El presidente Artur Mas es un político conservador, católico y pragmático que no puede ocultar las cordiales relaciones que guarda con la corona española. Y es que nos encontramos frente a un hijo de la oligarquía catalana cuya misión es el de preservar el incalculable patrimonio de los empresarios, banqueros e industriales. La aristocracia catalana por ningún motivo está dispuesta a arriesgar el inmenso capital económico y comercial que detenta. Ellos más bien apuestan por mantener el actual status quo, o sea,  que Cataluña siga siendo una comunidad autónoma, aunque, eso sí, con un mayor autogobierno y mayores transferencias en materia fiscal.


El pequeño burgués Artur Mas aspira a que su nombre sea inscrito en los anales de la historia como aquel prócer que condujo a su pueblo por el camino de la libertad. Pero es tan sólo una actitud ególatra que no se corresponde con su pensamiento neoliberal. El mismo se definió en una entrevista como “un  nacionalista tolerante y moderno, pero integrado en el conjunto de España”


Lo que más le conviene al reino español es dejar que pase el tiempo y que se vaya apaciguando la tormenta. En estas elecciones municipales del 24 de mayo las encuestas prevén un empate técnico entre la izquierda independentista de ERC, la CUP, ICV-EUiA, sumada al partido conservador de CiU - y los partidos monárquicos encabezados por el PP, Ciudadanos y el PSC.  (La irrupción en el  escenario de Ciudadanos y Podemos ha sido un verdadero salvavidas para las tesis españolistas)


Un hipotético referéndum de autodeterminación sólo sería posible realizarlo bajo una continua y tenaz movilización popular. Paralizar Cataluña con huelgas y manifestaciones hasta que sea escuchada su voz. Porque es imprescindible sentar al gobierno central en una mesa de negociaciones o de lo contrario todo será en vano. Esto es algo que históricamente se ha producido en otras partes del mundo aunque, si bien es cierto, utilizando la violencia revolucionaria para materializar las demandas.  


Parece que el plan de la Asamblea Nacional Catalana es que, si los resultados le son positivos en las elecciones plebiscitarias del 27 de septiembre de 2015, el parlamento catalán declare unilateralmente la independencia.


Pero primero debemos analizar los antecedentes históricos que nos revelan que cuando en octubre de 1934 el presidente de la Generalitat Lluís Companys -después de acusar al gobierno de la república de pro monárquico y fascista- proclamó el estado catalán desde Madrid el presidente Lerroux ordenó la intervención militar para restituir el orden constitucional. El general Batet a punta de cañonazos rindió a los insurrectos que fueron de inmediato encarcelados en el buque Uruguay, propiedad de la Compañía Transatlántica Española y reconvertido en prisión.


A pesar de que la monarquía está muy desprestigiada por los casos de nepotismo y corrupción aún conserva el respaldo del 65% al 70% de los españoles (Según las encuestas del instituto Gallup) Al parecer una inmensa mayoría de sus súbditos se sienten muy orgullosos de los monarcas. E incluso toleran y comprenden cualquier desavenencia o entuertos palaciegos como los ya protagonizados por don Juan Carlos I cuando se fue de vacaciones a cazar elefantes en Botswana junto a su querida Corinna zu Sayn- Wittgenstein o la trama de enriquecimiento ilícito montada por su hija Cristina y su yerno Iñaki Urdangarín con en el Instituto Nóos.


El reino de España se niega en rotundo a conceder al pueblo catalán el derecho a decidir. Argumentan que esto es algo que incumbe al conjunto de todos los españoles. Si se consumará la secesión lo más seguro es que el gran chambelán Rajoy derogaría el estatuto de autonomía judicializando a todos aquellos  que han osado levantarse en contra de la corona. Tampoco las fuerzas armadas van a permanecer pasivas ante un agravio tan oprobioso.

El rey como jefe de estado y capitán general de los ejércitos -según la Constitución de 1978 votada mayoritariamente por todos los españoles- es el garante de la unidad de España.

Desde luego que democracia y monarquía son incompatibles. Porque la una utiliza las urnas para que el pueblo exprese su voluntad  y la otra, directamente y sin intermediarios, elige por vía seminal al soberano. O sea, que los espermatozoides tienen más legitimidad que los votos.


La táctica del españolismo es conspirar y esperar paciente la ruptura del pacto entre ERC y CiU.-y quizás también entre Artur Mas y Durán y Lleida, su socio de partido-  Los analistas creen probable que a raíz de las incompatibilidades ideológicas y las pugnas personales se desintegre el proceso independentista.  La derecha catalana ya ha demostrado en multitud de ocasiones que son capaces de renegar de todo lo pactado y traicionar a los ciudadanos.


Las elecciones municipales de este próximo domingo serán una nueva prueba de fuego para conocer a ciencia cierta cuál es el verdadero apoyo del que gozan los partidos independentistas. Si la participación del electorado no alcanza más del 60% y el abstencionismo aumenta, todo será infructuoso.


¿Podrá el movimiento soberanista catalán imponer su voluntad?- ¿La corona española aceptará un plebiscito o mantendrá el veto?  ¿Ese hipotético estado catalán libre y soberano contará con el reconocimiento internacional? Son preguntas que quedan en el aire. En todo caso la monarquía ni sus acólitos jamás aceptarán la convocatoria unilateral de un referéndum secesionista. Si quieren hacer uso del derecho a decidir para eso tienen las elecciones locales, autonómicas o nacionales. La voluntad popular a favor de la independencia expresada mayoritariamente en las urnas durante la consulta no vinculante del 9 de noviembre del 2014- fue calificada por el gobierno de “pantomima”. Tan sólo podemos hablar de una prueba incontestable de desobediencia civil con unos resultados más simbólicos que reales. Por el momento ningún país de la Unión Europea -presionados por el reino español- se atreverá a reconocer la independencia de Cataluña.    


Si los catalanes desean emanciparse de la “madre España” la única manera de conseguirlo será mediante una reforma constitucional. Es decir, que las Cortes monárquicas - si es que existiera una mayoría de votos suficiente- autoricen la celebración de un referéndum. Algo que por el momento no es más que una quimera pues los diputados nacionalistas tanto vascos como catalanes son una exigua minoría. Así que bajo estas premisas sus reclamos puede alargarse durante décadas o quizás siglos. Hay que contar que hoy por hoy el Congreso de los Diputados es un ágora del nacionalismo español.


Desde los tiempos de don Pelayo se ha venido forjando la sagrada unidad de España. Un mito enaltecido y sublimado por  los Reyes Católicos, los Austrias, los Borbones o el generalísimo Francisco Franco. De ahí que por ningún motivo sus más distinguidos herederos vayan a consentir que se mancille su honor y su dignidad.


 Carlos de Urabá 2015


Colombia: hundidos en el fango de la miseria



Nueva tragedia invernal en el pueblo de Salgar, Antioquia, deja 85 muertos y decenas de desaparecidos.



Resignación, no queda más que resignarse.  Muchos justificarán tantas tormentas y tempestades con un -así lo ha querido diosito. ¡Qué le vamos a hacer!- La tragedia de Salgar, Antioquia, en el que un alud de piedras y lodo ha provocado 90 muertos y decenas de desaparecidos es un claro ejemplo de la gravedad de la situación medio ambiental que padece el país. Cada año que pasa el crudo invierno no da tregua y deja un reguero de muertos heridos y desaparecidos a lo largo y ancho del territorio colombiano. La mayoría es gente pobre que habita o invade por física supervivencia  las vertientes de los ríos, la loma de los cerros o el filo de los barrancos.  Zonas que no cumplen con las mínimas garantías de seguridad y que se convierten en trampas mortales.


Los meteorólogos dicen que la inestabilidad atmosférica se debe al fenómeno del Niño (un imprevisto enfriamiento de las aguas del océano Pacífico que desencadena copiosas precipitaciones). Aunque lo cierto es que la causa principal son los abusos cometidos por el ser humano contra la madre tierra. Y es que hoy hasta un simple aguacero es capaz de demoler una montaña. Este es el dramático resultado de siglos y siglos de colonización y barbarie. Había que domar la naturaleza exuberante del trópico a punta de hacha y motosierra; había que incendiar las selvas y bosques para abrirle paso al progreso. Los verdugos cumplieron a cabalidad su cometido explotando los recursos madereros, la minería, la agricultura, o la ganadería. El impacto ecológico ha sido devastador y al final los ecosistemas han colapsado.

Los colonizadores nunca se detuvieron a pensar en las consecuencias de sus actos ¿para qué? a ellos lo único que les importaba era sacar una justa recompensa a sus sacrificios y llenarse los bolsillos del vil dinero. La herencia maldita que nos han legado es un precioso camposanto podrido y estéril. En fin, ¿qué nos esperará dentro de  50 o 100 años? No hay que ser un profeta o un visionario para advertir que por más velas que se le pongan a la virgencita o a los santitos es imposible revertir el proceso.

El escenario es dantesco y se necesitaría un parón de decenios para regenerar la agonizante naturaleza. ¿Cómo devolver la fertilidad a esta tierra yerma y envejecida? La economía colombiana como toda economía capitalista necesita explotar los recursos naturales para mantener la curva de crecimiento económico. Sin consumo el sistema capitalista se va a pique. Port lo tanto no hay ninguna esperanza pues hay que seguir explotando a destajo las materias primas. Esto es algo fundamental, sobre todo, en los países del Tercer Mundo tan castigados por una crisis mundial. ¿Se podrá rectificar el camino? Esta es una decisión que debe tomarse a nivel gubernamental y los políticos no están dispuestos a asumir los costes.

En Europa y los Estados Unidos los filósofos y pensadores comienzan a hablar del «decrecimiento» es decir, una vuelta atrás, dejar de consumir, ser autosuficientes,  volver a una vida frugal y artesanal. «el crecimiento ilimitado es imposible en un mundo limitado» En resumen: disminuir la producción económica para restablecer el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. Los tecnócratas y planificadores, por el contrario, se niegan a aceptar la realidad e intentan una huida hacia adelante. Según ellos es imposible renunciar la desarrollismo. El PIB tiene que elevarse hasta alcanzar las más altas cotas o de lo contrario habríamos fracasado. Colombia es un país que no solo está en pie de guerra contra su pueblo sino también contra la ecología. Sólo hay que ver los incendios, la tala indiscriminada de los bosques, las fumigaciones con glifosato. Este es un país cuyos gobernantes llevan en el ADN el gen de la autodestrucción.

La temporada de lluvias, que en el territorio colombiano se inicia en los meses de marzo, abril y mayo y se repite en octubre, noviembre y diciembre, marcará un registro histórico pues en algunas regiones puede sobrepasar los 10.000 mm por metro cuadrado. Una cifra monstruosa si la comparamos con los 1.700 mm por metro cuadrado que caen en la ciudad de San Sebastián, País Vasco, que es uno de los índices pluviométricos más altos de la península ibérica.

En Colombia no llueve sino que diluvia. Estamos en la zona ecuatorial y las tormentas tropicales pueden durar días o incluso semanas. Entonces, sucede algo muy simple de explicar: los suelos empobrecidos y despojados de la cubierta vegetal no puede absorber tanta agua, los afluentes de los ríos, que no son más que desagües de las grandes urbes, vienen cargados sedimentos y basura y se desbordan anegando las llanuras o los valles interandinos. La creciente arrastra todo lo que encuentren a su paso con una brutalidad demoledora. Las laderas de las montañas completamente deforestadas se derrumban y taponan vías o forman diques que agudizan aún más la tragedia.

Según el ingeniero forestal Primitivo Briceño, experto en suelos, se necesitarían plantar más de 100 millones de árboles para resucitar el río Magdalena y el Cauca, las principales arterias fluviales de Colombia. Las predicciones no pueden ser más pesimistas y para colmo el gobierno, ni a corto ni a largo plazo, ha implementado unos planes serios para acometer tamaño desafío. Los presupuestos del estado que se destinan para estos fines son irrisorios y la mayor parte acaban en las arcas de los políticos corruptos.

Actualmente el gobierno colombiano dedica todos sus esfuerzos en fortalecer el poderío militar y promover la guerra fratricida que desangra a nuestra nación. La consigna es matar, exterminar, bombardear. Estos pirómanos indolentes no tienen piedad pues en ellos predomina un espíritu de sicarios asesinos. Hay que armarse, comprar cañones, más aviones y helicópteros, más armas inteligentes o reclutar más soldados que garanticen el éxito de la política de seguridad democrática.

La emigración del campo a la ciudad continúa imparable y millones de campesinos e indígenas abandonan sus tierras a causa de la violencia y la pobreza. Su destino no es otro  que invadir los extrarradios de las grandes ciudades confiados en que diosito se compadezca de su suerte. Allá en las zonas más inaccesibles y peligrosas construyen sus tugurios con materiales de desecho: ladrillos, palos, cartones o plásticos. Si hace 60 años el 70% de la población colombiana habitaba el medio rural hoy es al contrario, pues la mayoría de sus habitantes residen en las grandes urbes.

El gobierno nacional presionado por las circunstancias ha tenido que declarar el estado de emergencia social, económica y ecológica en 28 de los 32 departamentos en que se divide el país. Se moviliza  el ministerio del Interior, el ministerio del Medio Ambiente, la oficina de prevención de desastres, las ONGs, la Defensa Civil, la Cruz Roja, los bomberos, la Iglesia, las fuerzas armadas porque estamos ante una de las calamidades más espantosas de los últimos tiempos. La misión es remover los escombros, a sacar los cadáveres, a curar los heridos, reubicar las familias en campamentos temporales, hacerse cargo de los huérfanos  y a repartir le maná de la ayuda humanitaria. Los sepultureros no dan abasto. Los parias no les queda más remedio que rogar clemencia: una monedita, por favor, un pancito, un aguapanelita, pan, arroz y frijoles.

Como es habitual las más graves inundaciones se han producido en la mojana cordobesa, la cuenca del río San Jorge, el Sinú, la Ciénaga Grande, el Canal del Dique, el río Ariari, los llanos orientales, y gran parte de la cuenca de los ríos Cauca y Magdalena estimándose unas cinco millones las hectáreas inundadas. Las pérdidas materiales y humanas son incalculables.

Colombia en estado de excepción y se calcula que diez billones de pesos costaría rescatar al país del actual invierno, se han perdido 1 millón de hectáreas de cultivo, se requieren 500 mil millones de pesos para la reparación de carreteras y 5 billones de pesos para la reconstrucción total de las mismas, hay más de 52 vías con cierres totales, más de 4.000 viviendas han sido destruidas y 300.000 averiadas, con 300 muertos y dos millones de damnificados. Se prevé que el desempleo y la inflación se disparen. La peste, el cólera, el dengue enfermedades respiratorias y del aparato digestivo comienzan a ensañarse con la población.

Mientras tanto los expertos, los ingenieros, los ambientalistas buscan soluciones para enfrentar la ola invernal. ¿Qué estrategia hay que aplicar para enfrentar la emergencia? ¿El diseño de los proyectos, las licitaciones, las prospecciones, las firmas de contratistas? Papeles y papeles que se arruman en los armarios de los Ministerios pues por falta de presupuestos se tienen que engavetar.

Una y otra vez, año tras año se repite la misma historia ¡socorro!, por favor, echarnos una mano que estamos con el agua al cuello. ¡Hundidos en el fango de la miseria! La situación es gravísima y los organismos de rescate trabajan 24 horas en su penosa labor de remover los escombros a punta de picos y palas, volquetas y bulldozers.

El territorio colombiano en el que en un pasado no muy lejano se creía que se encontraba el mítico dorado o el mismísimo paraíso terrenal, el país de la biodiversidad por excelencia, un país riquísimo en recursos naturales, selvas, cordillera de los Andes y bañado por el océano Pacífico y el mar Caribe se ha trasformado en un chiquero donde chapotean los cerdos mientras en los cielos revolotean los gallinazos en busca de carroña.

Carlos de Urabá 2015