¡No salgan a la calle! ¡Manténganse en
hibernación! España le ha declarado la guerra al coronavirus, y la orden es
atrincherarse en los hogares para intentar capear el temporal. En este reality
show o casa del gran hermano concursan 47 millones de españoles cuyo premio
mayor es salvar el mayor número de vidas humanas.
Vamos a tener que transformarnos por un “tiempo
prudencial” en monjes trapenses, monjas de clausura y ermitaños. Millones de
ciudadanos están recluidos en celdas de no más de 40 metros cuadrados donde
incluso cohabitan familias numerosas que sufren continuos ataques de ansiedad y
claustrofobia. Los niños y adolescentes
se suben por encima de las paredes, los abuelos aislados en el trastero y los
perros de paseo en el parque. Estamos con los nervios de punta y no queda otra
alternativa que embucharse de barbitúricos, tranquilizantes, ansiolíticos y
antidepresivos. Las compras de pánico
han dejado los supermercados sin papel higiénico, toallas sanitarias, lejía,
cloro, alcohol, gel antibacterial, pastas y latas de atún.
Los españoles están acostumbrados a una
intensa vida social, el salir a los bares, las tascas, el poteo, el chiquiteo,
el garbeo, las tapas de jamón o el pincho de tortilla. Como es habitual la juerga suele prolongarse
hasta altas horas de la madrugada. Pero ahora la santa inquisición impide
que se junten más de cinco personas en locales cerrados, la gente ya no
podrá ni tocarse, ni arrimarse, ni acariciarse. Son las nuevas leyes del distanciamiento
social. Es increíble que haya comenzado la primavera, la época más radiante y
vital del calendario y en vez de estar hablando de ferias y fiestas nuestras
conversaciones giren en torno a los hospitales, los test rápidos y las mascarillas. Que nostalgia de esos bares de antaño donde los
parroquianos fumaba como condenados tirando las colillas o escupiendo las
cascaras de pipas o los huesos de las aceitunas por el suelo. Ahora los
fumadores recibirán el golpe de gracia definitivo porque el humo que expulsan
por sus “sucias bocas” es más letal que el gas sarín. ¡Cunde pánico! ¿Alguien
se atreverá a ir a una piscina y nadar en esa sopa de virus y bacterias en la
que chapotea una manada de presuntos apestados? Se acabaron los grandes
clásicos del fútbol como el Barcelona-Real Madrid o los partidos de la champions
league pues las concentraciones multitudinarias pueden provocar el estallido de
una bomba biológica.
La recuperación económica pasa por reflotar la
industria turística que representa el 14% del PIB nacional. Este es un país
estructurado al ciento por ciento a partir del sector servicios. ¿volverán los
turistas a España? Es difícil que alguien venga a uno de los epicentros de
la pandemia mundial. Cómo borrar
las duras imágenes que transmiten los medios de comunicación donde los
protagonistas son médicos, enfermos y sepultureros. Es imprescindible
contrarrestar la propaganda negativa y devolverles la confianza a los
visitantes extranjeros ¡Welcome to Spain! Los aduaneros enfundados en trajes
EPI y escafandras reglamentarias “gentilmente” interrogaran a los presuntos
delincuentes (pasajeros) ¿de dónde viene? Tómenle la temperatura, háganle test
rápido para descartar que no es un falso positivo. Sin dilaciones los interrogan: ¿se ha lavado
las manos, los pies, los dientes? No olviden que hay que reducir al máximo el
contacto social.
¿Será posible desplazarse en avión, tren, taxi
o autobuses- (vectores de contagio)? Ni
locos vamos a compartir espacios cerrados con un montón de sujetos que vomitan
micropartículas de aerosol que se expande con el aire acondicionado. ¿alguien
se atreverá a usar un baño público, un teléfono público, un cajero automático o
entrar a un cibercafé donde el teclado y las pantallas pueden estar
contaminados? ¿Ir al restaurante sin saber si el cocinero o el camarero son
asintomáticos o sintomáticos?
España, el reino lúdico por excelencia,
perderá por completo su identidad. Tendremos que acostumbrarnos a ver por las
calles unos seres espectrales cubiertos de mascarillas, guantes de látex y guardado
celosamente la “sana distancia” como lo exige la OMS. Se han de cumplir al
pie de la letra todas las normas establecidas por los expertos epidemiológicos en
los espacios públicos para intentar disminuir los contagios. Prohibido
saludarse, estrecharse las manos, besarse, abrazarse, acciones que serán
castigadas severamente con cuantiosas multas. Y como en las dictaduras una
reunión de más de tres personas será vista como un acto delictivo.
Ahora las relaciones sociales serán más
restrictivas y exclusivas. El individuo en cuestión que quiera cruzar determinada
línea roja tendrá que presentar el pasaporte serológico, ético y moral
impecable. Se pedirá hasta del ADN mitocondrial ¿cuál es la carga viral del
sujeto? ¡toma la temperatura! Controlen
al ciudadano-paciente, lávense las manos con gel antibacterial ¡cuidado con los
asintomáticos! Reservado el derecho de admisión. Estas medidas represivas
desatarán aún más la histeria colectiva y delirios de persecución señalando a
cualquiera que tosa o estornude como un posible foco de infección. ¡este hereje
y blasfemo debe sufrir el repudio público! ¡deténganlo! que venga la policía antivírica y
le cuelgue el sambenito de apestado. La mejor estrategia es el control absoluto
de la población para comprobar quiénes están contagiados mediante la
geolocalización conectada a una aplicación en los teléfonos móviles. Tendremos
que adaptarnos al manual de urbanidad de los japoneses y coreanos saludando con
ligeras inclinaciones de cabeza y ceremoniosas genuflexiones (manteniendo dos
metros de distancia interpersonal) Cambiaremos de personalidad para volvernos
más conservadores y desconfiados.
Nos hallamos inmersos en una guerra antiviral
de dimensiones estratosféricas. En primera línea de fuego y armados hasta los
dientes las brigadas de limpieza con las mascarillas FFP2 y trajes NBQ se encargan
de desinfectar a fondo las calles, avenidas, edificios, supermercados, grandes
superficies, centros administrativos, hospitales, asilos, estaciones de
autobuses, el metro, aeropuertos, parques o escuelas. El ritmo es tan frenético
que diariamente se agotan los arsenales de Bactoclean, Ox-Virin, Lactic dosis
altas de Germosan, Ambidox 25, Ecomix, Oxivir Plus.
No hay que bajar la guardia: fumiguen las
habitaciones de arriba abajo con hipoclorito sódico, pasen la fregona hasta el rincón
más recóndito, sáquenle brillo a las baldosas y azulejos. Según los análisis
del TCID50 el coronavirus puede sobrevivir hasta dos semanas a una temperatura
de 5 grados. Son tiempos de tribulación así que ¡zafarrancho de combate! y a
sanitizar con cloro, sosa caustica, ácido sulfúrico para aniquilar los virus,
bacterias y microbios y demás agentes patógenos. Cuidado con los pomos de las
puertas, los reposabrazos, las escaleras, el buzón, las ventanas. Y venga a limpiar
y limpiar, fregar y fregar hasta la extenuación. Nos volveremos tan escrupulosos que nuestros
hogares se convertirán en un quirófano. Con ojo clínico vamos a examinar
cualquier detalle que despierte la más mínima sospecha. Se incrementarán
dramáticamente los cuadros de misofobia y del trastorno obsesivo compulsivo que
necesitarán un tratamiento de choque por parte de los psicólogos y siquiatras.
Si regresan a su domicilio después de estar en
el exterior tendrán que desinfectar absolutamente todo con alcohol etílico a 96
grados; desde la compra, el teléfono móvil, las gafas, el bolso de mano, las
monedas, los billetes, quítense los zapatos, laven la ropa entre 60 y 90 grados,
desechen las mascarillas, no se toquen la cara y límpiense con gel antibacterial,
No olviden tomarse la temperatura y ducharse con abundante jabón. Ha llegado a
tal punto la histeria colectiva que hordas de fanáticos antiviralistas armados
con piedras y palos desde hace semanas bloquean con barricadas la entrada de
muchos pueblos y ciudades para que ningún “presunto infectado” ingrese en sus
dominios. ¿racismo viral? Solo falta construir
murallas medievales con sus fosos y puentes levadizos. Tal vez las
circunstancias excepcionales nos obliguen a llevar el traje EPI (equipos de
protección individual) o se inventen gigantescos condones que cubran todo
nuestro cuerpo. Todo es muy extraño, no entendemos nada pues el que un chino se
coma una sopa de vampiro y cause un cataclismo cósmico es algo que sobrepasa
los límites de la imaginación humana.
¿Y las relaciones sexuales? Porque no solo de
pan vive el hombre y la mujer. ¿Qué será de aquellas personas solitarias? ¿dónde
encontrarán el consuelo a los instintos básicos? ¿o es que tendrán que
resignarse a los amores platónicos? como un mensaje en la botella lanzado al
océano ¿alguien los escucha? Tranquilos, gracias a la tecnología punta ya podremos
besarnos, acariciarnos y seducirnos por la webcam, Skype o WhatsApp. Existen múltiples
páginas web y aplicaciones para cortejar y ligar o sino mandar por el chat cartas
de amor con mil besitos y abrazos con emoticones. O consolarnos con una muñeca hinchable o un
muñeco hinchable que son más asépticas y pulcras que un misero e infecto ser
humano. Con el coronavirus revive otra vez la tragedia del SIDA que se supone
habíamos superado. Existen muchas
personas asintomáticas que no deben tener contacto con su pareja por lo que es
imprescindible usar el condón y evitar el beso y los intercambios de flujos
pues son agentes de transmisión. No mantengas relaciones sexuales casuales, es
mejor inclinarse por el puritanismo más estricto.
A raíz del confinamiento muchas personas se
han convertido en ecologistas, defensores de la solidaridad y el amor fraterno.
Solo en tiempos de tribulación como guerras, hambrunas o pandemias los seres
humanos se vuelven más altruistas y sensibles. Son los clásicos remordimientos
de conciencia y los actos de contrición para arrepentirse de los 7 pecados
capitales. Algunos filósofos y sociólogos afirman que estamos ante el
nacimiento de una nueva conciencia de paz y de amor. Pero seguramente como ha
sucedido en otras coyunturas históricas solo será un parón momentáneo para
luego elevar a la enésima potencia el desaforado ritmo de consumo.
Nos mantienen en un estado de alucinación perpetua
gracias al chute de realidad virtual que nos tiene enganchados, anestesiados,
hipnotizados a las televisiones, teléfonos móviles, iPod, Smartphone, computadores
o tablets y las plataformas de streaming
habidas y por haber: Netflix, HBO, Claro, Fox, Google, Amazon, Disney, las
redes sociales ni se diga: Facebook, YouTube, Twitter, Telegram, Instagram, WhatsApp
y de merienda para conjurar esta maldita pesadilla Nintendo y PlayStation, El consumo de Internet se dispara un 60% por encima de lo
normal pues millones de individuos buscan desesperados en las pantallas entretenimiento
y distracción que nos haga olvidar esta pesadilla. Quien carezca de la conexión
wifi puede considerarse un náufrago en la isla más perdida en medio del océano.
Es una paradoja, pero ahora que teóricamente tenemos más tiempo para comunicarnos
y estrechar los vínculos familiares nos hemos vuelto más introspectivos y egocéntricos.
A partir de la crisis del coronavirus el
dominio de la dictadura cibernética se ha hecho aún más férreo y radical. El
consumo de pienso virtual se ha disparado hasta límites inimaginables. Internet
se ha convertido en la madrastra de una humanidad huérfana y afligida. Las grandes
masas de “homínidos-cobayas” cual caníbales devoran los programas televisivos, películas
y series antológicas, desde el cine mudo, la nouvelle vague, gore, erótico,
porno hasta la década prodigiosa del cine italiano. Las autopistas de la información
están completamente colapsadas, los servidores cortocircuitados. Se han batido
todos los récords en compras online hasta el punto que la fortuna de Jeff Bezos,
fundador Amazon, ha alcanzado los 138 mil millones de dólares. Está visto que
mientras unos lloran, otros venden pañuelos y multiplican al 100% sus ganancias.
Por favor, más opio, más heroína, más cocaína. más y más películas, series de
acción, de intriga, de terror, de amor, de desamor o de sexo o de telebasura que
nos evadan de esta insoportable tragedia griega. Lo ideal es lobotizar el
cerebro del “zoológico humano” para que no piensen, para que no reflexionen, anular
las conciencias, acelerar las adicciones y que disciplinados obedezca las órdenes
del Big Brother. Estamos sufriendo el período de mayor alienación en toda
la historia de la humanidad. Pasan los
días y las semanas y el atroz aburrimiento nos envenena el alma, Consumidos por
la abulia y el estrés surgen los ataques de ira, las parejas mal avenidas se
tiran los platos a la cabeza, todos son reproches y darse de cabezazos contra
las paredes buscando un culpable. Es el momento de serenar el espíritu, dejar la
mente en blanco siguiendo los principios filosóficos del budismo tántrico.
¡Ya viene el verano! España es el paraíso del
ocio y la diversión ¿estaremos todavía en cuarentena? ¡Que nostalgia! la playa de arena blanca y ese
mar azul y el sol radiante que broncea los cuerpos tendidos en las tumbonas. El
hervidero humano disfruta de unas merecidas vacaciones tras un año de dura
labor. El ambientazo en los chiringuitos no tiene ni punto de comparación, que
si la paella, la cervecita, el tinto de verano y por la noche salir de marcha a
las discotecas a bailar pegados, amacizados y sudorosos porque el Mediterráneo es
una promesa de amor y todos queremos enamorarnos. Si el ser humano es un ser
social por naturaleza en España lo es aún más. Pero ahora estamos atados de pies y manos
hasta el 26 de abril. Luego Dios dirá. Eso significa que puede prorrogarse la condena
dos o tres semanas más (o meses) Se impondrá por ley la moda estilo “quirófano”
con guantes de látex y mascarillas made in china que serán imprescindibles las 24
horas del día. ¡Que paradoja! esas feministas que tanto criticaba a las mujeres
árabes de riguroso burka y el nikab ahora tendrán que ir tapadas de la cabeza a
los pies por física supervivencia. Se inicia una era de fundamentalismo radical
y ultraortodoxo jamás vista en la historia de la humanidad. No me toques, no me
mires, va de retro, mantén las distancias.
Algunos científicos afirman que esta pandemia no
es más que una venganza de la madre naturaleza por el comportamiento suicida de
sus hijos descarriados. Es el momento de sentarse en el banquillo delos
acusados y rendir cuentas por la emisión de gases de efecto invernadero, el
agujero de ozono, los incendios de las selvas tropicales, la extinción de las
especies o la contaminación del aire los ríos y los mares, Parece increíble que
un insignificante virus le haya propinado tremenda bofetada en el hocico a la
sociedad de consumo capitalista. Más imprecaciones y flagelaciones: por mi
culpa por mi culpa, por mi gran culpa.
¿Quién pagará las facturas de la luz o el
agua? ¿y el alquiler? ¿o los créditos hipotecarios? ¿Será que el gobierno se
hará cargo de las deudas de todos los ciudadanos? A sabiendas de que un inmenso
porcentaje de ciudadanos se dedican al trabajo en negro y la economía
sumergida. Poco a poco se esfuman los ahorros y sin ingresos la crisis social será
devastadora. Los economistas pronostican la caída de más del 8% del PIB. Estamos
a punto de superar los ¡6 millones de parados! Aunque el gobierno dice que
tranquilos pues pronto lloverá el maná de la renta mínima vital de 500 euros. Se han cumplido al pie de la letra las
profecías de San Malaquías y Nostradamus: las interminables colas en Cáritas, la Cruz Roja,
o en los comedores parroquiales, mientras las ONGs de ayuda humanitaria
reparten a los parias toneladas y toneladas de artículos primera necesidad. El
mundo se ha derrumbado y la recesión mundial superará con creces a la de 1929. Ninguna
generación viva ha experimentado tan tremendo shock. Ya no hay dioses que vengan a salvar una sociedad
descreída y materialista, así que de nada valen los golpes en el pecho ni el
rasgarse las vestiduras.
Las autoridades gubernamentales declaran que ellos
también son víctimas de las fatalidades del destino. Porque ¿quién iba a prever
las consecuencias de tan apocalíptica pandemia? Tendremos que resignarnos y
aceptar que los miles de muertos hacen parte de los daños colaterales que se
producen en todas las guerras. Un minuto de silencio y que Dios los tenga en la
gloria. El mundo entero está en emergencia sanitaria y España no iba a ser
menos.
Habrá muchos ciudadanos que se nieguen a salir
del confinamiento por temor a enfrentar un mundo hostil plagado de enemigos invisibles.
Al menos en esa madriguera o seno materno sumergidos en las profundidades del
ciberespacio nos sentimos consolados y protegidos. No hay
porque alarmarse pues recibiremos puntualmente la paga del paro o del ERTE y con
tan solo tabular un icono en las aplicaciones de teléfonos móviles nos traerán
la compra del supermercado o el menú del día de nuestro restaurante preferido.
La escandalosa manipulación que trasmiten
medios de comunicación oficialistas intenta rebajar la tensión para prevenir cualquier
conato de insurrección popular. Sin lugar a dudas hacemos parte de un
experimento de ingeniería social sin precedentes. De veras que hasta que no
se encuentre una vacuna probada y efectiva continuará indefinidamente el estado
de alarma, postración y entrega. Todos los sacrificios son pocos porque si se
produce una segunda oleada el batacazo seria mortal. Asistimos al
advenimiento de una nueva era donde primará la seguridad por encima de la
libertad. Se ha instalado el totalitarismo parapolicial y la censura más
abyecta que conlleva la perdida de los derechos más fundamentales. Por ejemplo,
sanciones de 600 hasta 30.000 euros por salir a la calle sin la debida autorización.
¿y la dignidad humana? Al menos en un campo de concentración el prisionero
tiene derecho a pasear un par de horas por el patio. La mascarilla es la mejor
metáfora del bozal; calla y no hables, obedece al Gran Hermano. Mansos y
sumisos permanecemos en arresto domiciliario enamorados de los carceleros
convencidos de que nos han salvado la vida. El trauma del coronavirus será muy difícil
de exorcizar, esa infame paranoia incidirá severamente que el deterioro de la salud
mental: la depresión profunda y generalizada, el insomnio, la pérdida del
apetito, los trastornos psicosomáticos, neurosis y esquizofrenias.
Tras el final de las medidas de contención y
el aislamiento comenzará la vertiginosa y enloquecedora recuperación económica.
Las superpotencias golpeadas por el diabólico bombardeo vírico apretarán a
fondo el acelerador para reflotar el sistema financiero y la producción industrial.
La era post-coronavirus estará marcada por la voraz sobreexplotación tanto de
la mano de obra como de materias primas y recursos naturales -especialmente de petróleo
y energía eléctrica. El imperio capitalista tiene que salir triunfante a como dé
lugar.
Esta pandemia ha demostrado la inmensa vulnerabilidad
del género humano. Es increíble que un virus microscópico haya puesto en jaque a
las superpotencias mundiales causando tan devastadora crisis socio-económica. Ha
llegado la hora de que la inteligencia artificial, los robots, androides y
autómatas reemplacen al fracasado y caduco homo sapiens.
Carlos de Urabá 2020