La jaula

La jaula
por la emancipación de los pueblos

dimanche 17 février 2013

Acostarse con la muerte


Mi compadre el chamán Chullachaqui, me advirtió que para quitarme el miedo a la muerte lo mejor era acostarme con un fiambre. Esa es la mejor forma de sacarse esas pendejadas de la cabeza y ganar puntos para conquistar a las vivas. “¡Nosotros, querido hermano, hacemos fiesta con la muerte! Yo, la verdad, es que no sabía que responderle pues me dejó entre la espada y la pared. No me quedaba otra que demostrar mi coraje y asumir tamaño reto. Toy jodido y encima me toca acostarme con la “pelona” (muerte). Huy, eso si que esta bien feroz. Le eché un trago largo a la botella de alcohol de noventa y me dispuse a cumplir tan tétrica misión. -Yo no he venido a las pampas de Nazca a chuparme, ¡carajo!. Por mi madre que voy a cumplir como buen characato. -“Primero me le vas a chupar la teta a la muerta y después la acaricias suavecito para calentarla y cuando este a punto de caramelo entrale al asunto a lo mero macho- me dijo el conchudo del chamán mirándome con sus ojos de buho.- Bueno, compadre, ya estoy decidido. Y a eso de las 3 de la madrugada me fui a la guaca donde se encontraban toditas las momias. Habían tantas que fue dificil escoger a la más atractiva. hasta que en un rincón encontré a una que me recordó a la Juanita - una cholita bien chévere que conocí en el mercado de Arequipa-. Hice lo que me ordenó el chamán: me acosté cerca de ella y comencé a meterle mano. Para eso hay que estar bien inspirado, ¿no? ¡ay cabrón! Entonces, pasé mis manos por sus huesos gélidos y sin saber bien el por qué me excité. ¡Pa dios santísimo! La cuestión se me puso tiesa y sin pensarlo dos veces me le fui encima a la juanita. Entonces me enredé con su pelo larguísimo que no me permitían besar sus labios petrificados. Juanita tenía marcada en su calavera una grotesca mueca que me puso cardíaco. A mandíbula batiente parecía burlarse de mi a carcajadas la muy bandida. Debo confesar que me arrechó la cojuda. Ahí nomás debía demostrar mi poderío así que cabalgando cual jinete sobre potro desbocado eyaculé apretando con todas las fuerzas de mi alma su cintura criolla. Sentí que su esqueleto se partía en mil pedazos y me di tal golpe en la jeta contra su cráneo que por poco me deja sin dientes. De repente, perdí el sentido y al cabo de un tiempo, que no puedo definir a ciencia cierta, me desperté en el cuarto del chamán. Me encontraba sudoroso acostado sobre una estera de totora. El chamán Chullachaqui se llevó las manos a la cabeza y exclamó: “ ¡la cagaste, maricón! la muerte te ha despreciado, ella no te quiere porque no le contaste cosas bonitas para enamorarla sino que te fuiste derechito al grano" ¡Qué lamentable! ¡Vale verga! ¡Estoy salao ya ni los muertos me hacen caso!

Carlos de Urabá
Pampas de Nazca, julio de 1989.

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