Pocas veces en la
historia la clase más reaccionaria ha gozado de tal privilegio.
El presidente Mariano Rajoy o el gran chambelán
advierte: “la secesión de Cataluña es un
reto inadmisible que no vamos a tolerar”.
A la familia real borbónica
la unen poderosos vínculos afectivos con Cataluña. No por
casualidad el rey emérito don Juan
Carlos I heredó de su padre Juan de Borbón el título de Conde de Barcelona. –Ahora quien lo
detenta es Felipe VI -que ha cedido el principado de Gerona a su hija Leonor de Borbón (futura reina de España).
Los borbones siempre han
sido grandes amantes del placer y el lujo y
Barcelona es una ciudad ideal para disfrutar de los mejores
restaurantes, salas de fiestas o casas de citas de categoría.
Como si fuera poco la Infanta Cristina y su esposo Iñaki Urdangarín, duque de Palma,
eligieron “la ciudad Condal” como residencia oficial. En la mansión de Pedrables instalaron la sede principal
del Instituto Nóos -ONG de carácter humanitario-
con la que pretendían amasar una incalculable fortuna para realzar aún más su
glorioso blasón.
El caudillo de España, “por
la gracia de Dios”, Francisco Franco
también ostentaba el título de hijo
predilecto y adoptivo de Barcelona.
¿Estará dispuesto el rey
Felipe VI a perder la joya más preciada de la corona?
¡Cataluña desafía la
sagrada unidad de España! https://youtu.be/zijQhyX9uEU
Los más acérrimos críticos
españolistas afirman que el separatismo catalán no es más un fenómeno de carácter folclórico. Las multitudinarias
manifestaciones se han convertido en un pasacalles carnavalesco con bandas de
música, banderas esteladas y fuegos de artificio. O sea, la expresión más auténtica
del romanticismo identitario. Un fenómeno harto comprensible pues el pueblo
necesita desahogar sus pasiones igual a lo que sucede con los hinchas en los
estadios de fútbol.
En todo caso-aseveran-
que va a ser muy difícil que la sociedad catalana renuncie a los privilegios
adquiridos. Esta es una de las regiones más ricas del reino español y la
secesión-si es que se produce- sería un duro golpe para sus intereses económicos.
Tamaño sacrificio es improbable que lo acepten unos ciudadanos cómodos y
aburguesados.
Los medios de
comunicación monárquicos intentan sembrar el pánico entre la ciudadanía
catalana con el objetivo de crear un ambiente de zozobra. El propósito es desmovilizar
las protestas que han adquirido un agrio cariz. Aunque no hay porque
preocuparse demasiado por los delirios de unos cuantos extremistas pues al
final prevalecerá el seny (sensatez) del
pueblo catalán.
Fuerzas políticas como el
PP, PSOE, Ciudadanos UPyD se erigen
como los principales defensores de la monarquía borbónica. Su papel es el de
neutralizar la “conjura separatista” pues el estado de derecho debe imperar por
encima de todas las cosas. Incluso el nuevo partido Podemos apuesta más por el federalismo que por la ruptura con la
corona. Mientras CiU mantiene una
sospechosa ambigüedad o un doble discurso obligado por las actuales circunstancias. Puesto que para
presidir el gobierno de la Generalitat han tenido que pactar con los
izquierdistas del ERC. El presidente Artur
Mas es un político conservador, católico y pragmático que no puede ocultar
las cordiales relaciones que guarda con la corona española. Y es que nos
encontramos frente a un hijo de la oligarquía catalana cuya misión es el de
preservar el incalculable patrimonio de los empresarios, banqueros e
industriales. La aristocracia catalana por ningún motivo está dispuesta a
arriesgar el inmenso capital económico y comercial que detenta. Ellos más bien apuestan
por mantener el actual status quo, o sea,
que Cataluña siga siendo una comunidad autónoma, aunque, eso sí, con un
mayor autogobierno y mayores transferencias en materia fiscal.
El pequeño burgués Artur Mas aspira a que su nombre sea
inscrito en los anales de la historia como aquel prócer que condujo a su pueblo
por el camino de la libertad. Pero es tan sólo una actitud ególatra que no se
corresponde con su pensamiento neoliberal. El mismo se definió en una
entrevista como “un nacionalista tolerante y moderno, pero
integrado en el conjunto de España”
Lo que más le conviene al
reino español es dejar que pase el tiempo y que se vaya apaciguando la tormenta.
En estas elecciones municipales del 24 de mayo las encuestas prevén un empate
técnico entre la izquierda independentista de ERC, la CUP, ICV-EUiA, sumada al
partido conservador de CiU - y los partidos monárquicos encabezados por el PP,
Ciudadanos y el PSC. (La irrupción en el
escenario de Ciudadanos y Podemos ha
sido un verdadero salvavidas para las tesis españolistas)
Un hipotético referéndum
de autodeterminación sólo sería posible realizarlo bajo una continua y tenaz movilización
popular. Paralizar Cataluña con huelgas y manifestaciones hasta que sea
escuchada su voz. Porque es imprescindible sentar al gobierno central en una
mesa de negociaciones o de lo contrario todo será en vano. Esto es algo que históricamente
se ha producido en otras partes del mundo aunque, si bien es cierto, utilizando
la violencia revolucionaria para materializar las demandas.
Parece que el plan de la Asamblea Nacional Catalana es que, si
los resultados le son positivos en las elecciones
plebiscitarias del 27 de septiembre de 2015, el parlamento catalán declare unilateralmente
la independencia.
Pero primero debemos
analizar los antecedentes históricos que nos revelan que cuando en octubre de
1934 el presidente de la Generalitat Lluís
Companys -después de acusar al gobierno de la república de pro monárquico y
fascista- proclamó el estado catalán desde Madrid el presidente Lerroux ordenó la intervención militar
para restituir el orden constitucional. El general Batet a punta de cañonazos rindió a los insurrectos que fueron de
inmediato encarcelados en el buque
Uruguay, propiedad de la Compañía Transatlántica Española y reconvertido en
prisión.
A pesar de que la monarquía
está muy desprestigiada por los casos de nepotismo y corrupción aún conserva el
respaldo del 65% al 70% de los españoles (Según las encuestas del instituto Gallup) Al parecer una
inmensa mayoría de sus súbditos se sienten muy orgullosos de los monarcas. E
incluso toleran y comprenden cualquier desavenencia o entuertos palaciegos como
los ya protagonizados por don Juan Carlos I cuando se fue de vacaciones a cazar
elefantes en Botswana junto a su
querida Corinna zu Sayn- Wittgenstein
o la trama de enriquecimiento ilícito montada por su hija Cristina y su yerno
Iñaki Urdangarín con en el Instituto Nóos.
El reino de España se niega
en rotundo a conceder al pueblo catalán el derecho a decidir. Argumentan que
esto es algo que incumbe al conjunto de todos los españoles. Si se consumará la
secesión lo más seguro es que el gran chambelán Rajoy derogaría el estatuto de
autonomía judicializando a todos aquellos que han osado levantarse en contra de la
corona. Tampoco las fuerzas armadas van
a permanecer pasivas ante un agravio tan oprobioso.
El rey como jefe de
estado y capitán general de los ejércitos -según la Constitución de 1978 votada
mayoritariamente por todos los españoles- es el garante de la unidad de España.
Desde
luego que democracia y monarquía son incompatibles.
Porque la una utiliza las urnas para que el pueblo exprese su voluntad y la otra, directamente y sin intermediarios, elige
por vía seminal al soberano. O sea, que
los espermatozoides tienen más legitimidad que los votos.
La táctica del españolismo
es conspirar y esperar paciente la ruptura del pacto entre ERC y CiU.-y quizás
también entre Artur Mas y Durán y Lleida, su socio de partido- Los analistas creen probable que a raíz de las
incompatibilidades ideológicas y las pugnas personales se desintegre el proceso
independentista. La derecha catalana ya
ha demostrado en multitud de ocasiones que son capaces de renegar de todo lo
pactado y traicionar a los ciudadanos.
Las elecciones municipales
de este próximo domingo serán una nueva prueba de fuego para conocer a ciencia
cierta cuál es el verdadero apoyo del que gozan los partidos independentistas. Si la participación del electorado no
alcanza más del 60% y el abstencionismo aumenta, todo será infructuoso.
¿Podrá el movimiento
soberanista catalán imponer su voluntad?- ¿La corona española aceptará un
plebiscito o mantendrá el veto? ¿Ese
hipotético estado catalán libre y soberano contará con el reconocimiento
internacional? Son preguntas que quedan en el aire. En todo caso la monarquía
ni sus acólitos jamás aceptarán la convocatoria unilateral de un referéndum
secesionista. Si quieren hacer uso del derecho a decidir para eso tienen las
elecciones locales, autonómicas o nacionales. La voluntad popular a favor de la
independencia expresada mayoritariamente en las urnas durante la consulta no
vinculante del 9 de noviembre del 2014-
fue calificada por el gobierno de “pantomima”. Tan sólo podemos hablar de una
prueba incontestable de desobediencia civil con unos resultados más simbólicos
que reales. Por el momento ningún país de la Unión Europea -presionados por el
reino español- se atreverá a reconocer la independencia de Cataluña.
Si los catalanes desean
emanciparse de la “madre España” la única manera de conseguirlo será mediante
una reforma constitucional. Es
decir, que las Cortes monárquicas - si es que existiera una mayoría de votos
suficiente- autoricen la celebración de un referéndum. Algo que por el momento no
es más que una quimera pues los diputados nacionalistas tanto vascos como
catalanes son una exigua minoría. Así que bajo estas premisas sus reclamos puede
alargarse durante décadas o quizás siglos. Hay
que contar que hoy por hoy el Congreso de los Diputados es un ágora del nacionalismo
español.
Desde los tiempos de don
Pelayo se ha venido forjando la sagrada unidad de España. Un mito enaltecido y
sublimado por los Reyes Católicos, los
Austrias, los Borbones o el generalísimo Francisco Franco. De ahí que por ningún
motivo sus más distinguidos herederos vayan a consentir que se mancille su
honor y su dignidad.
Carlos de Urabá 2015