El caso Nóos nos revela con claridad esa santa alianza que han forjado nobles y plebeyos
para expoliar a manos llenas las arcas públicas. Un aberrante desfalco
patrimonial promovido desde el mismísimo Palacio de la Zarzuela.
La revolución francesa o la revolución
rusa nos brindan un estupendo ejemplo de cómo neutralizar con métodos poco
ortodoxos la realeza anacrónica y feudal.
El veredicto del caso Nóos ha sido un
auténtico escupitajo en el rostro del pueblo español (hoy súbditos reales) La
banda de corruptos y rateros encabezada por Iñaki Urdangarín y su esposa su Alteza Real la Infanta Cristina
de Borbón ha salido muy bien librados pues
les han caído unas penas exiguas en comparación a los graves delitos que
les imputaban: prevaricación, blanqueo de capitales, falsedad en documento,
malversación, tráfico de influencias y estafa a la Hacienda pública. Como se
preveía desde un principio la operación “salvar
a la infanta” (y a la familia real) ha sido todo un éxito. Ya lo predijo el presidente Rajoy en una entrevista hace unos meses “A la infanta le irá bien” (con la justicia) y desde luego que todo
le ha ido muy, pero que muy bien. Para nadie es un secreto que el fallo
judicial se había arreglado de antemano para que todo este “escándalo” tuviera
un feliz desenlace.
Según la cúpula de la ONG e Instituto (mafioso) sin ánimo de lucro Nóos
nunca hubo ningún desfalco, ni delito alguno,
jamás tuvieron problemas con Hacienda, ni mucho menos se les puede
acusar de malversación de fondos públicos. Muy por el contrario, gracias al
fenomenal manejo de su junta directiva obtuvieron grandes beneficios, o sea, un
superávit que luego invirtieron por completo en instituciones benéficas y obras
sociales. A ellos solo les movía un
espíritu altruista y caritativo.
La condena de 6 años para su excelencia el
ex duque de Palma Urdangarín y de 8 años para su compinche Diego Torres puede
ser recurrida ente Tribunal Supremo
-que seguramente la rebajará a su acomodo-
Esta es la táctica consensuada entre los abogados, los intermediarios de
la Casa Real, los jueces y fiscales para que toda esta farsa tenga una
apariencia de legalidad. Lo importante es respetar la independencia de la
justicia. La credibilidad de la monarquía (¡democrática!) está en juego y cada uno
de los actores debe interpretar el guion con inteligencia. Es muy probable que
Urdangarín ni siquiera pase un solo día en la cárcel puesto que la decisión del
TS podría prolongarse al menos un año o más.
El castigo será de todos modos insignificante en relación al perjuicio
causado al erario público y a las instituciones del estado.
Los jueces -como no podía ser de otra
manera- han encontrado a la Infanta Cristina, inocente. Su
Alteza Real es pura e inmaculada de los pies a la cabeza. Su condición es más divina que humana pues
pertenece a la prestigiosa dinastía borbónica que ha reinado España con benevolencia y honradez durante
siglos. Ahora habrá que pedirle perdón a su Alteza Real e indemnizarla por los
costes de su defensa.
Los súbditos y lacayos deben postrarse de
rodillas y disculparse ante su Alteza Real puesto que su noble figura ha
sufrido la más sucia de las calumnias. No se ha encontrado la más mínima prueba
de que la Infanta haya cometido delito alguno.
La sentencia afirma con rotundidad que ella era completamente ignorante
de los tejemanejes que llevaba a cabo su abnegado esposo en el Instituto
(mafioso) sin ánimo de lucro Nóos.
Su Alteza Real cumplía y cumple con su
papel de madre responsable dedicada a tiempo completo a la crianza de sus
hijos. Mejor dicho, es una hacendosa ama de casa que lleva los niños al colegio,
los ayuda a hacer las tareas o deberes escolares o se preocupa de su salud
cuando están enfermos. Además, barre,
friega el suelo, cocina, lava la ropa, hace las compras, etc. En fin, una madre
coraje a la que se le debería premiar por su alto grado de sacrificio y entrega.
Sus abogados han cumplido fielmente su cometido despejando cualquier duda sobre
su actuación en este “asunto tan engorroso”.
Ella y su marido son víctimas de
una perversa conspiración orquestada
por izquierdistas antimonárquicos obsesionados con hundir la institución
real tan amada por los súbditos
españoles.
La Infanta furiosa recrimina y descalifica
a los jueces que han condenado injustamente a su marido el excelentísimo señor
(que es como todavía hay que dirigirse a él) Iñaki Urdangarín. 6 años de prisión es algo abrumadoramente
desproporcionado para un Caballero que ostenta la Gran Cruz de la Real orden
del mérito deportivo. Es una verdadera
ofensa que se trate de una forma tan ruin a un ser pluscuamperfecto, grácil y
atractivo; el superhombre español campeón de balonmano que ha llevado a la más
alta cima la bandera rojigualda y la santa gloria del reino de España.
Los lacayos y vasallos envidiosos quieren
hundirlo en el fango inventándose oscuras tramas de desvíos de fondos públicos
y fraude fiscal. Pero el gran coloso de
1.90 metros de estatura se yergue omnipotente cual guerrero invicto listo a batirse
cara a cara ante sus más enconados enemigos. Las espadas están en alto y ya veremos si no
es también declarado inocente.
En resumen, estos ladronzuelos pagarán
unas mínimas penas y multas muy
reducidas por sus maquiavélicos crímenes. Lo más seguro es que parte de dicho
patrimonio desfalcado ya esté a buen
recaudo en paraísos fiscales o a nombre de sus testaferros. Trucos que aprendieron de su principal
asesor fiscal y consejero financiero su majestad el rey Juan Carlos I.
Utilizando el buen nombre de la familia real Urdangarín logró amarrar jugosos
contratos y licitaciones públicas (cifrados en aproximadamente unos ¿20 millones
de euros?) con los mandamases del Partido Popular en Valencia, Mallorca y
Madrid. Nadie le iba a negar a Iñaki
Urdangarín - el yerno del rey de España y esposo de la infanta Cristina- ese
trato a favor que se merece todo un noble virtuoso y deportista de élite. Así se demuestra una vez más que la
justicia del reino de España mide a los acusados con un doble rasero. No
es lo mismo un grande de España o una Infanta que cualquier pelagato, plebeyo o
lacayo.
La
sangre azul se respeta y su pedigrí se impone. A esos seres elegidos por la
gracia de Dios y los caprichos de la democracia seminal hay que rendirles
pleitesía y adoración. Bendito es el
fruto del vientre de la reina, de la princesa o de la infanta. Ya lo dice la Constitución
en su artículo 56: “la corona no muere jamás, simboliza más fuertemente el
cuerpo político y es su mejor factor de integración”
Con toda la razón este fallo
clamorosamente favorable a los intereses de los acusados y que raya la impunidad
ha enfurecido tanto a la opinión pública más progresista. Aunque no saben muy
bien de qué manera expresar su indignación. Porque esa rabia no se manifiesta
en las calles en forma de protestas o motines sino que se concentra en las redes sociales, es decir, el ciberespacio. Éste se ha
convertido en el nuevo campo de batalla de los más radicales y extremistas.
Allí gritan y vociferan, vomitan sus consignas a través de Internet, Twitter,
WhatsApp o Facebook. En letras mayúsculas escriben sus mensajes en los
teléfonos móviles, tablets u ordenadores vapuleando a Urdangarín y a la
Infanta. Hacen un buen acopio de munición y lanzan sus demoledoras descargas de
fuego cibernético contra los jueces y magistrados, misiles teledirigidos contra el gobierno o la Casa Real. Los más aguerridos suben geniales
montajes fotográficos ridiculizando a la Infanta o Urgandarín; también
envían selfies con cortes de mangas o
muecas burlescas y un sin fin de delirantes
memes para demostrar que su ímpetu revolucionario no tiene límites. Otro ciber
bombazo apunta al rey emérito don Juan Carlos I que en estos momentos debe descansar
a gusto en algún paraíso tropical en compañía de una preciosa geisha o escort
VIP. La mejor arma es Twitter y como si
fuera un Kalashnikov con sus 140 caracteres
van ametrallando a esos parásitos de sangre azul a diestra y siniestra; sobran
las frases ofensivas, insultos e improperios y llamados a la insurrección
popular ¡a las barricadas! En el muro de
las lamentaciones se encienden las luces de colorines y emoticons que les
levantan la moral y estimulan el ardor guerrero. ¡A tomar las calles! es la consigna más
repetida aunque la verdad la plebe prefiere abarrotar los bares y cantinas donde
se dedica a libar alcohol o elevarse al séptimo cielo a base de yerbas alucinógenas.
¿Quizás por medio de los poderes extrasensoriales, la santería, la magia negra
o un vudú se derrumbe la monarquía? En ese plano de los espejismos oníricos sus majestades serán conducidos al patíbulo o a
la guillotina made in Photoshop donde la turba enfurecida celebrará con el puño
en alto el advenimiento de una nueva era.
Los más osados proclaman la república cibernética y se ponen
la boina del Che Guevara listos a engrosar las filas de los rebeldes que se
preparan al asalto virtual al Palacio de Invierno. Las pantallas táctiles se
resquebrajan de cólera, las teclas de los computadores saltan por los aires
demostrando la combatividad y el extremo cabreamiento de los ciber
guerrilleros. Los alzados en armas se muerden la lengua o los labios ansiosos
por consumar la venganza.
Mientras Iñaki y la Infanta protegidos
por las fuerzas de seguridad y sus
guardaespaldas celebran una romántica velada en su mansión en Ginebra. Además,
a su servicio cuentan con un séquito de pajes y chefs que les complacen todos sus caprichos
gastronómicos. Después de la tempestad viene la calma. Es la hora de relajarse, de respirar profundo
y brindar con champagne por su victoria. Y es que el fiscal llegó pedirle nada
menos y nada más que 19 años de cárcel a su excelencia, el padrino del Instituto Nóos. ¡Vaya desfachatez! No era más que
una broma de su suegro para meterle miedo en el cuerpo.
La plebe, los súbditos y lacayos no
representan un peligro latente para el sistema. Estamos hablando de una
masa alienada por el consumismo extremo,
el hedonismo extremo, las compras on line, las ropas de marca, el sibaritismo,
el alcohol, la ludopatía o el virus futbolístico.
La monarquía se aprovecha del estado cataléptico y les inyecta una dosis más fuerte
de veneno mediático para castrar de una vez por todas cualquier conato de
resistencia. La institución regia no debe preocuparse de nada pues los tres partidos políticos el PP, PSOE y Ciudadanos (que suman una
arrolladora mayoría) se desviven y esfuerzan por salvaguardar su legitimidad (eterna)
La Monarquía es la única institución capaz de mantener la unidad del reino y
garantizar el crecimiento económico y el estado de bienestar.
El veredicto absolutorio de la Infanta es
una buena prueba de cómo el rey emérito don Juan Carlos I mueve a su antojo los
hilos del poder. Los súbditos fieles y
sumisos se pliegan a los caprichos de sus majestades y por nada del mundo los
traicionarán. Y no solo eso, sino que también son masoquistas pues parece que les produce infinito placer
que les mientan, que les roben o que los humillen. No puede ser más dantesco el
panorama a corto, mediano y largo plazo. Estamos abocados al despotismo
dictatorial de la derecha, la
ultraderecha, la monarquía, la aristocracia, la oligarquía, los grandes de
España, los banqueros, empresarios, la casta militar o eclesiástica. Inmersos en la sagrada corrupción donde el
abuso de poder, el clientelismo, los testaferros, comisionistas o los vividores
capean a sus anchas. Y encima en un
hipotético referéndum entre monarquía o república ganaría por goleada la
papeleta de la corona borbónica. Bueno, lo mejor es que sigamos lanzando
misiles en el ciberespacio-que para colmo está controlado por el paraguas de la
Audiencia Nacional y la Ley Mordaza- a ver si por casualidad damos en el blanco
y hundimos a la armada invencible.
La única oposición se llama Podemos, IU y el separatismo catalán y el
vasco, aparte de algunos grupúsculos anarquistas. Fuerzas que no suman los
votos, ni los escaños necesarios para cambiar tan desolador panorama.
Impotentes no nos queda otra que confiarnos en la realidad virtual o la ficción
infinita de las alucinaciones cibernéticas. Esto significa mantener la posición
en las trincheras concentrados en las pantallas del computador, las tablets o
de los teléfonos móviles dispuestos a vender bien caro el pellejo. Quizás de
aquí a unos cuantos siglos las cosas cambien y renazca nuevamente el
sentimiento de dignidad y decoro.
Carlos de Urabá 2017
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