El miedo crea respeto, y el respeto perpetua el miedo.
Para mantener incólumes los
principios fundamentales el reino borbónico es necesario pacificar la comunidad
autónoma catalana donde los separatistas pretenden proclamar unilateralmente la
independencia. Hay que actuar con contundencia para prevenir que ese cáncer se propague por otros
territorios del reino.
Para desmovilizar la justa lucha
del pueblo catalán por su soberanía el gobierno del PP con el apoyo de sus
socios de Cs y PSOE ha aplicado el artículo 155 de la Constitución. Que los jueces y fiscales se
encarguen de resolver este problema de orden público. (Que en realidad es
político) La Policía y la Guardia Civil o los Mossos d’Esquadra (intervenidos) deben
reestablecer la legalidad constitucional y salvaguardar las instituciones monárquicas.
Las órdenes llegan desde el mismísimo palacio de la Moncloa y el palacio de la
Zarzuela exigiendo el estricto cumplimiento de la ley.
La misión del Juez inquisidor Llarena (sala segunda del Tribunal
Supremo), emulo de Torquemada, es la de
resolver el conflicto catalán a las buenas o a las malas. Este es un encargo
prioritario del gobierno monárquico del PP lo que significa que la separación de poderes es una farsa.
En el pasado el propósito del Tribunal
de la Inquisición era el de perseguir las herejías, el paganismo y la brujería.
En este caso los rebeldes catalanes tienen que arrepentirse y aceptar la
soberanía de su majestad el rey que es el símbolo de la sagrada unidad de
España. Deben jurar la Constitución y reconocer su derrota. La conversión es
imprescindible para el obtener el perdón y su reinserción social. Ni siquiera han presentado el más mínimo
atisbo de resistencia o desacato ante
las presiones, las amenazas y chantajes
que los colocan en inferioridad de condiciones y se han rendido a la voluntad
de sus carceleros.
Según la sentencia del Tribunal
de la Inquisición los condenados perdían sus bienes y eran desposeídos de toda
dignidad y cargo público. A los más resabiados el rey ordenaba marcarlos al
rojo vivo para luego cocerlos en calderas. Según el
juez inquisidor Llarena el procés catalán
ha provocado un inusitado estallido de violencia, un atentado contra la paz
pública en un claro afán de desafiar al
gobierno central y desestabilizar las instituciones realistas. Algo que el
código penal califica de golpe de estado.
Es increíble que después de lo
sucedido el día 1 de octubre de 2017 con el referéndum de independencia los
partidos soberanistas no hayan aprovechado este hito histórico para sacar un mayor
beneficio a su causa. Porque desde luego
que el 1 de octubre con su extraordinaria
demostración de civismo en defensa de la democracia y el derecho a decidir -a
pesar de la represión desatada por la
Policía y la Guardia Civil-en un futuro no muy lejano se convertirá en el día
nacional de la república Catalana. Definitivamente
el 1 de octubre también se le debe
considerar el grito de independencia.
Este triunfo de la soberanía popular no se ha valorado en su justa dimensión y más
bien se mantiene en el olvido a causa de los autos de procesamiento incoados
contra los políticos catalanes separatistas.
No hay duda que el pueblo catalán
está por encima de sus representantes políticos como lo demostró el resultado
del referéndum del 1 de octubre del 2017
donde se escrutaron 2.200.000 votos a
favor de la independencia, y luego con las elecciones ilegales autonómicas convocadas
por el gobierno central el día 21 de diciembre donde los partidos soberanistas
obtuvieron 2.140.000 votos ( refrendando su mayoría absoluta) Y si todavía no se ha formado un gobierno en
Cataluña es porque los candidatos que han sido propuestos por la mayoría
independentista fueron vetados por el gobierno español. Un Sí a la República Catalana
en contra de una monarquía completamente antidemocrática entronizada por la Constitución
de 1978. El 10 de octubre el president Puigdemont cometió el craso
error de no proclamar la República catalana temeroso de que se produjeran serios
incidentes de orden público y a la espera de que el Partido Popular se dignara
negociar una salida a la crisis. Pero todo fue en vano pues el reino de España
no entiende de dialogo sino de terror, palos y trena. ¡Condenadlos a las mazmorras, todos a galeras!
Difícilmente con funcionarios y
burócratas se va a conseguir una independencia real sino más bien virtual o
cibernética. Nos tendremos que conformar con la República Catalana en las páginas
webs de Internet, en Twitter, Telegram o los WhatsApp. Los dirigentes de la
Generalitat son políticos grises y con poco atractivo que utilizan un lenguaje
neutral plagado de eufemismos para no levantar mayores polémicas o herir
susceptibilidades. Especialmente atentos a no salirse del guion impuesto por
los jueces de la Audiencia Nacional que
los tienen en el punto de mira ya que cualquier declaración pude ser
utilizada en su contra.
Los políticos catalanes
nacionalistas o independentistas en estos momentos viven bajo la censura del
régimen monárquico; no se pueden expresar
libremente pues saben que el inquisidor juez Llarena estudia cada una de sus
palabras, las analiza para ver si encuentra cualquier sospecha de reiteración
en el delito. Por eso los discursos son vacíos y anodinos, no despiertan pasión
pues utilizan un lenguaje neutro e insulso que no despierta mayores emociones. Se
echan en falta oradores enardecidos que
al menos les levanten la moral a sus incondicionales en estos momentos tan
aciagos. Pero prefieren dedicarse a las grandes batallas bélicas de las redes
sociales vía Twitter o WhatsApp para lanzar las diatribas y comunicados. De su dialéctica han eliminado cualquier
referencia a Republica, independencia, autodeterminación, ruptura con la constitución de 1978, ni mucho menos critican
a la monarquía, la Guardia Civil o la Policía Nacional.
Cataluña es un país completamente
infiltrado por los servicios secretos españoles (CNI) que actúan a sus anchas prestos a neutralizar cualquier amenaza
separatista. La unidad de ciberdelincuencia de la Policía elimina impunemente
las páginas web independentistas y combate las “noticias falsas” que intentan
desacreditar y desestabilizar al reino de España. Porque estamos hablando de la
guerra sucia que se libra en diversos campos tanto en el de la información, la
cibernética, las escuchas telefónicas,
manipulación informativa, y también infiltrados
y provocadores que justifiquen el uso de
la fuerza. Todo es válido con tal de rendir sin condiciones a los enemigos de España.
“El nacionalismo catalán tiene mucho de
nacional socialismo hitleriano puesto que es supremacista”- sostiene el
periodismo mercenario en nómina de la derecha monárquica.
El régimen monárquico papista
(Felipe VI es majestad católica) ha elegido la estrategia de judicializar el
procés, mejor dicho, escarmentar a los sediciosos y rebeldes que han declarado
unilateralmente la independencia. Y no solo la independencia sino también ¡una
República! Es necesario detener a los cabecillas, encarcelarlos o embargarlos para
que no se vuelvan a delinquir. La clave es Infundir miedo y el terror entre la
cúpula del poder catalanista para que
sepan que también pueden correr la misma suerte. Medidas punitivas que desde luego surten el
efecto deseado contra unos dirigentes burgueses incapaces de asumir altos sacrificios. El juez inquisidor
Llarena sabe que la clave es atacar el flanco más débil y el que más duele que es el económico. Especialmente centrarse
en los embargos acusando a los rebeldes de malversación de fondos públicos para
patrocinar el procés. Claro, a los separatistas les falta coraje y
valentía, no son guerrilleros, ni insurgentes decididos a inmolarse por la
causa sino funcionarios y burócratas bien educados y cultos acostumbrados a los
lujosos, la buena mesa, y a vestir trajes de diseño de los mejores sastres y
modistos. Estos Intelectuales teóricos fueron arrastrados por el clamor popular
y se vieron obligados a implicarse en el procés independentista.
El líder de ERC (que se define como un partido republicano de izquierdas) y
vicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras, recluido en la cárcel
de Estremera, afirma que como buen
cristiano se dedica a rezar para que pronto vuelva a reinar la paz en Cataluña.
Que él es un abanderado de la no violencia y que desea sentarse a dialogar con Mariano Rajoy. Mientras el ex conseller de Interior Forn pide
reunirse con los obispos catalanes para que lo auxilien espiritualmente. Al
parecer su único consuelo lo encuentran al asistir a misa, confesarse y
comulgar. Con estos ejemplos queda completamente descartada cualquier
injerencia ultraizquierdista o comunista en el procés. ¿Cuál es entonces el
espíritu revolucionario de estos burócratas pacifistas?
Hay que advertirles a los
independentistas que su lucha es estéril
y que lo único que les espera es la cárcel y la ruina patrimonial. La
Audiencia Nacional (el tribunal de orden público) tiene que desmovilizar el
procés independentista igual a lo que se hizo en el País Vasco con ETA. Que se
aplique rigurosamente la ley antiterrorista
y la ley mordaza porque delitos tan
graves como los de rebelión y de sedición no pueden quedar impunes. Aparte del desfalco de las arcas públicas y el desacato a
la autoridad al organizar el referéndum “ilegal” de independencia del 1 de
octubre. Un desafío intolerable a las instituciones democráticas y el estado de
derecho. Atención que en el momento menos pensado se presenta la Guardia Civil
en el domicilio para extraditarlos a la Audiencia Nacional en Madrid. Que se
ordenen los allanamientos a la Generalitat, las organizaciones independentistas
o los partidos políticos afines para recabar pruebas que los incriminen. El miedo crea respeto, y el respeto
perpetua el miedo.
El propósito del reino de España
es perseguir, coaccionar, castigar y crucificar a los culpables que pretenden romper
la unidad del reino de España, herencia
sacrosanta del caudillo Francisco Franco.
Las medidas que ha tomado el
gobierno del PP son meramente represivas, no existe el menor atisbo de diálogo
político. Lo único valido es que los dirigentes independentistas claudiquen,
acepten sus culpas y reciban un ejemplar escarmiento. Los súbditos catalanes se
han sublevado contra la Constitución Española, han injuriado la dignidad de su
majestad el rey Felipe VI y son unos traidores a la Constitución de 1978.
El procés independentista catalán
es un fenómeno atípico primero porque es pacífico, no es campesino ni obrero,
(los trabajadores y obreros votan mayoritariamente opciones españolistas) es totalmente
urbano y detrás del mismo está la clase media y hasta la alta sociedad. Y
además es multiétnico porque participan varias nacionalidades de inmigrantes
que se han asentado en los últimos 40 años en su territorio. No tiene nada de
tercermundista pues se desarrolla en una sociedad del bienestar del primer
mundo. Su discurso no es populista pues
es bastante racional y metódico y le
falta apasionamiento. Especialmente se dirige a una parte de la población que
domina la lengua catalana o son bilingües. Del mismo están excluidos aquellos
que no comprendan el catalán o por prejuicios o indiferencia lo rechacen (como es el caso de los
inmigrantes españoles llegados a partir de los años sesenta a raíz del boom del
desarrollismo franquista). El procés catalán ha demostrado en las calles su
enorme poderío en multitudinarias manifestaciones -la DIADA o en convocatorias independentistas puntuales- que han
convocado los últimos cinco años. La ideología nacionalista catalana es un fenómeno
que comenzó a tomar fuerza a finales del
siglo XIX entre los intelectuales y la pequeña burguesía. Estas
reivindicaciones hacen parte de la memoria histórica que se remontan a la pérdida
de los fueros en 1714 tras la victoria de los Borbones sobre los Austrias
en la guerra de Sucesión. Participan
en este frente unitario tanto partidos de derecha -como CIU (hoy PDCAT) lastrado por
escándalos de corrupción (Jordi Pujol y el 3%) como de izquierda e incluso los anarquistas
o antisistema. El objetivo común es constituir una Republica Catalana
independiente del reino de España.
Desde el Tribunal Supremo se han
emitido las órdenes de detención internacional -vía Interpol- para pedir el
arresto y la extradición a los consellers y políticos fugados o
exiliados en Bélgica, Escocia, Alemania o Suiza. “No se puede hablar de presos
políticos sino de políticos o delincuentes presos” -asevera el Ministro de Justicia español Rafael Catalá.
Es necesario que respondan ante los tribunales españoles por sus graves delitos
de rebelión, sedición, y malversación de fondos públicos.
Los políticos catalanes no son más
que funcionarios burgueses de fina estampa, bien vestidos y pulcros, no son
guerreros épicos que levantan el puño en alto dispuestos a resistir al grito de
¡patria o muerte! A excepción de la CUP que
abraza los ideales del anarquismo libertario radical y antisistema. Aunque por estrategia han renunciado al
enfrentamiento directo con las fuerzas de seguridad.
La prueba es que al ser detenidos
inmediatamente se pusieron en manos de sus abogados para urdir la estrategia de
defensa con la intención de negar cualquier implicación en los hechos que les
imputan (promover un referéndum de autodeterminación ilegal, declaración unilateral
de independencia, deslealtad con la corona, rebelión, sedición y malversación
de fondos públicos) Según el código penal les pueden caer penas superiores a
más de 20 años de cárcel. Aparte las organizaciones ANC y ÒMNIUM
se ha comprometido a pagar las cuantiosas fianzas impuestas por los jueces para conseguir la libertad condicional de los acusados.
En general quieren salvar el pellejo, salir de prisión lo más rápidamente
posible, regresar a sus casas junto a sus familiares y amigos, y continuar con
sus ocupaciones particulares o volver a sus
escaños en el Parlament. Según confesaron ante el juez todo lo acontecido en el Procés se circunscribe al ámbito
puramente simbólico. Todos los políticos presos han intentado desesperadamente
alcanzar la libertad arrepintiéndose, reconociendo la Constitución y acatando el
abominable artículo 155, y otros renunciando
a su escaño o alegando que están enfermos, o que les afecta psicológicamente el
desarraigo y la ruptura familiar, etc.
etc. Argucias jurídicas que a pesar de la vehemencia de sus abogados no han
surtido efecto alguno. No quieren ser unos mártires, No desean pasar a la
historia como héroes sino como diputados
del parlament que perciben aproximadamente 7.000 euros de asignación mensual.
En prisión se sienten solos, psicológicamente abatidos, humillados y desprotegidos. No pueden hablar
catalán y los presidiarios en el patio o en el comedor se dedican a abuchearlos
como traidores a la patria (España). Prefieren arrepentirse con todo lo que implica esta decisión pues quedarán
desacreditados ante sus votantes que difícilmente volverán a confiar en ellos.
Esta es su muerte política pues con qué cara se atreverán a salir a una tribuna
a gritar ¡visca la República! ¡visca Catalunya lliure! No existe un Bobby Sands miembro del IRA provisional
irlandés muerto durante una huelga de
hambre en la prisión de Maze
(Irlanda del Norte) en mayo de 1981 o una Bernardet
Devlin, fundadora del Partido Socialista Republicano Irlandés y
protagonista del “domingo sangriento” en
Derry 1972 donde se produjo la
muerte de 14 manifestantes a manos del ejército británico. La lucha por la liberación del pueblo Irlandés
es el mejor ejemplo para comprender cuál es el precio que hay que pagar para
alcanzar la verdadera independencia.
El objetivo de los jueces
inquisidores es que los presos políticos acepten la Constitución y la autoridad
de su majestad el rey de España. Ese es solo el principio porque luego vendrá el
auto de procesamiento y tendrán que sentarse en el banquillo de los acusados
para responder por sus delitos. No se han producido huelgas de hambre, ni motines
o plantones ni ningún otro tipo de manifestaciones de resistencia activa o pasiva.
No son presos comunes, no son sediciosos, ni rebeldes, sino presos políticos
que están allí por defender unos ideales que cuentan con el aval de millones de
votantes catalanes.
Lo paradójico del caso es que los
enemigos de España ya no son Francia que la invadió en el siglo XIX, Inglaterra que le arrebató Gibraltar o los
EE.UU que lo derrotó en la guerra de 1898. El
reino de España ha elegido como enemigo a Cataluña, algo que no es nuevo
pues esto se remonta a tiempos pretéritos. Al catalán se le ha estigmatizado y demonizado
por su carácter laborioso y por haber
creado un emporio económico e industrial (20% del PIB español) El hecho diferencial del pueblo catalán
es indiscutible; en su cultura, en su forma de ser, en su lengua, en su
idiosincrasia. España necesita un enemigo
interno para justificar su espíritu belicista y elevar el nivel de patrioterismo
o de nacionalismo de sus súbditos. Ese imperio derrotado y en decadencia no
se conforma con su destino y quiere resucitar de las cenizas. Este
es el mejor pretexto para desviar la
atención de otros problemas más serios como es la corrupción del partido de gobierno
que lo tiene entre la espada y la pared en los tribunales de justicia.
Los independentistas pensaban que
el reino de España no iba a reaccionar, que actuaría con moderación y prudencia,
que quizás se abriría un espacio de diálogo. Pero ocurrió todo lo contrario. No
nos debe extrañar esta actitud tan vil pues cuando las colonias americanas
querían independizarse el rey Fernando
VII envió al criminal Capitán
General Pablo Morillo, el pacificador, a que recuperara el control del territorio
de la Nueva Granada o cuando Cánovas del
Castillo (Reina María Cristina-regencia de Alfonso XIII) nombró capitán general de Cuba a Valeriano Weyler
con el propósito de aplastar a los mambises independentistas. Se ha
criminalizado a los catalanes presentándolos como el principal un peligro para
España, para Europa y la humanidad. Son nacionalistas, separatistas, contrarios
al estado de derecho y a la democracia. El reino de España aplica el garrote y
mano dura: todos a Estremera, todos a la trena que es en resumen el código del inquisidor Llarena.
La monarquía borbónica cuenta con
el apoyo incondicional de los partidos políticos mayoritarios PP, PSOE y Ciudadanos
que guardan sus espaldas. Porque la figura del jefe de Estado Felipe VI es
inviolable y no está sujeta a responsabilidad, mejor dicho, es un ser pluscuamperfecto que pertenece más al ámbito de lo divino que
de lo humano. Sin olvidar que a la corona le rinde pleitesía el poder judicial, la Conferencia Episcopal, la
cúpula militar, la banca, el
empresariado, el Ibex 35, o los medios de comunicación oficialistas.
La propaganda españolista utiliza
todas las armas a su alcance (prensa, radio y televisión, Internet, redes sociales o telefonía móvil) para aplastar y demoler el secesionismo catalán.
En esta guerra hay que incluir la movilización de miles de súbditos de distintas
regiones de España que participaron en las grandes manifestaciones del nacionalismo
español en Barcelona. A los separatistas hay que neutralizarlos, aplicarles la
ley antiterrorista igual a lo que se hizo en su momento en el País Vasco con el
fin de derrotar a ETA. Esa es la
razón del pacto antiterrorista que
firmaron el PP y el PSOE para desmovilizar la insurrección abertzale. La persecución debe ser implacable, concentrándose
especialmente en sus líderes o los cabecillas de las organizaciones afines al procés.
Hasta los Comités de Defensa de la
República son perseguidos y criminalizados cuando lo que han realizado son
protestas no violentas, desobediencia civil, escarches, cortes de carreteras,
bloqueos de trenes. Acciones que el gobierno y los jueces no han dudado en
calificar de “terrorismo” como si se trataran de sangrientos atentados
utilizando bombas o armas de fuego.
La Generalitat se encuentra
intervenida y todas las instituciones catalanas dependen directamente del
gobierno de Madrid. Por lo tanto el cargo de president de la Generalitat lo
detenta la vicepresidenta Soraya Sáenz
de Santamaría. Hay que apaciguar el clamor independentista, ahogarlos,
asfixiarlos para que el rio vuelva a su cauce.
¿Cuál es el precio de la libertad
de un pueblo? Pues evidentemente para independizarse de una potencia imperial o colonialista no queda otra alternativa que implicarse en la lucha armada como ha
quedado reflejado en múltiples casos a través de la historia. Hablamos de una
guerra de independencia o de liberación
en las que se han vistos envueltos los países del Tercer Mundo y también de
Europa ( la guerra de los Balcanes trajo como consecuencia la desmembración de Yugoeslavia)
Mientras que en Cataluña ha prevalecido
la civilidad y el pacifismo sin que ningún movimiento de resistencia armada
haya intervenido (en contraposición con el IRA irlandés o ETA en el País Vasco) Los catalanes han
preferido realizar un Woodstock con
grandes marchas y eventos culturales o artísticos denominado la revolución de las sonrisas, la
revolución de los besos, de las flores y la poesía. No ha existido ningún tipo de enfrentamiento
que derivara en muertes o heridos
graves. Si ha existido violencia está la ha ejercido el reino de España.
“Esos traidores que han puesto en
peligro la sagrada unidad de España deben ser castigados ejemplarmente” En esa
frase se resume las ansias de venganza del españolismo. Piensan
los más fundamentalistas que es mejor aplicar un 155 con todas las de la ley
para hacer una limpieza total y a fondo. Por ejemplo, cerrar la TV3,
Catalunya Ràdio, el AVUI, ilegalizar las entidades independentistas,
privilegiar la enseñanza del español, realizar
una “desnasificacion” o “descatalanización” sin complejos si se quiere recuperar
la libertad en Cataluña. Es imprescindible desplegar en Cataluña una
campaña de formación del espíritu nacional
para forjar buenos españoles respetuosos
de los símbolos patrios y de su pasado glorioso.
La crisis catalana ha traído como
consecuencia un increíble repunte del nacionalismo español y un renacer de la
derecha neo franquista. Es tal el impacto que al PP
se le acusa de tibieza al no aplicar con todo el rigor el artículo 155 de la Constitución.
Ciudadanos es el que han sacado mayor
provecho de este insólito desafío por su defensa a ultranza de la corona y la españolidad
y según todas las encuestas se proyecta como el partido ganador en las próximas
elecciones generales.
Carlos de Urabá 2018
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