El héroe de la resistencia contra
Hitler fue condecorado con la Orden del Mérito Nacional por el gobierno
francés.
El golpe de estado cometido a
traición por el general Franco el día
18 de julio del 1936 contra el
gobierno legítimamente constituido de la república fue a todas luces uno de los
desastres más espantosos que haya padecido España en su historia más reciente.
Además de sembrar la destrucción y la muerte dividió a la sociedad española en
dos bandos casi irreconciliables. Las
tropas franquistas y sus aliados nazis e italianos utilizaron los métodos más
crueles para reprimir la resistencia popular con el bombardeo de pueblos y ciudades,
matanzas, fusilamientos, juicios sumarísimos, cárceles, torturas, proscritos y
exiliados.
El protagonista de la historia
que vamos a relatar es la del señor José
Antonio Alonso Alcalde, nacido el 14
de abril de 1919 en el Entrego, Asturias,
e hijo de una familia de mineros emigrados a Tarragona. Este hombre a los 17
años de edad tuvo que alistarse en el ejército republicano para defender la
legalidad constitucional amenazada por la sublevación del ejército español de
África. José Antonio Alonso igual que lo hiciera miles y miles de jóvenes fue consecuente
y asumió el reto de incorporarse a filas dispuesto a entregar su vida por defender
la justicia y la libertad.
José Antonio Alonso con sus 95 años a cuestas y gracias a su prodigiosa memoria es uno de los pocos guerrilleros
supervivientes que nos puede brindar un testimonio fidedigno acerca de esos
históricos acontecimientos. Su bautizo de fuego lo tuvo en la batalla del Segre, en la que participó engrosando las filas en
la 42 brigada mixta de la 32 división.
El general Yagüe, un veterano de la guerra colonial africana, avanzaba
imparable con las tropas nacionales compuestas de regulares marroquíes, falangistas, requetés navarros apoyados por de la aviación alemana e
italiana. Con el tremendo desgaste del ejército
rojo en la batalla del Segre y su
posterior derrota en la batalla del Ebro
rompió las líneas del frente de Cataluña
dejando el camino expedito a los Nacionales hacia Barcelona.
La suerte estaba echada y a
finales del año 1938 el ejército republicano de Cataluña al mando del general Vicente Rojo a causa de la inferioridad
numérica, la falta de armamento y munición, se derrumbó. Poco podía hacer ya el
gobierno de la república ante una situación tan desesperada porque Francia, Gran Bretaña o los Estados Unidos los dejaron completamente abandonados. La única esperanza
que los mantenía en guardia era el apoyo que recibían de la Unión Soviética.
El 26 de enero de 1939 sin apenas prestar resistencia cae Barcelona en
manos de las tropas nacionales. Aunque
días antes ya había comenzado lo que los
historiadores denominarían como “la retirada”
o la caótica huida de miles de militares y partidarios de la república rumbo a
la frontera francesa. El día El 24 de febrero de 1939 el gobierno
francés reconoce a Franco, y el 27 de febrero lo secunda Gran Bretaña; unos
días después, Estados Unidos. De esta
manera el “generalísimo” es legitimado por las potencias mundiales capitalistas
que prefirieron al fascismo antes que el comunismo
estalinista se instaurara en España.
El día 1 de abril de 1939 el general Franco firma el último parte de
guerra en el cuartel general de Burgos proclamando el triunfo de la “gloriosa
cruzada nacional”.
Al final fueron más de medio millón
de personas completamente desmoralizadas cruzan los Pirineos buscando asilo en territorio francés. José Antonio Alonso hace
parte del éxodo y el día 13 de febrero
de 1939 pasará junto a su brigada
por el puesto fronterizo de Prats –de-
Mollo – por allí también escapan: Azaña,
Martínez Barrio, el president de la Generalitat Companys y el
Lendakari José Antonio Aguirre. La gendarmería francesa les depara la más
despreciable de las bienvenidas pues su destino no será otro que los campos de
concentración. El gobierno de Deladier
ha ordenado que se les trate como extranjeros indeseables “delincuentes que
ponen en peligro la seguridad del estado”. Desarmados, divididos por grupos; por un lado los hombres
y los milicianos, y por el otro las mujeres y los niños fueron conducidos a distintas localidades
como Argeles –sur- Mer, Saint Cyprien-Barcarés, Bram, Gurs, Septfonds donde se
les confinó en terrenos baldíos rodeados de alambre de púas bajo la atenta
vigilancia de los tiradores senegaleses, los soldados coloniales marroquíes y los guardias móviles. A la intemperie
tuvieron que soportar las inclemencias climáticas y la falta de alimentos. Ante
unas condiciones tan extremas los más
débiles agonizaban devorados por las plagas de piojos y garrapatas. A las dos o
tres semanas les instalaron tiendas de campaña y poco después ellos mismos tuvieron que
levantar sus propios barracones. Los refugiados
jamás imaginaron el tremendo castigo que iban a padecer y muchos prefirieron volver
a España (a pesar de las represalias que les aguardaban) antes que seguir soportando tamaña humillación.
El gobierno francés con el
propósito de explotar la mano de obra de los refugiados creó las Compañías de Trabajadores Extranjeros que
surtían de peones y obreros sectores tales como la agricultura, la industria o
la construcción. Cada trabajador recibía una paga diaria de 50 céntimos, un
paquete de cigarrillos y sellos para mandar cartas a sus familiares.
Desde luego que a los derrotados
de la guerra civil les había caído una maldición porque a los pocos meses estalló
la Segunda Guerra Mundial. De
inmediato las Compañías de Trabajo –entre las que se encontraba la de José Antonio Alonso- fueron transferidas hasta
la frontera belga (La Meuse) para abrir
trincheras y reforzar las fortificaciones a lo largo de la línea Maginot. El gobierno francés debía tomar las debidas
precauciones ante la amenaza del poderío bélico Nazi.
El día 10 de mayo de 1940 el ejército alemán utilizando la táctica
de “guerra relámpago” invade Bélgica y días después penetra en
Francia por la zona de las Ardenas.
Un golpe de mano muy bien planificado por Hitler
y su alto Estado Mayor que anula por completo las defensas de la Línea
Maginot. La población francesa al saberse desprotegida presa del pánico huye en
desbandada hacia el interior del país. En los Vosges miles de trabajadores españoles cayeron en manos de los
nazis que sin compasión los deportaron en trenes rumbo a Mauthausen – más adelante a Dachau,
Buchenwakld- donde en régimen de esclavitud tuvieron que construir
su propia cárcel. Este gigantesco campo de concentración luego se haría
tristemente célebre en el holocausto
judío. Según las estadísticas reflejadas por los historiadores 4.440 republicanos españoles perdieron
la vida en esas fábricas de terror y muerte. José
Antonio Alonso felizmente consigue
evadirse y regresa a Toulouse, en el
sur de Francia, donde se reintegra a su compañía de trabajo.
En mayo de 1940 el presidente del Consejo de Ministros francés Paul Reynaud desde Burdeos envía un
telegrama a Londres anunciando la catástrofe: “Estamos derrotados, hemos sido vencidos” A continuación renuncia y entrega el poder al ultraderechista Laval que dividió el país entre la zona ocupada y la Francia libre con sede en Vichy. En esta última será nombrado en el
cargo de Primer Ministro el mariscal
Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial.
El gobierno colaboracionista de Vichy organiza el Servicio de Trabajo Obligatorio para explotar la mano de obra de
los refugiados y prisioneros políticos en las fábricas de armamento, la minería
–hierro, carbón- la confección de equipos militares, construcción de líneas
defensivas, carreteras, puertos,
aeródromos, etc.
El 15 de junio del 2014 en el pueblo de Vira, en el Ariege, (sud-oeste
de Francia) -para festejar los 75 años de la liberación de Francia de las
garras del fascismo- se le rindió un sentido homenaje por parte de las
autoridades francesas al señor José
Antonio Alonso, alias comandante “Robert” -uno de los últimos guerrilleros españoles de
la resistencia antifascista-. En una emotiva ceremonia a la que asistieron el Ministro Delegado de Antiguos Combatientes,
Kader Arif, las autoridades locales
y un numeroso público, recibió de manos del presidente del Senado francés, monsieur
Jean Pierre Bell, la Orden del Mérito
Nacional por su brillante papel en la liberación de Foix, Ariege.( también cuenta en su haber
las medallas de Caballero Oficial de la Legión de Honor de
Francia, Caballero de la Legión de la República Polaca, medalla de Lealtad a la
República Española, Roseta de Primer Orden Nacional francés)
Por ahora ni el gobierno español
ni el asturiano se han negado rendirle un justo reconocimiento a este heroico
combatiente.
El comandante “Robert” declara
que la campaña guerrillera todavía no ha terminado, la misión está inconclusa
pues en España reina un soberano heredero del franquismo. Y aunque él esté postrado en una silla de ruedas
se mantiene firme y en pie de lucha. Sus
ideales libertarios y republicanos bullen de rabia y de dolor.
El comandante se nota muy compungido
al comprobar como el fascismo gana terreno a pasos agigantados en el panorama político
actual. Según lo demuestra el resultado de las últimas elecciones europeas donde
la ultraderecha xenófoba y racista ha obtenido un espectacular crecimiento.
Especialmente en Francia donde el FN de
Le Pen, ha alcanzado el 26% de los votos
colocándose como la primera fuerza política. ¿Qué podrá pensar una persona que se jugó la
vida contra el nazismo cuando los colaboracionistas toman las posiciones de
vanguardia?
El comandante Robert no da
crédito a lo que está sucediendo, a estas alturas tan cerca a cumplir cien años se
le encoge el alma. Como si fuera poco en
España los partidos de la derecha monárquica, PSOE y PP, son los máximos
defensores de los intereses de la oligarquía, la aristocracia, los banqueros,
empresarios o la iglesia católica. La corrupción y el desfalco irreversiblemente
arrastra al país a la crisis económica que intentan paliar aplicando medidas de
choque (privatización, austeridad y precariedad laboral) que empobrecen aún más
a la clase trabajadora.
En el año 1943 la compañía de José
Antonio Alonso fue trasladada a Burdeos
para trabajar en la construcción de una base
de submarinos nazis. Allí permanecerá un par de semanas hasta que logra
fugarse. Junto a otros compañeros se dirige a Saint Etienne y Roanne, en el
departamento del Loire, para intentar ubicar a sus camaradas del Partido Comunista. Lamentablemente es detenido y confinado en un campo de concentración donde se
encarga de desguazar antiguos cañones de la primera guerra mundial para
remitirlos a las fábricas de armamento en Alemania.
La mayor parte de las compañías de trabajadores se encontraban
infiltradas por militantes del partido comunista español y el francés que poco
a poco fueron ingresando en la resistencia; primero en misiones de espionaje, proselitismo y propaganda y luego en actos de
sabotaje y emboscadas. Es entonces cuando José Antonio Alonso inicia su carrera
de guerrillero. En homenaje a uno de sus camaradas fallecido de un cáncer elige
el alias de “Robert” y pasa definitivamente a la clandestinidad.
Gracias a un contacto que le
proporcionan los propios militantes del partido viaja hasta el Ariege, en el sur de Francia, donde se
suma a las filas de la Tercera Brigada
de Guerrilleros Españoles.-donde más adelante asumirá el liderazgo- En un principio no contaba más que con siete miembros, dos pistolas y siete granadas.
Pero poco a poco fue creciendo su número hasta que al final de la contienda se
contabilizaron 300 guerrilleros. Su principal objetivo era el crear un clima de
inseguridad entre las tropas alemanas. Aprovechando
la accidentada orografía de las montañas pirenaicas con coraje y valentía se
dedicaron a sabotear fábricas, vías ferroviarias, centrales eléctricas, líneas
telefónicas, etc.
Finalmente la noche del día 19 de agosto de 1944 la
Tercera Brigada de Guerrilleros Españoles al mando del comandante “Robert” lanza
el ataque definitivo contra la ciudad de Foix, centro neurálgico del nazismo en
la región. En menos de cuatro horas el destacamento de la Wehrmacht nazi se rinde. Allí tenían de rodillas a esa supuesta
raza superior que tanto los había despreciado. La población civil celebró su
liberación con una explosión de júbilo inolvidable que hasta hoy en día se
recuerda con emoción.
El comandante “Robert”, Jefe del estado mayor de la 3 brigada de guerrilleros españoles del Ariege al lado de otro
asturiano, Cristino García, de la 21 brigada del XIV del cuerpo de
guerrilleros españoles les Franc-Tireurs Partisans pertenecientes al FTP-PCF
escribieron una de las páginas más gloriosas de la resistencia antifascista en
el sur de Francia.
Al finalizar la Segunda Guerra
Mundial con la victoria aliada los republicanos españoles no depusieron las
armas pues tenían que saldar una cuenta pendiente con el franquismo.
Para este fin se alistaron 3.000 combatientes de la 204 división de
guerrilleros de la FFI-UNE encabezada por el Coronel López Tovar con el objetivo de infiltrarse por el Valle de Arán (La operación “Reconquista de España”) y crear una
cabeza de puente donde instalar al Gobierno de la República en el exilio. Al liberar esa hipotética zona exigirían la
solidaridad de los aliados con el propósito de derrocar a Franco. A tales
efectos el PCE envió al jefe de la 158 división de Guerrilleros Españoles Cristino García a organizar la lucha
clandestina contra la dictadura en Madrid. Pero desafortunadamente
fue detenido y tras un juicio sumarísimo fue ejecutado el 21 de febrero de 1946 en la cárcel de Carabanchel. El gobierno
francés en desagravio lo nombró héroe
nacional de Francia y símbolo de la resistencia nazi.
En vista de los continuos ataques
que cometían los guerrilleros españoles a lo largo de la frontera española el general de Gaulle decidió transformarlos
en Patrullas de Seguridad. Unos meses más tarde serían disueltas y todos sus
componentes licenciados. De Gaulle apostó
por recomponer las relaciones con España y mantener una actitud conciliadora
con el “generalísimo”. Este cínico
traidor no supo recompensar el sacrificio de los maquis españoles a los que
durante el desfile de la victoria en los Campos Elíseos, juró “no olvidar jamás por su lucha en pos de la
liberación de Francia”.
El comandante “Robert” no es una
reliquia que se coloca en un museo sino la viva voz de un guerrillero que,
aunque derrotado en la guerra de España, supo sobreponerse al infortunio y sepultar
la bestia del fascismo.
Hoy en el ocaso de su existencia su
único deseo es el de ver pronto instaurada
la III República. Un anhelo que
no puede quedarse solo en un sueño romántico representado por himnos y el
ondear de banderas en las manifestaciones multitudinarias. Ahora que el rey ha
abdicado es el momento preciso para minar
los cimientos de la decadente monarquía. El pueblo español tiene que
recuperar su conciencia y quitarse de encima ese indignante estigma de súbditos
o siervos de un monarca, antes que ciudadanos libres y soberanos.
Carlos de Urabá 2014