Josep Almudéver
(Marsella 1919) a
estas alturas de su existencia no ha perdido ni un ápice el espíritu combativo
de los brigadistas internacionales. Este es un caso excepcional pues a pesar de
su avanzada edad continúa firme y en guardia
sin que sus convicciones se hayan alterado en lo más mínimo. Los
testimonios de la Guerra Civil española
permanecen muy frescos en su mente y es capaz de recordar hasta los más nimios
detalles de los sucesos históricos que se desarrollaron hace más de 75 años.
Una lucidez tan prodigiosa es muy difícil de encontrar puesto que la mayoría de
los protagonistas de esos acontecimientos ya han fallecido.
Josep Almudever desde muy temprana edad empezó a manifestar
un espíritu rebelde que contradecía las normas de la sociedad conservadora de
la época. A los 5 años demostrando un
alto grado de irreverencia negaba ya la existencia de Dios y se oponía a las
injusticias que condenaban al pueblo a la miseria. En esa España de principios del siglo XX en la
que reinaba la ignorancia y la sumisión al orden establecido él se dedicó a la
tarea de instruirse hasta alcanzar un nivel de educación privilegiado. Tan alto
nivel cultural le permitió convertirse en un precoz maestro que impartía clases
a los analfabetos del pueblo natal de sus padres, Alcásser
(Valencia).
En la actualidad y, aunque el inexorable paso del tiempo le
ha mermado sus facultades, mantiene un
estado físico envidiable. Sobre todo,
sus ideas permanecen inalterables, claras
y contundentes. Y es que estamos
hablando de un hombre casi centenario que se niega a renunciar a su alma
adolescente que le permite vivir optimista e
ilusionado. Incluso llega hasta el punto de predecir los sucesos del
futuro que por fuerza tienen que conducirnos a un destino libertario.
Haciendo honor a su apodo de “petit”, en 1936, siendo un menor de edad, se alistó voluntariamente
en la columna “Pablo Iglesias” del Partido Socialista de Valencia. Se lo jugó
todo en defensa de los principios
humanistas de su amada República amenazados por el golpe de estado dirigido por
el traidor general Francisco Franco.
Dos años después ingresó en la 129
brigada Batería Italiana Carlos Roselli de las Brigadas Internacionales. Allí estuvo combatiendo hasta que el Comité de no Intervención los desmovilizó
y tuvieron que abandonar el territorio español rumbo a Francia.
Es entonces cuando el régimen franquista para sembrar la
zozobra y el terror le envía una carta a su familia anunciándole que: “Josep Almudéver ha sido fusilado en Castellón a las 5 de la mañana del día 18 de enero
de 1938 por el atroz delito de traición a la patria” El día que por sorpresa regresó a Alcásser los
vecinos y familiares cayeron presa de un ataque de pánico pues creyeron que se trataba de un ánima en
pena.
En Marsella, obsesionado
con las penalidades que afligían al pueblo español, y ya licenciado de las
Brigadas Internacionales- a sabiendas de que la guerra estaba prácticamente
perdida- se puso en contacto con el consulado español exigiendo que se le
enviara nuevamente al frente para sumarse a la resistencia. Contra todo
pronóstico volvió en un barco inglés que logró romper el bloqueo impuesto al puerto
de Valencia por las tropas franquistas y sus aliados las potencias del eje.
Josep Almudéver justo un día antes de la caída de Valencia en
manos del ejército fascista se alistó en el arma de aviación. Pero al comprobar
que era imposible revertir la derrota tuvo
que huir de Alcásser en compañía de su padre al puerto de Alicante -al ser declarado éste zona internacional-. Esperaron un buque
que nunca llegó y por desgracia el 1 abril de 1939 fue detenido y confinado en
el tristemente célebre campo de concentración de Albatera (él es el último superviviente) donde compartió torturas,
hambre y grandes penalidades junto a los otros 17.000 presos republicanos. Todavía hoy le persiguen las pesadillas
causadas por el trauma que le supuso –obligado por los carceleros falangistas-el
contemplar los fusilamientos de sus compañeros que agonizantes lanzaban espantosos
alaridos. Y quizás lo más cruel es que él no sabía si al día siguiente sería el
próximo en pasar al paredón.
El día 26 de octubre de
1939 se desmantela
el campo de Albatera y es transferido a Portacelli; luego a la Cárcel Modelo hasta agosto de 1942. Por
subvertir el orden y trasgredir los artículos
238 y 242 se le condena
a muerte. Sentencia que posteriormente es conmutada por la de 30 años y más
adelante se le rebaja a 12 años y un día hasta que sale en libertad condicional
de la prisión provisional de Aranjuez
el 19 noviembre de 1942.
Para completar su hazaña no da su brazo a torcer y en el año
1943 se enrola en las filas de la
Agrupación Guerrillera de Levante donde dirigió el Comité Comarcal de Catarroja hasta el año 1947.
En el combate contra la dictadura franquista sus dos compañeros de Silla, que cumplían funciones de inteligencia, fueron
descubiertos y fusilados. Almudéver logra escapar por los pelos del cadalso
y se ve obligado a partir a Barcelona donde le prestan la ayuda necesaria para
clandestinamente cruzar los Pirineos y exiliarse en Francia.
Para Almudéver los sacrificios padecidos en su lucha
guerrillera hacen parte de los gajes del oficio; para él son galones que luce
orgulloso en su conciencia pues con toda
las fuerzas de su alma tan sólo pretendía entregar su vida en honor a su amada República.
Él pertenece a la estirpe de aquellos personajes que les mueven los ideales
utópicos o el romanticismo revolucionario. Es decir, gentes que son capaces de
despreciar su propia vida por la justicia y la libertad de su pueblo. Porque el bien común está por encima de los intereses individuales. Y este
es el caso de los miles de brigadistas abandonaron sus países de origen y solidariamente renunciaron a sus trabajos, a
sus familias, novias o esposas e hijos y se marcharon a rescatar a España de las garras del fascismo.
Almudéver aunque parezca mentira insiste en que su misión
todavía no ha terminado porque España se encuentra sometida a las veleidades de
un gobierno ilegítimo representado por la Monarquía
Borbónica. Y él, tal y como lo
hiciera en su juventud, está listo a engrosar las filas de la insurrección con
tal de ayudar a instaurar la III
República. Fiel a los versos del
poeta peruano Cesar Vallejo que
escribió en su obra “España aparta de mí
este cáliz”: “Niños del mundo si cae
España, si la madre España cae-digo es un decir- ¡salid, niños del mundo; id a
buscarla!
Este brigadista impenitente nos deja perplejos: con 95 años
todavía sigue realizando sus ejercicios físicos en una bicicleta estática, con
sus 95 años cultiva en su huerto tomates,
lechugas y cebollas, con sus 95 años a
cuestas se pasea alegremente por los campos del Ariege,
una región del sur de Francia situada al pie de las montañas pirenaicas. Su
mirada se pierde en el horizonte tal vez soñando con revivir las antiguas epopeyas
con sus camaradas de armas.
Este albañil de profesión e intelectual ilustrado, no hace más
que leer y releer libros. Estudioso de la
historia de la España y de la realidad política actual lanza un
furibundo alegato contra el sistema
monárquico heredero del dictador Franco. Almudéver sigue activo, no tiene
un minuto de descanso y ahora se dedica a impartir conferencias a donde le
llamen dispuesto a refrescar la memoria de los estudiantes en los institutos y universidades.
Su rutina se resume al continuo aprendizaje y, en especial este año 2014, en dar los últimos toques de sus memorias que
pronto serán publicadas en España.
Realmente estamos ante un verdadero fenómeno, una figura integra que merece todo nuestro respeto.
Su valentía y dignidad lo honran.
Este extraordinario caso nos debe hacer reflexionar aún más hoy cuando la crisis económica e institucional corroe España. Y es que desde la Casa Real hasta la casta política
monárquica se dedican por entero a la corrupción y el desfalco. Sin ningún
escrúpulo los servidores públicos pisotean los principios éticos y morales aprovechándose
de la inmunidad que les otorga el voto ciudadano, que no es más que una patente
de corso para robar a manos llenas las arcas del estado.
De ahí que el ejemplo del Brigadista Almudéver nos devuelva
la confianza en el ser humano que sin contemplaciones se entrega al compromiso
revolucionario. Josep cual poeta enamorado abre un libro de Miguel Hernández y recita altivo uno de
sus versos: “Cantando espero a la muerte/ que hay
ruiseñores que cantan/ encima de los fusiles/ y en medio de las batallas”
Almudéver asevera que no se rinde, que todavía le quedan alientos, si es necesario, para cruzar los Pirineos
a pie y unirse a la resistencia contra ese sistema feudal monárquico que vampiriza a sus “súbditos”
Es increíble que las élites franquistas, la aristocracia, los militares y
clérigos aún permanezcan en el poder y,
lo peor de todo, avalados por los
partidos de izquierda que traicionaron los principios de la clase obrera y el
proletariado. Su corazón late más fuerte que nunca cuando
levanta el puño en alto y pronuncia el clásico lema brigadista “¡Por vuestra libertad y por la nuestra!”
Tanta vitalidad nos deja anonadados más
aún cuando las nuevas generaciones criadas bajo este sistema capitalista burgués
lo único que buscan es el goce y el placer.
Aconsejo a los lectores observar con toda la atención este
documental que rodamos en su casa de la Tour-du-Crieu en el Ariege (Francia) donde se refleja con toda la
magnitud su irreverente personalidad. Dejando a un lado las descripciones retóricas
o las lisonjas fugaces las imágenes valen más que mil palabras. Este es nuestro
humilde homenaje al glorioso brigadista y guerrillero Josep Almudéver cuyo
recuerdo permanecerá eternamente en nuestros corazones.
Carlos de Urabá 2014
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