El día en que Israel
comenzó la operación Margen Protector
con un diluvio de bombas y misiles la Dra.
Swee Chai Ang se encontraba en el East
London Hospital ejerciendo sus funciones de cirujano ortopédico. Ella de
inmediato supo que esa criminal ofensiva contra una población civil indefensa con
toda seguridad dejaría infinidad de muertos y heridos. Pasaron un par de semanas y las noticias no
podían ser más preocupantes pues los ataques se recrudecieron e incluso los hospitales y centros de salud resultaron
demolidos por los misiles. Así que ante tan
dramática emergencia la Dra. Swee haciendo gala de su férreo carácter y sin
perder un minuto compró un pasaje de avión Londres
–Tel Aviv y se dirigió al aeropuerto
de Heathrow para embarcarse en el
vuelo BAO 167 de British Airways
impaciente por arribar lo antes posible a su destino. Como especialista en el área de cirugía ortopédica
y consciente de las carencias de los hospitales de Gaza para atender a las
innumerables víctimas, sabía que su presencia era imprescindible. A pesar del
bloqueo impuesto por la campaña militar sionista no cabía otra posibilidad que
arriesgarse a entrar en Gaza por el
paso de Heretz controlado por Israel,
pues el de Rafah, en Egipto, se encuentra cerrado por orden del gobierno de Al Sisi.
Al pasar por el control
aduanero en el aeropuerto Ben Gurión
fue retenida por los funcionarios judíos que de inmediato la
condujeron a una sala de espera mientras investigaban su pasaporte. Desde allí
un agente de policía la trasladó a un sombrío calabozo donde estuvo aislada
unas cuantas horas hasta que le comunicaron que ella estaba en la lista de los
activistas extranjeros amigos de Palestina. Una auxiliadora de los “terroristas
de Hamas” no era bienvenida en Israel y por
lo tanto sería deportada en el próximo avión que saliera con destino a Gran
Bretaña.
Existen personajes que se
han entregado de cuerpo y alma a la causa del pueblo palestino, personajes
completamente ajenos al conflicto árabe-israelí pero que han demostrado con
creces un compromiso solidario inquebrantable. Este es el increíble y novelesco caso de la Dra. Swee Chai Ang nacida en Singapur, aunque de origen chino, que
se ha convertido en el “ángel guardián
de los palestinos”. Más conocida en el ámbito anglosajón puesto que reside
y trabaja en Londres y de ahí que pase prácticamente desapercibida en España o
América Latina. Pero es injusto que se mantenga en el anonimato una figura de
tan notable relevancia.
La Dra. Swee fue educada
en una comunidad cristiana que profesaba gran admiración al Israel bíblico. Los
descendientes del rey David y el rey Salomón merecían las mayores alabanzas y oraciones pues no por casualidad
Dios eligió a Moisés para conducir a su pueblo a la tierra prometida. Algo del
todo incomprensible pues los judíos fueron quienes condenaron a Jesucristo a morir
en la cruz al considerarlo un falso mesías.
En el verano de 1982 iba
a suceder un hecho trascendental que cambiaría completamente la vida de aquella
joven doctora que estudió medicina y se especializo en cirugía ortopédica en el
Royal Victoria Infirmary. De repente
los noticieros de televisión empezaron a transmitir la noticia de que Israel
había invadido el Líbano en la tristemente famosa operación Paz para Galilea. Una ofensiva que provocó
una catástrofe humanitaria sin precedentes La Dra.
Swee al contemplar las imágenes de muerte y destrucción causadas por los
bombardeos de la aviación israelí y el fuego de su artillería quedó muy
impactada. Las víctimas se multiplicaban
por doquier y, sobre todo, el sufrimiento de los niños o de los ancianos le
rompió el corazón. La prensa
internacional le echaba la culpa de la tragedia a la OLP,
un grupo “terrorista palestino” que ponían bombas y secuestraban aviones. Como
los guerrilleros fedayines se infiltraban por el norte de Israel cometiendo numerosos
atentados, el ejército sionista se vio obligado a defender la soberanía patria
-argumentaban los analistas.
Ante el llamado urgente
emitido por la organización Christian
Aid en busca de médicos para hacer frente a la emergencia humanitaria en el
Líbano, la Dra. Swee no lo dudó dos veces y renunció a su puesto de cirujana en
el St. Thomas Hospital de Londres
para sumarse a la lista de voluntarios. En menos de una semana se arreglaron
sus papeles- pues carecía de pasaporte al ser una refugiada política- y viajó a
Beirut dispuesta a integrar el equipo de médicos extranjeros. Su misión no
sería otra que la de atender a las víctimas de la guerra- especialmente a los
pobladores de los campamentos de refugiados que eran los más vulnerables.
Y de esta forma se
encontró por vez primera con el pueblo palestino cuya existencia ignoraba por
completo. Y lo cierto es que le impresionó la calidez y cariñosa hospitalidad
con que fue recibida por aquellos supuestos “terroristas”.
En principio la enviaron
al hospital de Akka en las inmediaciones
de Sabra y, luego, por orden de la Media
Luna Roja palestina, es trasladada al hospital
de Gaza en Chatila para que
dirigiera la sección de ortopedia.
Tras semanas de brutal
ofensiva por parte del ejército israelí el 70% del sector de Beirut Oeste
quedó arrasado por completo. La prensa local afirmaba que el Tzahal venía a limpiar la mala hierba de
los “terroristas de la OLP” que tanto daño causaba al gobierno libanés. La gente perdió sus hogares y se vio obligada
a sobrevivir como indigentes tirados en las calles; les faltaba la comida y el
agua o las medicinas y los muertos se
contaban por millares.
La condición que exigía
Israel para detener los bombardeos era que la OLP abandonara inmediatamente Beirut.
Gracias a la intervención de EE.UU (el
gobierno de Ronald Reagan) se logró un acuerdo mediante el cual la OLP sería
evacuada por vía marítima hacia Túnez y otros países árabes. 15.000 de sus mejores hombres, milicianos, los
políticos, los médicos, los profesores tuvieron que partir al exilio dejando
atrás a sus familias y hogares. Para
garantizar la seguridad de la población civil las potencias occidentales
enviaron una Fuerza Multinacional de Interposición
que al cabo de algunas semanas se retiraron dejándolos completamente
desprotegidos.
El
14 de septiembre de 1982 se produjo un atentado que mató al
recién elegido presidente el falangista Bachir Gemayel junto a 40 de sus
correligionarios. Una acción que desató la ira de la comunidad cristiana maronita
que juró vengar su memoria. Las tropas
hebreas que se habían mantenido a la expectativa penetraron en Beirut Oeste para
imponer la ley el orden y perseguir a los miles de fedayines que -según los
organismos de inteligencia- todavía permanecían escondidos en los campamentos
de refugiados.
La misión de eliminar a
los “peligrosos terroristas” le fue
designada a los Hadad y los cristianos
falangistas Kataeb. Ambos grupos se
encargarían del trabajo sucio mientras Israel los apoyaría en la retaguardia facilitándoles
armas y pertrechos. De esta manera del
día 16 al 18 de septiembre de 1982
se llevó a cabo la cruel operación de exterminio conocida como la matanza de Sabra y Chatila. La Dra.
Swee que se encontraba atendiendo a los refugiados en el hospital Gaza fue
testigo excepcional de la misma. A pesar
de que su vida estaba en peligro permaneció valerosamente en guardia en la sala
de cirugía operando a los innumerables heridos que llegaban en gravísimo estado,
muchos de ellos agonizantes o muertos por disparos, estallido de granadas o torturados con armas blancas.
Durante 24 horas seguidas pasaron por el quirófano desde niños, mujeres,
ancianos o jóvenes que se resistieron al asalto. Aunque muchos de ellos por la
falta de medicinas y los medios suficientes irremediablemente murieron y muy
pronto la morgue no daba abasto para acumular tantos cadáveres. Los médicos impotentes
tan sólo les quedaba orar para que se acabara de una vez por todas el demencial
martirio.
Los Hadad y Kataeb,
falangistas cristianos aliados de Israel cometieron este bárbaro genocidio que
dejó más de 3.000 muertos. Todavía hoy la Dra. Swee mantiene muy fresco en su memoria todo lo acontecido
en esos trágicos días del mes de septiembre de 1982. Porque ella tuvo el coraje
de recorrer el campamento de refugiados y ver los cuerpos amontonados en
hileras con claros signos de haber sido torturados pudriéndose al sol. El hedor que producían los cadáveres era
insoportable y las nubes de moscas casi que le impedía hasta caminar. Esos
horribles muecas de espanto que se marcaban en los rostros de los cadáveres
todavía le persiguen en sus pesadillas.
La matanza de Sabra y
Chatila supuso para la Dra. Swee un demoledor golpe que la dejó en un estado de
shock del que todavía no se ha repuesto. Con tan sólo recordar esos luctuosos
acontecimientos se le vienen las lágrimas. A
partir de entonces la Dra. Swee juró
comprometerse el resto de su vida a la causa del pueblo palestino. Una cristiana como ella no comprendía el por
qué otros cristianos cometieron ese acto tan despreciable. El pueblo palestino
estaba por encima de los asuntos confesionales y no admitía ninguna discusión
teológica. Los derechos humanos no podían ser pisoteados de una manera tan
humillante.
Arriesgó su vida por
ayudar a los demás pues en cualquier momento ella también hubiera podido caer bajo
las balas o los machetes y hachas utilizados por los asesinos o quizás
ejecutada y desaparecida en cualquier fosa común para borrar su rastro. A fin y
al cabo era una extranjera que se dedicaba a curar a “peligrosos terroristas”.
Pero armada de valor y con sangre fría se mantuvo firme las 24 horas en la sala
de operaciones cumpliendo con su deber sin que le temblara el pulso.
Y cuando el gobierno de
Israel puso en marcha las investigaciones sobre la matanza de Sabra y Chatila tras
las multitudinarias protestas de los ciudadanos judíos que exigieron que se
juzgara el comportamiento del Tzahal en la guerra del Libano, la Dra. Swee se
ofreció sin dilaciones para dar su versión de los hechos. Entonces fue
trasladada junto a otros testigos ante un tribunal de Jerusalén para presentar
su testimonio ante la comisión Kahan. En voz alta valientemente señaló a los
culpables: los militares israelíes, los falangistas cristianos, los Hadad y en
especial a Ariel Sharon que prefirió ausentarse de la sala. Al final los mandos del ejército
israelí y su Ministro de Defensa fueron encontrados culpables de negligencia y responsabilidad
indirecta en el genocidio.
Desde entonces se ha dedicado
apasionadamente a la defensa a ultranza del pueblo palestino. La Dra. Swee ha sido adoptada como una hija,
como una hermana, o como una madre más por una sociedad que no es la suya pero
que la ama inmensidades. Y a pesar que no domina la lengua árabe siempre hay alguien
que ejerce de intérprete para que pueda comunicarse con su “nueva familia”.
En el año de 1984 la doctora
junto con otros médicos británicos fundan la organización Medical Aid for Palestinians con el objetivo de recolectar fondos
para mantener los proyectos en marcha. En estos 32 años han sido incontables
sus viajes a Líbano, Cisjordania, Gaza y Jordania siempre preocupada por
prestar sus servicios a los más humildes: refugiados, huérfanos, mutilados. Lo
que más le asombra del pueblo palestino es
su capacidad para renacer de las cenizas; el optimismo con que reconstruyen
sus casas, la vitalidad con que vuelven a florecer las flores en los jardines y
en especial como surge invicta entre la metralla la sonrisa de los niños imponiéndose
ante cualquier resquicio de fatalidad. Aunque les caigan encima un millón de
bombas siempre se levantarán de sus tumbas.
Hay esperanza para Palestina
y una prueba de ello es el infinito coraje de un pueblo decidido a resistir
hasta las últimas consecuencias. Un sentimiento que se refleja en una foto que
ella tomó entre los restos de una casa destruida por los bombardeos donde se
observan a varios niños huérfanos con las manos en alto haciendo la v de la
victoria.
Y para que todos estos
hechos históricos de los que ha sido testigo no se pierda en el olvido la Dra. Swee, en el
año 1989, publica con la editorial Grafton
Books un libro intitulado From
Beirut to Jerusalem (una mujer cirujano con los palestinos) en el que narra
sus experiencias durante aquellos duros años en el que cumplió sus funciones
como médico voluntario en el Líbano. Ahora está obra se ha vuelto a reeditar en
2011 añadiendo un capítulo especial dedicado a Gaza.
Entre los años 1985 y
1988 la Dra. Swee siguió realizando su trabajo humanitario en los campamentos
de Sabra
y Chatila, Burj-el Barajneh y Rashiddyeh
que sufrieron violentos ataques por parte de la milicia Amal (un grupo chiita de Al Sadr) los falangistas cristianos y el prosirio Frente de Salvación Nacional Palestino.
Los fedayines palestinos contaron con el apoyo de los Drusos, los musulmanes
sunitas y Hezbollah en la mejor
conocida como “guerra de los
campamentos” en el que dirimía sus diferencias el régimen de Damasco y Yasir Arafat y que se saldó con más de 2.500 muertos. Y en ese
entonces nuestra protagonista se encontraba en primera línea de fuego
acometiendo heroicamente su labor de médico cirujano en la sala de operaciones.
En el año 1987 la Dra.
Swee es enviada por los refugiados palestinos del Líbano originarios de Gaza
para que visite a sus familiares en la franja. Aprovechando oportunidad fue acogida como médico
voluntario en el Al Ahli Arab Hospital.
Lamentablemente en el mes de diciembre estalló la Primera Intifada o la “guerra
de las piedras” y el ejército israelí bombardeo la franja por tierra, mar y
aire mientras los soldados del Tzahal iniciaban la invasión con sus carros de
combate. La sangrienta devastación dejó su huella indeleble y la cirujana una
vez más se puso manos a la obra para atender a cientos de heridos, mutilados que llegaban
apresuradamente al hospital a la bordo de la ambulancias y vehículos
particulares. Al finalizar el conflicto en el año 1993 se contabilizaron 1.150
muertos, miles de heridos, 120.000 prisioneros y daños materiales valorados en
miles de millones de dólares.
La Dra. Swee a pesar de
su corta estatura se ha transformado en un titán con corazón de oro. Su incansable tenacidad la hace merecedora
de los mayores elogios que siempre serán pocos para pagar su enorme y
desinteresado sacrificio. Ella es una defensora a ultranza del derecho a la
existencia del pueblo palestino y no ahorra esfuerzos a la hora de denunciar
los crímenes cometidos por el sionismo. Y de ahí que además de su ardua labor hospitalaria
también se dedica a dictar conferencias para explicar en Gran Bretaña y Europa
la cruda realidad que muchos medios de comunicación intentan manipular. A la
pregunta de si el pueblo palestino se extinguirá como ha sucedido con tantos
otros pueblos a lo largo de la historia de la humanidad ella responde con
contundencia que no. No porque estamos en otra época donde la movilización
ciudadana y la solidaridad internacionalista de ningún modo lo permitirán. Si bien es cierto que muchas tribus indígenas
norteamericanas, africanas, o los aborígenes australianos han desaparecido los palestinos
con la ayuda de millones de personas en el mundo sobrevivirán a este dramático trance.
Cuando el mes de julio
Israel inicia la ofensiva bélica llamada Margen
Protector la Dra. Swee al contemplar por televisión ese brutal ataque sionista
sobre Gaza lo primero que hizo fue comprar un billete de avión Londres -Tel Aviv
para ir lo más rápidamente posible a
socorrer a sus hijos desvalidos. Porque ella sabía de antemano que faltaban
cirujanos para atender los miles de heridos, la mitad de los cuales eran mujeres
y niños, de una nueva operación de exterminio del Tzahal. Pero –como ya lo habíamos
comentado anteriormente- nuestro ángel guardián fue detenido por los aduaneros
de la muerte en el aeropuerto Ben Gurión y tras un humillante interrogatorio deportada
bajo la acusación de ser auxiliadora de los “terroristas de Hamas”. Ahora igual
que sucede con los millones de palestinos que han sido expulsados de su patria
ella tampoco podrá regresar a Cisjordania ni a Gaza pues su nombre ha quedado
inscrito en la lista negra del gobierno
judío. El carcelero sionista le impide la entrada de por vida y desde ahora se
considera una refugiada palestina más.
Carlos de Urabá 2014