En lo alto de Jebel El-qala se halla la antigua
ciudadela greco-romana y omeya que domina la ciudad de Amman, Jordania. Desde allí se distinguen con claridad las
siete colinas (tilal) en las que se asienta esta ciudad de más de tres millones de habitantes.
(El reino tiene siete millones en total) El paisaje es brutalmente caótico y
opresivo; las edificaciones grises y decrépitas
se apretujan en las áridas colinas dando la impresión de una inmensa
favela. Amman más que una ciudad es un
autódromo diseñado para el uso exclusivo de los coches anulando cualquier
protagonismo del ser humano. La máxima atracción de esta abominable urbe son
los interminables embotellamientos que la paralizan por completo ahogándola en
una nube toxica de kerosene y gasoil. Solo hay una tregua cuando se escucha la
llamada a la oración o el adhan que se emite al unísono desde los minaretes de
las mezquitas. Entonces un halo de espiritualidad cubre la ciudad.
A Amman los griegos la llamaron Filadelfia y
posteriormente los romanos la conquistaron y la hicieron una de las ciudades
más emblemáticas de la Decalópolis. En
ese entonces vivió su época de esplendor por sus relaciones comerciales con el
imperio Nabateo cuya capital estaba situada en la mítica Petra. Después el
reino cristiano Sasánida, dependiente del imperio bizantino, la bautizó como
Amman en homenaje a la bíblica Rabat Ammón de los Amonitas. Con la expansión
del islam fue invadida por los Omeyas hasta que entró en decadencia
al trasladarse el califato a Bagdad. Los
cataclismos, las guerras devastaron la ciudad transformándola en una ruina
arqueológica. Por allí solo acampaban
estacionalmente las caravanas beduinas en su eterno peregrinar por el Medio
Oriente. Durante el dominio el imperio
turco fue repoblado por Circasianos que escapaban de las razias rusas en el
Cáucaso. En el año 1908 al construirse
el tren de Hiyaz que unía Damasco a
Medina en Arabia Saudita (patrocinado por el Sultán Abdullh Hamid) Amman se convirtió en una de las principales estaciones de dicho trayecto. En
el reparto de Versalles (1919) -tras la primera guerra mundial- se le otorgó
del imperio británico el mandato sobre Palestina con capital en la Jerusalén
bíblica dejando Amman en un segundo plano.
Amman cobra un cierto valor cuando el emir Abdallah la declara su
capital al concederle la Gran Bretaña la independencia en 1946. Entonces
comenzaron a emigrar pastores y campesinos beduinos ansiosos por redimirse de
su atraso atávico. En 1948 como
consecuencia de la guerra árabe-israelí se produce el éxodo de 600.000
palestinos que tienen que buscar refugio en Jordania en la trágica Nakba. La
ciudad crece desproporcionadamente y sin planificación alguna en un breve lapso
de tiempo. Y más adelante en la Naksa en 1967 recibe otros tantos miles de desterrados
de Cisjordania y Gaza. Así sucesivamente
cada vez que se produce un conflicto bélico en la región van llegado nuevas
oleadas de refugiados. Como es el caso de la intervención de EE.UU a Irak en
1991 y luego la invasión en 2003 que provocó la caída de Sadam Hussein. Hoy por
culpa del conflicto en Siria e Irak (países con los que comparte frontera) el
reino Hachemita ha recibido más de un millón de refugiados. Con razón a Jordania
se le ha calificado de “vertedero humanitario”.
Si observamos la ciudad de Amman (que es la
antítesis de Jerusalén por su aborrecible fealdad) desde ese
mirador privilegiado Jebel El-qala nos daremos cuenta que en los techos
de las casas y edificios florecen los jardines de antenas parabólicas. Son
miles y miles de flores metálicas estratégicamente colocadas para captar la
señal “divina”. El televisor es el ídolo sagrado que ilumina la mente y el
corazón. En un medio ambiente tan
antinatural el televisor es el oasis en el que pueden saciar su sed y llenar el
vacío de una vida tediosa y aburrida. La televisión es una necesidad vital como respirar o dormir
o comer. La gente lo primero que hace al levantarse es encenderla y con el
mando a distancia va eligiendo los cientos de canales que le ofrece el variado
menú. Hay que evadirse o sumergirse en la realidad virtual donde les esperan
altas dosis de entretenimiento y placer. Pero también por esa rendija han
penetrado las ideas de ilustración y de libertad llenando de luz tanto
oscurantismo e ignorancia. La tecnología ha contribuido al despertar de la
consciencia y en reclamos de democratización en unas sociedades donde el
inmovilismo es la constante.
Uno de los oficios más prósperos en Jordania es el
de antenistas. Muchos de esos técnicos se han vuelto millonarios pues si llega a
fallar la señal “divina” el drama está asegurado. Estas sociedades urbanizadas
que un día fueron nómadas o seminómadas han perdido sus raíces y toda su
narrativa oral. Lo que más conviene al
poder es mantener a las masas alienadas. Los propios canales jordanos se
dedican las 24 horas a sublimar la figura del rey Abdallah II, y crear el mito
de un padre benefactor abnegado. Mientras tanto en las mezquitas los muftis se
encargan de pregonar el respeto el orden
establecido y la eterna sumisión la malik Abdallah II. (por algo Allah lo ha
colocado en el trono)
Amman es una ciudad marcada por la segregación y
el apartheid, es una ciudad dividida por sectores bien definidos de miseria y de
riqueza. La clase media y alta residen en la zona norte de la ciudad donde
prevalece una arquitectura moderna al estilo europeo o americano en la que
sobresalen magníficos centros comerciales,
tiendas de lujo, restaurantes exclusivos, hoteles cinco estrellas,
supermercados, oficinas, bancos. Un centro internacional -que imita el mismo patrón
de Dubai, Abu Dhabi o Qatar- en el que se yerguen altivos rascacielos y torres
de cristales metalizados que son el símbolo del emporio Hachemita. En los
barrios de la zona sur, por el contrario, se hacinan millones de personas un
entorno opresivo en el que proliferan los basureros y muladares. Hoy los
antiguos campos de refugiados se han reconvertido en guetos marginales en los
que malviven los miles de palestinos de la Nakba y de la Naksa y sus descendientes
(vigilados por los servicios secretos pues el gobierno los considera un
potencial peligro). Desde hace 68 años aguardan esperanzados poder regresar a
su patria usurpada por los invasores sionistas.
En el “vertedero humanitario” jordano cumplen su
condena: palestinos derrotados por los
Israelíes, los iraquíes derrotados por a los americanos, los sirios derrotados
por su propio presidente Bachar Al Assad, y, como si fuera poco, falta añadir a
esta lista un millón de egipcios víctimas de la miseria y la represión militar.
Ellos son los que se ocupan de las
labores más sacrificadas en la agricultura, la construcción o el sector servicios. Aunque en estos últimos años los refugiados
sirios han copado el mercado de trabajo abaratando los salarios y favoreciendo
la explotación y la precariedad laboral. La crisis económica es una de las más
masacrantes de los últimos tiempos.
Un gran porcentaje del presupuestos generales del
reino (el 65 por ciento) se dedican a pagar la cuota burocrática de los
incondicionales al rey, es decir, funcionarios, policías y militares. Jordania
es un país que carece de recursos naturales y está obligado a sobrevivir
gracias a los fondos de ayuda al desarrollo de EE.UU o de la Unión Europea – las
ONGs o la ONU -que administra los campos de refugiados- y otros organismos afines como UNESCO,
UNICEF, la FAO o la Media Luna Roja
La mayoría de sus tres millones de habitantes de
Amman no siente ningún apego por esta ciudad, son extranjeros obligados a instalarse
aquí por causas completamente ajenas a su voluntad. Como es el caso de los
propios reyes Hachemitas expulsados de la región de Hiyaz en la península arábiga
por el clan de los Sauditas. Las élites dominantes consideran a los propios
indígenas beduinos (los verdaderos dueños de la tierra) “salvajes del desierto”.
La etnia beduina agoniza pues el gobierno jordano aplica una radical política de
occidentalización dictada por el capitalismo globalizador.
La gran paradoja es que el reino Hachemita de la exclusión
social les brinda grandes facilidades a los empresarios y hombres de negocios extranjeros
que deseen invertir en el país. Según las leyes cualquier potentado o VIP que
presente una alta suma de dinero se les concede visado de residencia e incluso hasta
la nacionalidad. ¡Welcome to Jordán! bienvenidos los traficantes de armas, los
mafiosos, las redes de trata de blancas o de drogas. Los bancos jordanos son
paraísos fiscales especializados en el
lavado de dinero y blanqueo de capitales. Y todo bajo un halo de pulcritud y
legalidad. En este capitalismo Hachemita prevalecen las ideas más extremas del
neoliberalismo keynesiano (políticas privatizadoras, monopolio de las
multinacionales, exención de impuestos y privilegios fiscales para las grandes
fortunas y grandes empresas) Los súbditos de su majestad el malik Abdalah II
son víctimas de un sistema perverso que los convierte en los peones o siervos
de una sociedad explotadora y clasista. Deben
agachar la cabeza y asumir resignados su destino: callar y obedecer.
Ante el alto costo de la vida y con el afán de
mantener la paz social algunos productos
de primera necesidad están subvencionados (mediante el programa que USAID y
otras agencias de cooperación internacionales). Si el precio del pan llegará a
subir esto podría provocar un levantamiento popular como ha sucedido en otras
ocasiones. Se necesita ayuda humanitaria (ONGs o las hermandades musulmanas que
administran el Zakat o limosna) de urgencia para repartirla entre la población
más depauperada. Washington destina anualmente 1.000 millones de dólares en
ayuda militar y humanitaria vital para velar por la estabilidad del reino en tiempos tan
convulsos
Jordania es un país de una geografía esteparia y
estéril, es un país sin recursos naturales, ni materias primas relevantes; ni
petróleo, ni agua. Lo que significa que depende por completo de las
importaciones para su subsistencia. Los dividendos del PIB se reparten entre
sus exportaciones (que manejan empresas privadas) de cemento, potasio y
fosfatos y el sector turismo (en mano de los Tour operadores) hoy en crisis a
causa de la inestable situación política en Oriente Medio.
Las revoluciones árabes fracasaron al no
consolidar un movimiento político ni líderes que canalizaran el descontento popular. Estamos en una fase post depresiva dominada
por la desmoralización y la desesperanza. Especialmente entre los jóvenes (más
del 65% de la población) La única salida que les queda es emigrar en busca de trabajo con dirección a
Arabia Saudita o a los países golfo Pérsico. Las remesas de dinero que llegan del exterior son
las que mantienen una relativa paz social.
El sistema de gobierno en Jordania es el de una
monarquía de corte medieval presidida por el del rey Abdallah II y la reina
Rania. Un régimen que se mantiene en el poder gracias al apoyo incondicional de
EE.UU, la UE e Israel. Además de la irrestricta salvaguarda de las fuerzas armadas, la policía y el muhabarat o
los servicios secretos. Constitucionalmente está prohibida cualquier crítica u
ofensa contra su majestad el rey o miembros de la familia real. Es un delito
grave que pude ser castigado con firmeza por los tribunales. No admite perdón
alguno poner en duda la dignidad de un descendiente directo del profeta
Mohamed. Los principios fundamentales
del reino se resumen en la trilogía sagrada e irrefutable de Allah, al Malik,
al Watan (Dios, la patria y el rey) La
lucha contra el terrorismo islámico que es la mejor disculpa para perseguir a
los disidentes. Las cárceles hachemitas están abarrotados de prisioneros
políticos como es el caso de los innumerables miembros de la hermandad musulmana.
El método que aplica con sabiduría el rey Abdalah para gobernar es el que
aprendió en las academias militares y universidades norteamericanas, o
sea, el clásico palo y la zanahoria. Un
símil que se explica de la siguiente manera: su pueblo es un burro que si se
porta mal hay que castigarlo a palazos y que si se porta bien debe ser premiado
con una zanahoria. El poder monárquico debe infundir respeto y miedo pero,
igualmente, ser clemente y misericordioso con sus súbditos.
Este es un reino militarizado y en estado de sitio
permanente a causa de la guerra en Siria e Irak. Abdalha II está amenazado por
el yihadismo que lo acusa de “apóstata y lacayo del imperialismo y el sionismo”
De ahí que se aplique sin contemplaciones la ley antiterrorista y la ley de
seguridad ciudadana en una clara violación de los derechos humanos y la libertad
de expresión. Jordania realmente es una base militar de EE.UU (la OTAN, la CIA
y FBI) campo de entrenamiento y escala obligatoria de todos los vuelos de la
Air Force que se dirigen hacia Irak, Afganistán y Asia central. Hoy es un
enclave estratégico de vital importancia para la coalición internacional que
lidera EE.UU y que combate al EI en Siria e Irak.
Los Hermanos Musulmanes han decidido participar en
las elecciones legislativas del 20 de septiembre luego de boicotear las dos
anteriores citas electorales (prefirieron retirarse ante la falta de garantías
“democráticas”) confiados en que estos comicios serán limpios y se respete la
voluntad popular. Pero en Jordania la compra de votos es una práctica muy común
y el fraude electoral es casi una tradición. La gente sin recursos sabe que su
voto se cotiza y no tienen ningún remordimiento en venderlo. Así que ante la
falta de observadores imparciales el resultado favorecerá a los partidos de la
derecha pro occidental. Porque el que cuenta los votos siempre gana. La
monarquía hachemita sabe que las elecciones son un mero trámite que exige los EE.UU
o la Unión Europea para certificar la “calidad democrática” y respeto a los
derechos humanos y de esta forma seguir recibiendo las multimillonarias ayudas
económicas.
En esta farsa electoral la mayoría de los candidatos
son acaudalados empresarios, hombres de negocios, médicos, abogados, jefes tribales
o ex militares. Sus más fieles vasallos ocuparán la cúpula del poder legitimando la
monarquía Hachemita. Los Hermanos Musulmanes (aunque no cuestionan la
legitimidad del soberano) exigen reformas democráticas urgentes tal y como lo
prometió el rey Abdallah II tras las protestas de las intifadas árabes. Pero
las posibilidades de que vayan a conseguir una alta votación son poco probables
aunque se haya implementado un nuevo sistema electoral eliminando el sawt wahid.
Tal y como recoge las cifras del escrutinio definitivo (con un 36% de
participación) les corresponden tan sólo 15 de los 130 escaños del Parlamento. Poco pueden hacer contra la
manipulación mediática y la presión que se ejerce sobre los electores los jefes
tribales o la misma policía o agentes secretos. Una guerra sucia que
criminaliza al islam político al compararlo con los Hermanos Musulmanes
egipcios. Desmanes consentidos y tolerados
por la comunidad internacional puesto que Jordania es un país clave en la lucha contra el Estado
Islámico en Siria e Irak.
En Jordania la corrupción afecta todos los ámbitos
de la sociedad y en especial a los políticos y los miembros de la familia real.
Al no existir un organismo fiable de control es muy difícil erradicar estas
prácticas criminales. Incluso los envíos de ayuda humanitaria destinados a
paliar la emergencia de los refugiados sirios e iraquíes se desvían a sus
cuentas privadas (paraísos fiscales) de los inescrupulosos funcionarios (nobles,
civiles y militares)
La dinastía Hachemita que se extiende día a día y
que ya alcanza casi 500 miembros (increíblemente
cuenta con el 100% de aceptación popular-según los encuestadores oficiales) percibe
un astronómico presupuesto del erario público para hacer frente a su delirante
tren de vida (los castillos, palacios, casas de recreo, yates, aviones y coches
de lujo, viajes, fiestas, escoltas, regalos, vestuario, joyas, etc.) La reina
Rania es la mayor exponente de la vanidad y
el derroche pues en su armario se puede contabilizar más de 2.000
vestidos y 500 pares de zapatos. El máximo proyecto de la reina es alfabetizar
a sus súbditos sumidos en la ignorancia a través de los teléfonos móviles. El “centro
cultural” más importante de Amman es el Real Museo del Automóvil donde se
exhiben los vehículos más lujosos y caros que han pertenecido al rey Abdallah I,
al rey Hussein y al actual soberano.
Los palestinos tienen prohibido organizar partidos
políticos, ni presentarse a las elecciones. Aunque en el reino hachemita la
mayoría de la población son ciudadanos palestinos (incluida la reina Rania)
estos han tenido que adquirir a la fuerza la nacionalidad Jordana. Y no solo la
nacionalidad sino jurar y aceptar los símbolos patrios en un intento por
arrebatarles su identidad. Algo que conviene al sionismo para quitarse de
encima el problema palestino. “Jordania
es la verdadero hogar de los palestinos” -afirman las autoridades israelitas.
Los palestinos son los principales enemigos de la monarquía desde aquel infausto “septiembre negro” en el que el finado rey
Hussein ordenó masacrar a más de 10.000 Fedayines que estaban a punto de
derrocarlo. El monarca traidor sólo cumplía las órdenes de la primera ministra
israelí Golda Meir que le dio un ultimátum ante los constantes atentados
cometidos contra los kibutz en el valle del Jordán. Según los tratados de paz
firmados en octubre de 1994 Jordania también debe preocuparse por la seguridad
y la defensa del estado sionista de Israel con el que comparte una amplia
frontera. Israel invierte en Jordania en áreas como las de agricultura y en factorías
textiles o maquiladoras (cumpliendo con los acuerdos de libre comercio). Lo
hace de manera “altruista” para contribuir a la paz de la región. Con razón los
manifestantes de las intifadas del año 2011 reclamaban rabiosos el respeto a la
soberanía nacional ante la descarada injerencia del imperialismo en los asuntos
internos de Jordania.
Carlos de Urabá 2016
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