No solamente fue la famosa declaración de
Balfour la que decidió la suerte del pueblo palestino pues como se ha
demostrado en las últimas horas el presidente de EE.UU Donald Trump acaba de
pegarle el tiro de gracia reconociendo a Jerusalén como la capital única e
indivisible de Israel.
La
declaración de Balfour se denomina a la célebre carta enviada por el
ministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña lord Arthur Balfour -con la anuencia del Primer Ministro Británico David Lloyd George- al barón Rothschild, presidente de la
Federación Sionista de Gran Bretaña e Irlanda como respuesta a la demanda de la
creación de un hogar judío en
Oriente Próximo (bajo su tutela). Pero no fue la primera ni la última pues los
contactos y la correspondencia (oficial y secreta) de los sionistas con distintos
líderes mundiales ha sido muy copiosa a lo largo de la historia (en el siglo XIX ya
existía contactos primero con el sultán turco y posteriormente con Gran Bretaña)
En efecto la misiva era el epílogo de una
vasta negociación llevada a cabo entre la corona británica y las organizaciones
sionistas y en la que se da el visto bueno a sus “justas demandas”. “Dear Lord Rothschild” querido, amado o
bienaventurado es el tratamiento que le dispensaba Sir Arthur Balfour
demostrando de este modo sus estrechas relaciones de amistad. “tengo el placer
de comunicarle en nombre de su majestad la siguiente declaración de apoyo y simpatía
con las aspiraciones de los judíos sionistas que ha sido presentada y aprobada
por el Gabinete. El gobierno de su
Majestad ve muy positivo el que se establezca un Hogar Judío en Palestina. Con
la advertencia de que no se debería perjudicar los derechos de las otras
comunidades existentes (árabes, cristianos, beduinos o drusos). En este proceso
también intervinieron personajes de gran relevancia como Allemby y Herbert Louis Samuel (el primer judío que hizo parte de
un gabinete británico y el primer alto comisionado del Mandato Británico en
Palestina, o sea, el primer judío en gobernar Israel. Él personalmente nombró a Amín Al Hussein como el muftí y máximo
representante de los árabes) y autor del memorando “The Future of Palestine” y Sykes
el protagonista del tratado secreto de Sykes-Picot
en el que Gran Bretaña y Francia se repartieron Oriente Medio. Herbert
Louis Samuel fue
Según los historiadores sionistas la declaración
de Balfour no hace más que refrendar la voluntad de Yahveh. Lord Arthur Balfour como cristiano sabía que él era un instrumento
de Dios para que se cumpliera su palabra y restituir así a los judíos (el
pueblo elegido) la antigua patria de donde fueron expulsados. “Hay que obedecer
la ley de Dios”. Según los rabinos esta profecía ya estaba escrita en los
textos sagrados del Talmud, o el
ocultismo de la Torá (la cábala).
Mejor dicho, se trataba de un hecho sobrenatural que no tiene explicación
humana sino divina. El regreso de los judíos a Tierra Santa anunciaba la
próxima venida del mesías. Gran Bretaña si brindaba protección a los judíos iba
a tener el privilegio de acoger la segunda venida de Cristo.
El
dirigente sionista Weizmann de origen bielorruso nacionalizado británico era un eminente
ingeniero químico descubridor del método de obtención de acetona mediante
fermentación bacteriana para estimular la producción de cordita y así mejorar
el poder destructivo de los proyectiles y obuses. Investigaciones que
desarrolló mientras trabajaba como asesor científico del Ministerio de Municiones
y que aplicó en la flota de la armada real inglesa. Weizmann pertenecía a la
facción del sionismo sintético
(moderado) y con gran visión apostó por
aliarse con el Imperio Británico confiado en que ganarían la guerra. Por el
contrario muchos judíos orientales buscaron la protección del imperio alemán
pensando lo mismo aunque fracasaron.
El 3 de enero de 1919, dos semanas antes
de que comenzara la conferencia de Paz
de París, el emir del reino árabe de Hiyaz Faysal Ibn Husayn reconoce en un documento
ante Weizmann -representante del Movimiento Sionista -con el que ya se habían reunido en Transjordania
en 1918- el derecho de los judíos a
materializar la Declaración de Balfour. De esta forma se daba luz verde a la emigración o aliyá con la condición de que
los judíos apoyaran la creación de un
estado árabe a partir de los restos del antiguo Imperio Otomano (excluyendo a Sanjacado
de Jerusalén o Palestina) Estamos hablando de una hipotética alianza entre sionistas y hachemíes para
repartirse al región. El consejero de Faysal en ese entonces era Lawrence de Arabia que igualmente
ejercía labores de espionaje a los órdenes del imperio británico.
En la Conferencia
de Paz de Paris se iba a configurar el nuevo orden mundial y el destino de los países derrotados en la guerra (Alemania, Imperio Otomano, Bulgaria, Austria y Hungria) Los
judíos aprovechando sus contactos diplomáticos exigieron el total control de Sanjacado de Jerusalén o Palestina
(bajo la tutela británica) Ellos se creían los legítimos dueños de la “tierra
prometida” ignorando que el 90% de la población era palestino. De alguna manera
tenían que ganarse el favor de las potencias y explotar al máximo el victimismo
de un pueblo perseguido, de un pueblo expulsado de su patria y condenado al
exilio. El antisemitismo se había extendido por toda Europa considerándolos como una raza maldita. Sin ir más lejos los pogromos llevados a cabo especialmente en
la Rusia zarista y la soviética dejaron miles y miles de muertos, la destrucción
de sus hogares, la violación en masa de mujeres, y 300.000 niños huérfanos. En
fin, la ruina y la desolación.
La carta de Faysal a Félix Frankfurter, jefe de la Organización Sionista Americana en la Conferencia de Paris, hace una exaltación sobre la afinidad racial y
antiguos vínculos entre ambos pueblos: " Sentimos que árabes y judíos son primos de raza y hemos sufrido una opresión semejante de manos de potencias más poderosas.Los árabes especialmente miramos el movimiento sionista con la más profunda simpatía...Daremos a los Judios una sentida bienvenida a casa...Gente menos informada y menos responsable que nuestros líderes y los vuestros, ignorando la necesidad de cooperación entre los árabes y sionistas, han intentado explotar las dificultades locales que necesariamente surgirán en Palestina en la fase temprana de nuestros movimientos"
En los despachos de las potencias imperiales
se tomaban las decisiones sobre el destino
de las colonias. Con la total indiferencia hacia las poblaciones
autóctonas a las que catalogaba como seres “primitivos, incapaces de discernir”
y que precisaban de un “mandato”, o
sea, de alguien que los tutelara y los civilizara siguiendo los patrones
occidentales. Eso fue lo que sucedió con el pueblo palestino despreciado por su
carácter tosco y arcaico.
Pero lo cierto es que la idea de dotar al
pueblo judío de una patria empezó a forjarse a fines del siglo XVIII durante la
campaña de conquista napoleónica en Oriente Medio. Se tiene constancia que antes
del asedio a San Juan de Acre en
1799 Napoleón redactó su “proclama a la
nación judía”, en la que les prometió a los hebreos un estado judío
independiente. “Tendréis derecho a una
existencia política y a un trato de nación de naciones”. Incluso lanzó un
llamado para que todos los judíos de la diáspora regresaran a Palestina. De esta forma se
convirtió en el primer dirigente occidental en simpatizar con la causa sionista.
Los británicos fueron muy astutos pues jugaron
a dos cartas como lo indican las promesas hechas por los británicos a través de
Mc Mahon (alto comisario británico
en el Cairo) al Jerife de la Meca Husayn Iban Al Hachemí con unas cartas enviadas entre1915 y 1916
cuando la I Guerra Mundial estaba en plena ebullición buscando una alianza con
las tribus árabes-(que desató la Gran
Rebelión) a cambio de un Estado Árabe.
Los antecedentes de la trama sionista se
remonta a mediados del siglo XIX con la publicación en el Colonial Times en 1841 por parte de lord Shaftesbury (importante político y filántropo de la época
victoriana) del “memorando a los
gobernantes protestantes de Europa” en el que defendía el regreso de los judíos
a Palestina, en 1880 la Organización
Sionista Mundial comenzó a promover la emigración a Palestina con el
permiso del Imperio Otomano, en 1897 con el “Programa de Basilea” los judíos reclaman ante las potencias un
hogar Judío en Palestina, en 1899 la Jewish
Colonization Association lanza una exitosa aliyá de colonización rural bajo
la anuencia del sultán otomano. Lord Henry
Churchill oficial de la armada, cónsul británico en la Siria Otomana y
promotor del primer plan político para la instalación del estado de Israel en
la Palestina Otomana le escribe en 1841 a Moses
Montefiore, líder de la Comunidad Judía Británica, dando el visto bueno a
la emigración judía a Palestina. “A los judíos si se les permiten colonizar
Siria y Palestina deberían estar bajo la protección de las grandes potencias”. Tal y como lo aseveraba
su Theodor Herzl (considerado el
padre fundador del moderno estado de Israel) en carta al Kaiser Wilhelm II del 1 de marzo de 1899 “La idea que yo defiendo (la de un estado
judío), ya fue intentada en este siglo por un gran monarca europeo, Napoleón I. La instauración del Gran
Sanedrín en París no fue sino el muy débil reflejo de esa idea. (…) Es sobre
este mismo signo que conviene situar la cuestión judía. Desde entonces, lo que
no fue posible bajo Napoleón I, ¡que
lo sea bajo Wilhelm II!” Había que incentivar la emigración judía hacia
tierra santa y la compra de tierras a los propietarios árabes o turcos.
A principios del siglo XX ya existían 200
sociedades sionistas estadounidenses con una gran influencia a nivel político y
económico. Tal es así que en 1944 Weizmann siendo presidente del Consejo
Provisional de Israel es recibido con todos los honores en Washington por el
presidente Harry S. Truman. Desde ese
momento comienza entre ambos mandatarios un intercambio epistolar que va a
desembocar en el reconocimiento en 1949 por parte del gobierno de EE.UU del
nuevo estado de Israel.
Lo cierto es que desde la época de Theodor Herzl el Movimiento Sionista
ejercía una gran influencia en las altas esferas del poder mundial.
Posteriormente con Weizmann y el barón Rothschild el lobby judío explotó las buenas
relaciones con el imperio británico para sacar los más altos réditos. Incluso tuvieron
la osadía de enviar a Roma al periodista Sokolow
para que presentara el “plan judío para
Palestina” ante monseñor Eugenio
Pacelli, secretario adjunto del Vaticano
(futuro Papa Pio XII) quien correspondiendo al deseo del Papa Benedicto XV de combatir el antisemitismo
les colmó de atenciones y prebendas.
Los miembros del Movimiento Sionista
participaban asiduamente en la vida social inglesa departiendo con la alta burguesía,
los nobles y la aristocracia; asistían a fiestas, convites, banquetes, eran invitados
de honor en los encuentros políticos, culturales, o financieras. Además gozaban
de la amistad de la casa real británica y del mismísimo rey Eduardo VII. Reunidos en
los selectos restaurantes o los clubes privados alrededor de una mesa bebiendo
whisky decidían el futuro de millones de súbditos o siervos de las colonias o
protectorados.
Los judíos demostraron una gran habilidad
en el campo de las relaciones públicas, sabían cómo moverse en estos ambientes
refinados y exclusivos donde la lengua oficial por supuesto era el inglés–algo
que o los árabes desconocían y por lo
tanto necesitaban de intérpretes-. Los “gentleman sionistas” no tenían nada que
ver con esos exóticos beduinos de
apariencia salvaje, vestidos con túnicas de camelleros y que se comunicaban en
una jeringonza incomprensible más propia de trogloditas.
El imperio británico necesitaba defender sus
intereses geoestratégicos, su emporio colonial, la explotación de los recursos naturales,
la extracción de materias primas, las
rutas comerciales con especial énfasis en del canal de Suez como vía de comunicación
de vital importancia para mantener el dominio sobre la India, la joya más
preciadas de la corona. De ahí que en la I Guerra Mundial se libraran en la
zona de Oriente Medio batallas trascendentales que determinaron la caída del
imperio turco.
Aunque parezca delirante la carta enviada
por lord Arthur Balfour al barón Rothschild no solo cambió la historia de Oriente Medio sino
también la de Occidente y la del mundo entero. Fue el propio barón Rothschild quien hizo pública la declaración de Balfour en los
periódicos británicos el día 9 de
noviembre de 1917, es decir, hace
exactamente 100 años. Podríamos decir que la declaración de Balfour -que no es más
que un simple texto mecanografiado- es la sentencia que da vía libre al
despojo, la expulsión y el genocidio del
pueblo palestino. Una condena al patíbulo
sin mayores objeciones.
Los nativos palestinos bajo la tutela del
imperio turco jamás se imaginaron lo que se estaba fraguando a miles de
kilómetros de distancia en las cortes y despachos de las metrópolis europeas.
El imperialismo aprovechándose de su poderío militar trazaba en los mapas las
nuevas fronteras que demarcaban los territorios bajo su soberanía.
“La declaración de Balfour reconoce la
tierra de Israel como la patria del pueblo judío” así lo afirmó Netanyahu en el Kenneset en la celebración del centenario de la declaración de
Balfour. En el mismo sentido se pronunció en el
año 1917 Weizmann cuando se congratulaba ante la asamblea del Movimiento
Sionista de las buenas nuevas que llegaban de Downing Street: “la declaración
de Balfour es la carta magna de las libertades judías” “Este es el público
reconocimiento de la poderosa conexión de los judíos con Palestina”.
El pueblo Palestino ha sido víctima de una
diabólica confabulación urdida por el lobby sionista en complicidad con el imperio
británico y el beneplácito de la dinastía traidora Hachemita. Además han incidido tres factores
determinantes para que se consume este alevoso crimen: la declaración de
Balfour, los acuerdos secretos Sykes-Picot y la resolución de la Sociedad de Naciones
que aprobó los Mandatos de Gran Bretaña y Francia. Como colofón el día 14 de mayo de 1948 se proclama en Tel
Aviv el estado de Israel provocando el estallido de la guerra árabe-israelí
cuyas catastróficas consecuencias se extienden hasta nuestros días.
Si hace cien años fue lord Arthur Balfour
el que le remitió al Barón Rothschild la declaración de apoyo a la creación de
un hogar judío en Palestina hoy la correspondencia ya no es con el extinto imperio
británico sino con los EE.UU. El actual presidente
Donald Trump se ha reservado el papel de principal valedor de la causa sionista
y para ello cuenta como su asesor personal para ¡la Paz en Oriente Medio! a Jared
Kushner que es nada menos y nada más que su yerno y una de las figuras más
relevantes del poderoso lobby judío americano. La decisión tomada el día de hoy miércoles 6 de diciembre del 2017 de
trasladar la embajada de EE.UU de Tel Aviv a Jerusalén nos es más que el reconocimiento
total y absoluto de Israel y sus políticas guerreristas y genocidas. Una decisión
suicida e irresponsable teniendo en cuenta la situación de extrema gravedad
(bloqueo, nuevos asentamientos, colonos, represión, militarización, estado de
sitio, detenciones arbitrarias, robo de tierras, desempleo o ruina económica)
en que se encuentran los Territorios Ocupados de Cisjordania y la franja de
Gaza que prevé un recrudecimiento sin precedentes de las acciones de resistencia
palestina que desembocará en una voraz y sangrienta espiral de violencia.
Carlos de Urabá 2017