Lo que no había logrado el imperialismo agresor, lo ha conseguido el
turismo depredador.
Occidente lleva más de 500 años en su proceso histórico de invasión y
expolio global. Pero en el estrenado siglo XXI las cosas han cambiado radicalmente.
Hoy las potencias aplican otros métodos más sutiles y menos dolorosos para
imponer sus leyes y principios. El turismo de masas se ha convertido en la
punta de lanza del capitalismo globalizador. Se acabó el armamentismo y el belicismo.
Ya no es necesario lanzar bombas ni cañonazos porque estamos en la era
cibernética donde el mundo puede controlarse
desde un teléfono móvil o celular -como
bien lo hace el presidente de EEUU Donald
Trump. Con el costo que supone invadir
un país movilizando tropas, navíos, portaviones o cazabombarderos. Ahora los invasores llegan en son de paz armados
de cámaras fotográficas y palos de selfies; visten de short, playeras, gorras,
sandalias, gafas de sol y mimetizan sus cuerpos con bloqueador solar. Los nuevos
“marines” desembarcan de los cruceros de placer, los yates, veleros o ferrys;
otros llegan a bordo de los vuelos chárter copando por completo los hoteles, los
resorts o lounge. El boom turístico supera las ganancias obtenidas en la
extracción de petróleo o de los metales preciosos. Esos países exóticos
bendecidos por las bellezas naturales, montañas nevadas, ríos caudalosos, selvas
exuberantes, playas blancas henchidas de cocoteros son el destino favorito de millones
de turistas procedentes de Europa, EEUU, Canadá, Japón y últimamente de China.
Existe un organismo a nivel mundial llamado OMT (Organización Mundial del Turismo) dependiente de la ONU
integrado por 158 países, cuyo fin principal es el de promover
el turismo sostenible: ”Una vía hacia la gestión de todos los recursos de
forma que puedan satisfacer las necesidades económicas, sociales y estéticas
respetando al mismo tiempo la integridad cultural, los procesos ecológicos, la
diversidad biológica y los sistemas que sostienen la vida” ¿Promover el turismo
cultural y responsable? Pero tras esa bondadosa apariencia se esconden los oscuros
intereses de las multinacionales del turismo cuyo único objetivo es captar la
mayor cantidad de clientes y promocionar sus ofertas en los grandes congresos o
ferias internacionales.
A principios del siglo XIX surgen en EEUU y Europa los primeros
aventureros, exploradores y viajeros románticos que se adentran por territorios
ignotos en busca de las civilizaciones perdidas y los tesoros arqueológicos. Actos
de piratería considerados gloriosas epopeyas por la historia universal. A ellos son los pioneros de los turistas
modernos.
El turismo invade,
corrompe, contamina, condena a la extinción tanto a los ecosistemas naturales como
a las tribus, etnias o comunidades indígenas (relegados a exhibirse en los museos) El
turismo ha desencadenado un atroz holocausto difícil de cuantificar: donde
antes había un bosque o una playa de ensueño hoy se levantan complejos
hoteleros, condominios, autopistas, estaciones de autobuses, aeropuertos,
puertos, centros comerciales, restaurantes, piscinas, campo de golf, zoológicos, parques de
atracciones, etc. Los planes de crecimiento no pueden detenerse y quienes se
opongan corren el riesgo de caer
asesinado tal y como ha sucedido con tantos líderes y activistas sociales. Se
viola flagrantemente la soberanía de los pueblos con la complicidad de unos gobiernos
locales fáciles de comprar a base de sobornos
y comisiones.
Los países del Tercer
Mundo han sido sentenciados al monocultivo turístico. Lo que significa la
eterna dependencia del sector servicios -que es el único que les puede
garantizar una mínima subsistencia. Porque ante la quiebra económica, la falta
de productividad no queda más remedio que ceñirse a los requerimientos del FMI. La demanda de mano de obra barata se dispara, los
socios capitalistas necesitan urgentemente peones, obreros, camareros, mucamas,
cocineros, barmans, chefs, meseros, repartidores, vigilantes, jardineros,
barrenderos, guías, azafatas, etc.
El turismo genera uno de
cada diez empleos en el mundo (sin contar los puestos de trabajo
indirectos) Según los economistas neoliberales esta es la única alternativa
viable para sacar a los países pobres del subdesarrollo.
Los nativos están obligados
a adaptarse a los gustos y exigencias de los turistas extranjeros. Good Morning ¿How are
you? Obligados a hablar en inglés y
macdonalizarse para que sus majestades se sientan como en su propia casa. ¡Welcome
sir, my lady! American breakfast, waffels, buffet gourmet, cócteles tropicales
y barra libre. La servidumbre siempre tan sumisa agachando la cerviz y
extendiendo alfombra roja al paso de Mr. o Mrs, Madame o Monsieur. Bwana, por amor a Dios, una propina,
un tip o un bakchich, una limosna, thanks. La ayuda humanitaria en dólares y
divisas que reparte la ONG de filántropos turistas es el maná redentor caído
del cielo. ¡Buy, buy please! baratijas o
souvenirs made in China very cheap.
Al Tercer Mundo se le ha encomendado también la misión de producir los
postres: el banano, el cacao, el café, el mango, la piña, el coco, la caña de
azúcar, el aguacate; y como no los
licores exóticos, el ron, el aguardiente, tequila, pisco, cachaza y sin que
falte la música tropical, salsa, merengue, cumbia, bachata o samba. La sociedad del bienestar ha santificado
las vacaciones que es la fecha más importante del calendario.
El World Travel and
Tourism Council agrupa a las 100 empresas más
poderosas del sector entre las que se encuentran los grandes tour operadores
mundiales como China Air lines (con acciones por 5.810 millones de dólares) Eva Airways, las Vegas Sands, Marsans,
Expedia, Pullman Tour, eBookers.com, American Express, Travelocity,
Lastminute.com, Expedia, Kuoni, Club Med, Tripadvisor, Airbnb, Uber, Avis,
Hertz…En el 2018 la empresa Tui facturó 19.000 millones de euros, Thomas Cook
12.000 millones de euros. La industria
turística es el negocio más pujante del planeta pues mueve anualmente miles de
millones de dólares.
We accept American Express, Visa, Diners club, aproveche las últimas
ofertas low cost, gangas a los destinos más excitantes “the best deal 50% off” se rematan las siete maravillas del mundo: las
pirámides de Egipto, Machu Picchu,
Chichen Itzá, Tikal, Taj Mahal, Petra, Ángkor, la muralla China, Borneo,
Indonesia, Maldivas, Seychelles, las islas del Caribe, las playas del Mediterráneo, o safaris
románticos en la sabana africana. El
paraíso perdido se cotiza en dólares o en euros y tan solo con apretar un botón
en las aplicaciones de teléfonos celulares todos nuestros deseos se hacen
realidad.
Este verano se prevé un 100% por 100% de ocupación hotelera en la
Riviera Maya. Es tal la demanda de reservas que los responsables de agencias de
viajes confirman que hay overbooking
pues se venden más plazas de las que existen.
Según las estimaciones de la OMT
en el año 2018 más de 1.300 millones de personas viajaron por el mundo. (Mayoritariamente
urbanos)
Es preciso garantizar la paz y seguridad de los huéspedes movilizando ejércitos
y policías ante la amenaza de la delincuencia y el terrorismo islámico que
pretende sabotear los intereses occidentales. Lo fundamental es brindarles una
feliz estancia a tan distinguidos visitantes porque de lo contrario podría
desatarse una crisis social de impredecibles consecuencias. Solo aquellos que
posean los “voucher” y documentos en regla pueden acceder a los grandes
complejos vacacionales o guetos VIP protegidos por altos muros, cercas
electrificadas, circuitos cerrados de televisión, garitas, y agentes con perros
guardianes.
El turismo de masas ha provocado además de la desestructuración de las comunidades
nativas, la perdida de las raíces y la identidad, el aumento de la
delincuencia, las mafias de drogas, la trata de blancas, la marginalidad. Se
imponen las leyes de una sociedad burguesa capitalista que favorece la
especulación inmobiliaria y la privatización en detrimento de los espacios
públicos y comunitarios. Es tal la monetarización de la vida cotidiana que la
gente cuando se levanta por la mañana lo primero que pregunta es ¿a
cómo está el dólar? Detrás del lujo y opulencia de las zonas turísticas se
esconden favelas, tugurios, hambre, desnutrición, enfermedades y miseria, Unos
sufre y otros se divierten; unos ríen y otros lloran.
El turismo rapaz demanda drogas
blandas, drogas duras, trata de blancas, escorts, explotación sexual, niñas, niños y jóvenes, libertad, libertinaje
y vicios prohibidos. Please one daiquiri, please piña colada y “satisfaction”, la dolce vita y el hedonismo. Paraísos
artificiales, discotecas, night clubs,
casinos, strip tease, jacuzzi, SPA, tai chi. Sodoma y Gomorra con todas las
tentaciones a la carta: orgías y bacanales, porno, la pedofilia, lujuria y
desenfreno, sobredosis y borrachera. Los sibaritas se mecen en una hamaca a la
sombra de un cocotero o se broncean en la arena blanca mientras un camarero les
sirve un ron con Coca Cola. Las fuerzas del cosmos se confabulan para que los enamorados
se juren amor eterno. No son más que ególatras coleccionistas de postales
dedicados a colgar un selfie narcisista en las redes sociales Facebook, Twitter
o Instagram, para ganarse un like que les haga famosos.
Europa y EEUU reciben
anualmente más de 800 millones de turistas que dejan unos beneficios de más de 500.9
mil millones de dólares. Pero lo que no sale en las estadísticas es que quienes
ocupan los puestos más sacrificados de este complejo engranaje capitalista son
los migrantes del Tercer Mundo. Según sus patrones han nacido para servir y
resignados deben aceptar los designios del destino. Y lo paradójico del caso es
que generan una increíble plusvalía que engrandece aún más el poder del “fascismo
económico y financiero”. Como lo declaró en una ocasión David Rockefeller ¿quién, entonces, va a cortar el césped de
nuestros campos de golf o a limpiar nuestras piscinas?
En España la industria turística representa el 15.8% del PIB y el 16% de la
fuerza laboral. Francia fue en 2018 con
86 millones el país con el mayor flujo de turistas en el mundo,
En 2018 los turistas chinos sobrepasaron los 180 millones y se estima que
en los próximos años esta cifra se duplique. En EEUU los turistas gastaron 180.000 millones de euros convirtiéndose de
esta forma en el campeón del turismo mundial.
Definitivamente el
turismo se ha convertido en la última fase del colonialismo. Los banqueros y
mercaderes se frotan las manos; suben los intereses, se capitalizan los bonos y
las acciones de Wall Street multiplican las ganancias. Su delirio expansionista no tiene límites ni fronteras y muy
pronto el boom turístico conquistará hasta el mismísimo espacio interestelar.
Carlos de Urabá 2019
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