Mayoría absoluta del
rey Felipe VI el 28A.
Ningún candidato se ha atrevido a nombrar al rey Felipe VI, ni a la reina
doña Letizia. Todos cierran filas en torno a sus majestades a pesar de los
incontables casos de corrupción y abusos de poder en los que se han visto
implicada la familia real. ¡Benditos sean! Gracias a los monarcas España es
respetada y querida en el mundo entero y ese es el precio que hay que pagar.
Para colmo los reyes eméritos don Juan Carlos y doña Sofía con toda la
desfachatez y el descaro siguen activos y ejerciendo sus funciones.
En España hoy existen nada menos y nada más que cuatro reyes sin importar
los gastos suntuarios que esto representa para las arcas públicas. En todo caso
sus majestades son tan glamurosos, gentiles y fantásticos que no hay que
reprocharles nada, al contrario, sólo merecen elogios y salutaciones. En
especial la reina doña Letizia que con sus modelitos se ha convertido en la
máxima estrella de las pasarelas mundiales.
Los súbditos en un acto de generosidad sin límites consienten todos sus
caprichos. Esta es la demostración más clara del buen funcionamiento del
sistema democrático.
Los candidatos saben
de antemano que cualquier crítica a la monarquía le puede salir muy cara. Por eso prefieren
callar y pasar de largo en este asunto tan espinoso vaya a ser que se hundan en
las encuestas. ¿Y al respecto del referéndum entre monarquía o república?
Insinuarlo siquiera sería una afrenta imperdonable. La sociedad española aún no
está madura para afrontar tamaño dilema. Este es un dogma de fe inamovible
imposible de refutar.
¿Es lícito cambiar el
sistema de gobierno? No, por favor, eso sí que es una blasfemia. La monarquía es algo
intrínseco a nuestra forma de ser, a nuestro carácter. La tutela de un ser
superior que guie nuestras vidas es algo que nos enaltece. Los ideales
republicanos, la soberanía popular, el derecho a decidir, la dignidad humana
son conceptos subversivos que es mejor obviarlos.
Los bufones palaciegos se baten en duelo ilusionados por alzarse con el
cetro de gran Chambelán (ayudante de cámara real). A los monarcas les debemos
pleitesía porque ellos representan la flor y nata de la nobleza, la
aristocracia y los grandes de España. El poder omnímodo de la iglesia católica
tampoco es muy conveniente ponerlo en tela de juicio pues sus eminencias son
como sus majestades más divinos que humanos. ¿Y los jueces de la Audiencia
Nacional, ese tribunal de orden público franquista que ejerce la represión y el
castigo? Ni por asomo se les nombra. Por extraño que parezca nadie está en
contra de la ley antiterrorista, las detenciones arbitrarias, las torturas en
comisaría, o la Ley Mordaza. Se ha de imponer el estado de derecho y el imperio
de la ley. Por eso deben ser condenados los rebeldes y golpistas catalanes que
pretenden romper la unidad de España. 500 años de historia en común es un
argumento poderosísimo que difícilmente se puede tirar por la borda. Así lo
decidieron los súbditos por mayoría absoluta en el referéndum tutelado por las
Fuerzas Armadas en 1978.
Materias tan comprometedoras no admiten el más mínimo desliz. Tal y como
están las cosas los monarcas ni siquiera necesitan presentarse a unas
elecciones. La democracia es un asunto terrenal y ellos habitan en el séptimo
cielo. Todos los partidos políticos desde el PP, Cs, VOX y el PSOE e incluso
también Podemos (están en el Congreso de los Diputados porque prometieron -muchos
por imperativo legal- la Constitución) besan sus manos y hasta sus pies porque
son la garantía de la unidad de España y la estabilidad del reino.
¿Y la memoria histórica? ¿Alguien ha
reclamado por los 130.000 muertos que están enterrados en las cunetas?
¿Quién se atreve a sacar la cara por las víctimas del holocausto
nazi-franquista? A Callar, a callar que esto también resta votos. Es mejor que
cicatricen las heridas en pro de la paz y la reconciliación entre los
españoles. ¿Alguien ha interrogado a don Juan Carlos de Borbón sobre el por qué
juró como legítimo heredero del caudillo conociendo su prontuario criminal? ¿Quién
dio la orden de enterrar al dictador en el Valle de los Caídos? Silencio,
absoluto silencio.
Los candidatos de esta mascarada deben hacer gala de inteligencia y
carisma; las frases hechas, las poses y gestos una y mil veces estudiados. De
memoria recitan los datos, las cifras de la recuperación económica, la bajada
del paro, la prima de riesgo, el Ibex 35 o el índice de precios al consumo
demostrando su conocimiento y sapiencia.
Al fin y al cabo el
reino de España debe ceñirse a los dictados de Bruselas y a las imposiciones de
la locomotora alemana.
La economía es los que realmente preocupa a los súbditos. Sólo hay que ver
las colas que se forman para adquirir la lotería de navidad en pleno ¡verano! Y
los casinos que pululan por todos los pueblos y ciudades, la primitiva, la
quiniela o los cupones de la ONCE. La suerte es la única que nos puede redimir.
Porque sea como sea hay que salir de la crisis. Los candidatos sacan pecho y
con voz impostada prometen que van a crear millones de puestos de trabajo,
contratos indefinidos y bien remunerados. Se acabó la precariedad laboral y el
paro endémico. Es prioritario levantar la moral de los súbditos: el alza de los
sueldos y de las pensiones, la rebaja de impuestos, el IVA, el IRPF, los
intereses bancarios, las hipotecas, las ayudas familiares, la igualdad de género,
el fin del impuesto a las sucesiones, a los testamentos, regenerar el mundo
rural, revertir el déficit demográfico, y sobre todo, mantener el estado de
bienestar. Promesas y promesas que se lanzan a río revuelto a ver si los incautos
pican el anzuelo.
Esta es la mejor oportunidad para autoproclamarse adalides de la lucha
contra la corrupción, el clientelismo, la prevaricación y el desfalco. Aunque
no son más que palabras estériles pues esta es una práctica generalizada casi
imposible de erradicar.
Ni siquiera se ha abierto un debate sobre política exterior: las relaciones
con EE.UU, el papel en la OTAN o la participación en la guerra contra el
terrorismo. Ningún candidato se ha referido a la industria armamentística y
menos a las multinacionales que participan expolio de las materias primas de
los países del Tercer Mundo. Además de las compañías y empresas españolas ganan
jugosos dividendos vampirizando la marginación y la pobreza. Poco importan las
relaciones con los países latinoamericanos, ni el futuro del pueblo saharaui
que agoniza abandonado en el desierto. Son un ejemplo más de la soberbia del
reino de España que se jacta de pertenecer a los países más ricos del planeta.
La demagogia los lleva asumir el reto de enfrentar temas tan trascendentales
como la ecología, la energía nuclear, los inmigrantes o los refugiados. Todos
los partidos sean de izquierda o de derecha apuestan por revitalizar la
educación, la cultura, las artes, las letras. Seguramente son asuntos
prioritarios porque tienen que convencer a unos electores cada día más críticos
y exigentes.
En resumen: la Casa Real es intocable. Sus majestades son inmunes e
inviolables ante la ley tal y como reza el artículo 56.3 de la constitución.
Nadie se ha atrevido a indagar sobre cuál es la verdadera dimensión de su
patrimonio, sus inversiones, sus cuentas secretas o los testaferros que se
encargan de administrar su fortuna en los paraísos fiscales. Aparentemente la
corrupción, el tráfico de influencias, o el enriquecimiento ilícito es algo que
no les atañe pues sólo le rinden cuentas a Dios todopoderoso. El rey don Juan Carlos,
blindado por los partidos constitucionalistas, se dedica a la bohemia, la pachanga,
los toros y los cruceros de placer. Al final los súbditos son los que pagarán
los platos rotos.
Las clases populares, el proletariado, los obreros, los campesinos tienen
un valor meramente sentimental y fuente de inspiración de las consignas más
apasionadas. Poco cuentan esos súbditos empobrecidos por las políticas
neoliberales, esas víctimas de la emergencia social que humillados tienen que
rogarle una limosna a Cáritas, la Cruz Roja, al Banco de Alimentos o las ONGs.
Existen millones de familias desahuciadas, en el paro o la marginalidad
mientras la Casa Real dilapida sin remordimiento millones de euros en
satisfacer el fuego fatuo de sus vanidades.
A estas alturas de la historia poco importa el debate ideológico. El
socialismo, el comunismo o el marxismo son teorías fracasadas y caducas. Las
banderas rojas con la hoz y el martillo hacen parte de un pasado remoto y deben
esconderse en el trastero. La derechización es el signo de los tiempos y cada
día que pasa se acentúa su vigor.
La estrella de esta campaña electoral es sin lugar a dudas es VOX, el
partido defensor de la españolidad y el mejor antídoto para contraatacar a los secesionistas
catalanes. ¡Por Dios, la Patria y el Rey!
En defensa de las tradiciones más
vernáculas, y los héroes sacrosantos desde
don Pelayo, el Cid Campeador, los reyes Católicos, Cristóbal Colón, el gran
Capitán, Hernán Cortes, Pizarro, el almirante Blas de Lezo, herederos de los guerreros que participaron
en los siete siglos de reconquista, valedores de la hispanidad, las épicas victorias en la
batalla de Covadonga, Navas de Tolosa o
de Lepanto. Con ellos resucita el “imperio hacia Dios” y los principios fundamentales del Movimiento
legados por el caudillo Francisco Franco Bahamonde por la Gracia de Dios. Bajo
el lema de “todo por la patria” se
impone ese espíritu romántico que ensalza al caballero español ¡viva la
tauromaquia, la caza, el jamón, la paella! Para garantizar el respeto a la
bandera, el himno y la dignidad de su majestad el rey. La seguridad por encima
de todo, el velar por la propiedad privada, la xenofobia y el racismo que son
los máximos valores de la ultraderecha.
Pero el mayor drama quizás lo va a protagonizar Podemos pues su pacto con
el PSOE -por desbancar al PP en la moción de censura- lo condenan al máximo
castigo al quedar reducidos a la mitad de los diputados en las cortes
monárquicas. Pablo Iglesias e Irene
Montero líderes absolutos han perdido toda credibilidad al comprarse una
mansión de 600.000 euros en una de las zonas más aristocráticas de Galapagar. ¿Cómo le
podrán explicar a los proletarios y descamisados tamaño despropósito? Su
prédica se hunde en la más vil hipocresía
Un estúpido error que le costará muy caro y por lo que no les quedará
más remedio que dimitir la misma noche de las elecciones. El triunfo en las urnas de Pedro Sánchez es
inobjetable aunque tendrá que pactar para seguir gobernando. La debacle del PP,
quizás el partido más corrupto de Europa, también será apoteósica. Así que VOX, el PSOE y Ciudadanos serán los
triunfadores de la jornada.
Estamos en la Europa del siglo XXI, en la era del consumismo más voraz y depredador,
dominados por la dictadura tecnológica globalizada: el Internet, el iPod, el
Smartphone, el Twitter, el WhatsApp, el Instagram, Telegram o Facebook. No hay
sitio para la nostalgia, ni las aventuras revolucionarias pues el capitalismo
ruin y despótico es el que manda.
Este domingo millones
de súbditos avalarán con sus votos la legitimidad del feudalismo monárquico. Son votos que
perpetuarán el poder a la dinastía borbónica y sus descendientes. No hay nada, ni nadie que lo ponga en
entredicho. Sólo una minoría antisistema es capaz de mantener el pulso pero se
ve impotente para enfrentar una fuerza tan descomunal. La sociedad burguesa y
reaccionaria expresará contundentemente en las urnas su voluntad. ¡Gloria al
nacionalismo español! ¡Loadas sean sus majestades!
Carlos de Urabá 2019
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire