La jaula

La jaula
por la emancipación de los pueblos

samedi 12 janvier 2013

¿Votos o espermatozoides? ¿urnas o coños reales?


La verdad es que organizar unas elecciones requiere de una maquinaria muy compleja y costosa, un verdadero despilfarro de medios y recursos destinados al empadronamiento, el registro electoral, las papeletas, las mesas de votación, los presidentes del jurado, los colegios electorales, el voto por correo, que si las entrevistas, los debates, los mitines, la publicidad por radio, prensa y televisión, la pega de carteles, los volantes y toda esa parafernalia que rodea el circo electoral.

Una vez finalizadas las elecciones y tras jurar el candidato ganador ante las Cortes lealtad al Rey y a la Constitución de inmediato se sienta en la poltrona del Palacio de la Moncloa a repartirse el pastel con sus amigotes. Porque no olvidemos que hay que pagar favores y colocar a sus incondicionales en los puestos de mayor relevancia y engordar las nóminas del aparato burocrático que alcanzan una cifra astronómica difícil de cuantificar. La casta vencedora tiene por delante cuatro años para forrarse de pies a cabeza. Y al ciudadano de a pie, y si te he visto no me acuerdo ¡chau! y hasta las próximas elecciones que volverán a engatusarnos con el mismo cuento de siempre.

Realmente la política es un negocio como otro cualquiera, perdón, me equivoco, el mejor negocio pues con un mínimo esfuerzo deja grandes dividendos en la cuenta corriente de sus honorables señorías. Sólo basta con pronunciar la palabra democracia y el genio de la lámpara maravillosa les otorga carta blanca para hacer y deshacer a su antojo. Por eso no hay que extrañarse que surjan de los actos de corrupción, el trapicheo, los chanchullos o los pelotazos. Además sus señorías gozan de inmunidad parlamentaria y prebendas tales como dietas, viajes, congresos, cumbres, queridas, hoteles, jacuzzi, damas de compañía, fiestas, saraos, cócteles, regalos, cenas, y una interminable lista de caprichitos que al final pagamos los contribuyentes con nuestros impuestos.

El generalísimo Francisco Franco determinó en su glorioso testamento que España tenía que recuperar su orgullo imperial y en consecuencia nombró a don Juan Carlos de Borbón y Borbón como su legítimo heredero. A la muerte del dictador la monarquía astutamente supo jugar sus cartas. Los soberanos se declaran demócratas y deciden compartir junto a los plebeyos el poder. Una loable actitud que no encontró del todo el beneplácito de la cúpula militar. Los militares que habían detentado el poder durante cuarenta años se sienten discriminados. Encima se legalizó al Partido Comunista y el separatismo en el País Vasco y Cataluña amenazaba la unidad de España. Tales provocaciones traen como consecuencia que el día 23 de febrero de 1981 una facción de militares franquistas perpetre un golpe de estado. La asonada fracasa pues don Juan Carlos a última hora los traiciona.

Según las reglas del juego el papel de su majestad el Rey se limita a firmar las leyes emanadas por el parlamento y presidir los desfiles enfundado en su traje de Capitán General de los ejércitos. Afirman los expertos que la institución regia no es más que algo puramente ornamental. Quizás tengan razón pues los soberanos para no aburrirse se entretienen en viajecitos, banquetes, bodas, paradas militares, funerales, inauguraciones, corridas de toros, bailes benéficos,etc, etc. Aunque hay que reconocer que son una marca exitosa que vende a las mil maravillas. La casa real es la principal protagonista de las tertulias en la radio o la televisión y copan todas las portadas de la prensa del corazón. Ellos son los auténticos forjadores de una revolución cultural que ha elevado el nivel intelectual de los españoles.

¿Votos o espermatozoides, urnas o coños reales? he ahí el dilema. Con inteligencia y sagacidad los padres de la constitución tomaron una decisión salomónica y optaron por un spanish kalimotxo para resolver el entuerto. Dejemos que los espermatozoides elijan al soberano de las Españas y por otro lado, para contentar al vulgo, que éste ejerzan su derecho al voto y escoja a cualquier mequetrefe de presidente.

Fuera de discusiones y polémicas yo creo que para ahorrarnos tantos dolores de cabeza mejor nos hubiésemos quedado con la monarquía a secas. Porque no es lo mismo depositar el voto en la urna, un acto en esencia frío y aburrido, que legitima a una banda de truhanes, a que el Rey eche un buen polvo y eyacule en la serenísimo coño de la soberana.

Un acto tan sublime como la cópula real debería ser considerado patrimonio de todos los españoles. La institución regia merece todo nuestro respeto. Necesitamos un heredero pluscuamperfecto engendrado y no creado de una inteligencia superior incuestionable. Que un tonto nos gobierne sería imperdonable como ha sucedido en otras ocasiones. La calidad genética del monarca no admite discusión. Hay que criar buenos sementales pues al igual los perros de raza, el pedigree cuenta. Estos bichos precisan de un cuidado muy especial, por eso es aconsejable una buena alimentación en los mejores restaurantes y que se dediquen a holgazanear a tiempo completo en casas de campo, jardines del buen retiro, mansiones en la playa o en la montaña.

Y Tras el acto sexual comienza la dulce espera. Siempre queda la duda si el monarca habrá conseguido llevarse el gato al agua. Pero no hay que ser aves de mal agüero y darle un voto de confianza.

Qué maravilla cuando semanas después del cortejo núpcial, los heraldos reales comuniquen la buena nueva: a la reina no le ha bajado la regla ¡oh gloria inmarcesible! ¡oh júbilo inmortal! Habemus papam. Se perpetua la especie y las ruedas de la historia siguen su curso sin sobresaltos.

Todo esto tal vez suene un poco duro y sea criticable pero yo lo prefiero antes que aguantar a tanto monárquico republicano, socialista o comunista. Sino observemos esa plaga de pelagatos como Felipe González y su esposísima Carmen Romero, Alfonso Guerra y su hermanísimo Juan Guerra, José María Aznar y la vampiresísima Ana Botella, Jordi Pujol y su hijísimo Oriol Pujol, Manuel Chaves y su hijísima Paula Cháves, Adolfo Suárez y su hijísimo adolfito, Manuel Fraga y su hijísima Maria del Carmen, en fin, una interminable lista de plebeyos carentes de rancio abolengo que pretenden inmiscuirse descaradamente en los asuntos regios.

En la actualidad ya no existen diferencias entre izquierdas y derechas, esas ideologías, en otros tiempos antagónicas, se han unificado bajo la doctrina suprema del nacionalismo español. La constitución burguesa no es más que un pacto explicito entre militares, plebeyos y aristócratas para imponer el dogma de la monarquía parlamentaria y de este modo castrar las ansias de libertad de un pueblo hoy más que nunca desarmado y cautivo.

Carlos de Urabá 2009
Investigador de Colombia.

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