Otro aniversario más,
cinco siglos de tinieblas enterrados vivos bajo la pesada lápida de la mentira
y el olvido.
Existen diferentes
fiestas de guardar; está el día de la Madre, la Virgen de mayo; el día del
maestro, San José de Calasanz; el del estudiante, San José de Cupertino; el de
los novios, San Valentín; el de la secretaria, Santa Tecla... aunque sin duda
alguna el día más importante en el calendario es el 12 de octubre, la fecha en
que se conmemora la gloriosa epopeya del descubrimiento de América llevada a
cabo por don Cristóbal Colón bajo el patrocinio de los Reyes Católicos.
El 12 del patíbulo se
celebra por todo lo alto el día de los sepultureros, el día del orgullo
españolista, la ocasión perfecta para enaltecer la figura de nuestros héroes y
mártires. Como es costumbre al velatorio asisten los reyes, presidentes,
obispos y embajadores. Doblan las campanas y con toda la pompa el cortejo fúnebre
se abre paso por las principales calles y avenidas encabezado por una
interminable procesión de capirotes que arrodillados se flagelan al ritmo del
réquiem sacrosanto.
Loados sean los
piratas que empuñando la espada y la cruz violaron el edén, de amor patrio
henchido el corazón aquellos valientes guerreros a punta de pólvora y dinamita
escribieron una de las páginas más "sublimes" de la historia.
Juicio sumarísimo y al
paredón. Al bélico grito de España imperial los verdugos disparan sus armas a
quemarropa y tras la dulce agonía, el tiro de gracia. Hijos míos, vuestra
sangre derramada os hará libres.
Palada tras palada los
sepultureros abren los profundos socavones, son esqueletos que caminan lerdos
arrastrando sus pesadas armaduras; encorvados apenas se mantienen en pie
mientras en sus rostros pálidos se dibuja un rictus mortis de satisfacción. Con
nobleza sus manos huesudas sostienen la guadaña civilizadora que impone la ley
de los vencedores. La bolsa o la vida, canallas. Oro, montañas de oro, de oro
puro que nuestros dioses tienen hambre.
Las plañideras
rigurosamente de luto enjuagan las lágrimas en sus pañuelos y una y otra vez
repiten las letanías: señor, perdónanos nuestros pecados... nuestros pecados.
Contemplar el nuevo mundo convertido en un camposanto es algo tan maravilloso,
el perfume de las flores tiene otro sabor y hasta las bandadas de cuervos y de
buitres parecen ángeles celestiales. Un verdadero remanso de paz: tumbas
soleadas, confortables nichos, elegantes panteones, valles de los caídos y pudrideros
donde florece la cizaña para gozo y disfrute de las ánimas en pena.
Este 12 del patíbulo
una vez más los heraldos negros proclamarán la victoria ¡arriba España! ¡Que
vivan los fundadores de las morgues y las funerarias! un homenaje a los novios
de la muerte, feliz cumpleaños venerables negreros e inquisidores, benditos
sean por siempre señor los especialistas en fabricar ataúdes y catafalcos,
alabados sean los expertos tejedores de sudarios y mortajas.
La madre patria es
generosa y da el pésame a los deudos: resignación cristiana ¡cuánto lo
sentimos! Eran tan buenos. Un minuto de silencio en honor a las tribus bárbaras
desaparecidas, un minuto de silencio a la memoria de los salvajes sin alma
predestinados a ser carne de cañón de los infiernos.
Otro aniversario más,
cinco siglos de tinieblas enterrados vivos bajo la pesada lápida de la mentira
y el olvido, 500 años en esa fosa común sin nombres y apellidos, no hay nada
más que cardos y espinas y sobre la fría losa un triste epitafio que reza: dale
señor el descanso eterno, brille para ellos la luz perpetua.
Carlos de Urabá 2009
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