La jaula

La jaula
por la emancipación de los pueblos

jeudi 20 mars 2014

Un ateo en Tierra Santa.

Dios, debo confesarlo, esto es el colmo, soy un ateo, un ateo en Tierra Santa, en la tierra de los dioses monoteístas. Será posible tamaña irreverencia ¡Oh! Desde niño ya empezaba a preguntar a los maestros ¿dónde está ese Dios del que ustedes me hablan?  -calla y pídele perdón al supremo hacedor- ¿allá entre las nubes junto a los gallinazos, quizás?

Me alzo desafiante y lanzo un alarido rabioso. -Falso, todo es falso, esto es una estafa ¡abrid los ojos incautos! Mentira,  mentira, como podéis rendirle tributo a esos dioses sanguinarios y destructores, dioses que sólo piensan en castigarnos con el fuego eterno. Arrebatado abro mis fauces y enseño mis colmillos retando al altísimo: Señor, si eres omnipresente y omnipotente dadme una prueba de vuestra existencia. No os escucho, rey de reyes, ¿sois acaso sordomudo? el sol abrasador quema mis pupilas y un vendaval barre la arena del desierto   ¿Si hemos sido creados a vuestra  imagen y semejanza, entonces, ¿por qué habéis engendrado a este hereje,  a un incrédulo, a un apostata  que os blasfema e increpa?

Vago por el Mar Muerto muy cerca de las ciudades benditas de Sodoma y Gomorra. ¡Qué privilegio!  Aquí no hay más que montañas áridas y valles pedregosos donde pululan los alacranes y las serpientes. Es increíble que los más reverenciados profetas afirmen que en este útero estéril  se halle  « la tierra prometida »  Desnudo me arrodillo en el altar de los sacrificios y escupo al cielo.  No creo en nada ni en nadie y menos en un diosecillo castrador que prohíbe el placer. ¿De qué sirve tanto misticismo, tantas abstracciones, especulaciones, oraciones, plegarias, golpes de pecho, genuflexiones, flagelaciones y ayunos? Los sumos sacerdotes afirman que los dogmas de fe son infalibles y no admiten la menor duda.  Cobardes pelagatos, ¿tenéis  miedo a la muerte? la muerte os  acongoja y os sentís desamparados. Necesitáis un redentor clemente y misericordioso que os premie  con la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.    

Ingenuos creéis que esos cuentos de hadas son verdades irrefutables. Que si los evangelios, los versículos, epístolas, el antiguo y el nuevo testamento, pergaminos, papeles y papeles que es la herencia más valiosa que nos ha legado nuestro padre celestial.  No son más que versos poéticos que no sirven sino para embaucar a los mansos, a aquellos que precisan de un mesías que los redima. Pobres y tristes mortales al final la única certeza es que el sepulturero cavará vuestras tumbas y envueltos en finas mortajas seréis pasto de los gusanos y alimañas. Tras el festín vuestro esqueleto brillará reluciente y cautivador. Si os vale de consuelo vuestra calavera mantendrá perenne su grácil sonrisa.

Pensáis que sois incorruptibles, que resucitareis a la diestra del padre todopoderoso. Permitid que me sonría  ja, ja, ja  simios pretenciosos y arrogantes no sois más que carroña maloliente que servirá de alimento a los cuervos y los buitres. ¡Vaya soberbia! deseáis trascender y alcanzar la inmortalidad a la diestra del padre ¿no?  Esos no son más que delirios provocados por un trance alucinógeno.

Al renegar de Dios me siento libre, un apostata despojado del yugo y las cadenas de la teología y de todas esas supersticiones ridículas. Vosotros os dejáis engatusar por los  clérigos adúlteros, falsos profetas que  predican sumisión  un Dios invisible engendrado y no creado.  Fornicadores, hipócritas y mentirosos,  que cagan y mean igual que las mulas y los burros,  vuestras hembras paren igual que las vacas y dan de mamar los críos como las perras a sus cachorros. Afirmáis que sois  seres superiores, que tenéis alma y uso de razón y eso os hace superiores. Babosos no  producís más que basura. Vuestros culos sucios hieden a estiércol. 

Esclavos, pobres y tristes esclavos de un padrenuestro y un ave María.

¿Nadie me responde, nadie es capaz de refutar mis palabras? Silencio, sólo hay silencio en el Mar Muerto donde las estatuas de sal yacen ahogadas en las playas. Y otra vez el viento barre las dunas del desierto arrastrando el polvo del olvido.   ¿Cuántos reinos han quedado sepultados en la arena?

Esa sí que es una verdad inmutable.   En el fondo de vuestra alma sabéis que tengo razón mamíferos decrépitos, pero preferís seguir consumiendo en los templos vuestra dosis diaria de cicuta y de opio.  ¡Os compadezco!  Rezad, pues, pecadores, daros golpes en el pecho y rogad a vuestro Dios que os perdone y os reserve una letrina en el paraíso.    Habéis renegado de vuestros instintos, de vuestro origen  y os creéis más divinos que humanos.

Soy un ateo en tierra santa,  cortadme la lengua, castigadme Dios padre todopoderoso, merezco ser crucificado en el Gólgota como vuestro hijo Jesucristo para al tercer día resucitar al lado de vuestro amado siervo Luzbel y devorar el maná bendito que me hará inmortal.

I.B II









 

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