A pesar de la cruenta guerra
civil que desangra Siria el régimen Baazista ha convocado elecciones
presidenciales para el día 3 de junio.
Ahora el dictamen de las urnas se
encargará de reelegir Bashar, el padre salvador de Siria, para un nuevo mandato
y legitimar sus actos criminales.
Una de las características más
importantes de los gobiernos dictatoriales de Oriente Medio es la de sublimar al
máximo la figura del rais, del malik o el rey, el mariscal, el sultán o el
califa. Es
primordial infundir temor entre los súbditos para que comprendan ante quienes
deben postrarse de rodillas. Aunque los preceptos islámicos prohíben
cualquier forma de idolatría, pues ofenden la memoria de Allah y su profeta, es
algo normal el desmedido culto a la personalidad que le profesan a los
gobernantes.
En Siria antes de la guerra civil
iniciada en al año 2011 en todos los pueblos y ciudades se exhibía por las
calles y avenidas la clásica foto de Bashar,
la de su padre Hafez y la de su finado hermano Basil Al Assad, el auténtico sucesor del trono de la República
Árabe Siria. Pero hoy, tras más de tres años de insurrección, muchos símbolos
baazistas han sido destruidos con saña por sus encarnizados enemigos sunitas.
En el año 1994 Basil, el primogénito de Hafez (a quien había elegido como su
sucesor) comandante de la Guardia Republicana, paracaidista de la
brigada de élite e ingeniero, muere en
un accidente mientras conducía su auto de lujo cerca del aeropuerto de Damasco.
Esta fue una tragedia de gran magnitud que convocó multitudinarias
manifestaciones de duelo y de dolor. A partir de entonces y por decreto extraordinario
del Consejo Supremo se le elevó a la categoría de héroe y en su honor se
bautizaron con su nombre academias, escuelas, universidades, hospitales o
estadios. Los más reputados literatos escribieron infinidad de libros con la
intención de forjar el mito de Basil y revestirlo con la aureola de mártir chiíta. También se acuñaron
lemas para eternizar su memoria como por ejemplo: “todos somos Basil” “Hafez
es nuestro símbolo, Basil es nuestro modelo, Bashar es nuestra esperanza” Es
tal el delirio místico que sus más fanáticos admiradores llegan a tatuarse su
esfinge en el pecho o en los bíceps.
Esta liturgia propagandística es de
vital importancia para mantener el vínculo afectivo con el pueblo. El fervor por los líderes debe exteriorizarse en
pancartas, murales, vallas, fotos, esculturas, bustos, estatuas, himnos o
canciones. En todo caso desde muy temprana edad en la escuela comienza el adoctrinamiento
con el fin de inculcar entre los niños obediencia y respeto a la jerarquía.
Además, los libros de texto oficiales
dedican extensas páginas de alabanza hacia la figura del rais Bashar Al Assad y
la dinastía. Un amor desmedido que
supera incluso al que se le profesa a los padres, a la esposa o los hijos. Al rais es obligatorio jurarle fidelidad eterna
e incluso, llegado el caso, hasta sacrificar
la propia vida pues la sangre derramada es la mejor demostración de entrega y
gratitud.
Los alauítas extendidos por Siria, Líbano y Turquía (Antioquía) están
catalogados como una secta hermética heterodoxa
vinculada al chiismo por adopción. Su libro secreto Kitab al Majmu es
considerado por los sunitas una herejía.
Los jerarcas alauítas sostienen que el alma puede reencarnarse en otra persona
o en un animal y que las mujeres no tienen alma. En la práctica son politeístas
(nusayríes) y conservan el culto pagano
a la adoración de los árboles, las montañas, también beben alcohol, no van a la
Meca, se declaran trinitarios y festejan la navidad. Para ellos Ali es Dios hecho carne. Los alauítas mantienen
buenas relaciones con los ismaelíes
cristianos y nizaríes, y aunque finjan hacerlo no aceptan el Corán. En la Edad Media se aliaron a
los Cruzados y en el siglo XX
colaboraron sin mayores objeciones con los colonialistas franceses.
Si un alauíta leyera todo lo anteriormente
mencionado de plano lo negaría. Esa es parte de su personalidad y por eso existe
un dicho popular que los define perfectamente: “el que no disimula es un tonto” En esta hipócrita comedia Bashar Al
Assad también interpreta el papel de sumo
pontífice y de vez en cuando, de la mano del muftí de Siria Ahmad Badreddin Hassou y sus acólitos, se dirige a
rezar el Salat Yuma en la gran mezquita de Damasco para guardar las apariencias.
Los alauítas en su origen eran campesinos analfabetos que habitaban las
montañas de la región de Latakia y que
fueron relegados por los sunitas a las labores de servidumbre. Pero a partir del final de la Primera Guerra
mundial y, tras la firma del acuerdo secreto Sykes-Picot que le otorgó al colonialismo francés el mandato de Siria, éstos pasaron a
ocupar un lugar privilegiado en la escala social para contrarrestar el poder de
la mayoría sunita.
El Baazismo ideológicamente defiende
la unidad árabe y el socialismo; además reivindica el nacionalismo gran sirio o el país de Bilad Al Sham que comprende
Palestina, Líbano, Jordania, sur de Turquía, Siria e Irak, mejor dicho, el
territorio histórico del que fueron despojados por los sionistas y los
invasores europeos.
Bashar es una especie de glorioso
timonel que guía a su pueblo por el
sendero de “la paz y la libertad”, él es el padre benefactor y protector de las
minorías llámense cristianos, drusos, ismaelitas, caldeos, armenios,
circasianos, cristianos ortodoxos o chiitas. Por lo tanto es una afrenta
imperdonable que los sunitas se hayan levantado en su contra y sin duda merecen
un castigo ejemplar.
En esta guerra civil que azota
Siria existen grandes intereses económicos y geoestratégicos que involucran a
Rusia, Irán y Hezbollah (Líbano) sus aliados incondicionales en el combate,
según el discurso oficial, “contra los
imperialistas de la OTAN, los jeques Árabes, Al Qaeda y los agentes sionistas.” Buena parte
de la izquierda occidental ingenuamente lo ha adoptado como un icono de la “resistencia
revolucionaria”
Bashar y su hermano Maher, comandante de las tropas de
élite de la Cuarta División Blindada, el Muhabarat, la Shabiha, el Ejército Sirio,
los milicianos de Hezbollah y los guardianes de la revolución iraníes
enfrentan ferozmente en el campo de batalla a la yihad sunita, sus enemigos ancestrales.
No importan los métodos represivos que se empleen ya sea mediante bombardeos desde aviones, con
tanques, misiles, artillería pesada, armas químicas, todos es válido con tal de exterminar a los
insurrectos. Lo prioritario es actuar
con contundencia: demoler pueblos y ciudades, desterrar a sus pobladores y poner en marcha la industria de la muerte
aplicando las artes de tortura y la eliminación sistemática de los “peligrosos
terroristas”. A estas alturas del 2014
ya se contabiliza más de 150.000 muertos
a los que hay que sumar otros tantos miles de heridos y desparecidos o los
confinados a los campos de concentración y las cárceles. Por todos lados se observa un tétrico panorama
dominado por la ruina y desolación que marca
el cruel destino de un país sumido en la desesperanza.
Los especialistas del ministerio de la Imagen y la Propaganda
cuentan entre sus filas a los más
reputados artistas, programadores de computación, los genios del Photoshop y profesionales de reconocido
prestigio que diseñan las estrategias
publicitarias más exitosas. Fruto de estos
montajes manipuladores, que luego serán emitidos a través de la radio, la prensa,
el cine y la televisión, se ha concebido una realidad paralela capaz de
competir con las películas hollywoodianas.
La producción en serie de estos productos
impresos sobre soportes de tela, lona, papel, plástico o metal se encarga a los
proveedores made in China. Por lo
tanto el mercado siempre está bien abastecido de un sin fin de fetiches, objetos
y recuerdos, posters, banderolas, sellos, calcomanías, camisetas, gorras,
pañuelos, pines, etc. No hay más que
contemplar el medio en el que se desenvuelve la vida para darse cuenta del
éxito alcanzado pues la imagen del rais
Bashar Al Assad y la dinastía adorna los buses, los taxis, los autos
particulares, los edificios públicos y privados, los organismos oficiales, los
ministerios, institutos, colegios, universidades, cuarteles, plazas, avenidas, estadios,
estaciones de tren o de autobuses y aeropuertos.
Tampoco deben faltar los mensajes patrióticos o épicos, los eslóganes,
las citas gloriosas que levanten la
moral de sus súbditos. A cualquiera le llena de orgullo y satisfacción
contemplar en una valla al rais cabalgando en medio de las nubes a lomos de en
un brioso corcel hundiendo su espada
justiciera en el corazón de sus enemigos. “la patria es de todos y tenemos el deber de defenderla”
“Vota por Bashar, Siria tiene futuro” el respetable oftalmólogo, un
elegante gentleman educado en Londres, de finos modales y unido a la preciosa Asma Al Assad, la primera dama y esposa
modélica entregada por completo a la causa de los pobres y los
huérfanos. Quien diría que este venerable estadista que acaricia a sus tres
hijos Karim, Zein y Hafez con tanta dulzura
es capaz de ordenar los más salvajes bombardeos y las más espantosas masacres.
Es el tiempo de recomponer el
prestigio perdido por el rais, devolverle la credibilidad y desmentir las falsedades que transmite la
prensa internacional que lo ha califican de déspota, verdugo o despiadado
matarife. La opinión pública tiene que comprender que Bashar es un “verdadero
revolucionario” que lucha contra los “fanáticos terroristas” que no sólo pretenden
destruir Siria, sino también la civilización occidental.
El candidato presidente-que por
vez primera se medirá a dos candidatos “opositores”
para dar una imagen “democrática y plural”- promete reconstruir el país y conducirlo por
la senda de la “libertad y del progreso” Siria
comienza una nueva era de paz y
prosperidad. No se sabe cómo se lograran estos objetivos pues el gobierno sirio se encuentra aislado
internacionalmente y sufre un bloqueo económico que lo mantiene en estado de
emergencia. En todo caso los ciudadanos están llamados este 3 de junio a refrendar el inmenso amor
al Baazismo, el partido único apoyado por el Frente Nacional Progresista que obtendrá de antemano un resultado demoledor
en las urnas.
Pero no es solamente en Siria donde el culto a la personalidad supera la fe religiosa sino que este es un fenómeno
que se extiende por todo Oriente Medio.
Por ejemplo, en Jordania una sección
del Muhabarat se encarga de
organizar el aparato propagandístico de la dictadura
monárquica hachemita. Un numeroso
equipo de expertos se dedica a tiempo completo a enaltecer la excelsa figura de
su majestad el malik Abdalá II, la reina Rania, el príncipe heredero Hussein y la familia real. (incluido el difunto
rey Hussein) El presupuesto anual que se destina a dichos menesteres sobrepasa
los 25 millones de dólares. Según los
responsables del departamento de inteligencia es preciso que la imagen del malik se multiplique
infinitamente por los lugares más perdidos
de Jordania. Con su presencia sus súbditos, esclavos de la pobreza crónica, al
menos se sentirán colmados de felicidad. Es tal la obsesión por divinizarlo que a pesar
de que Abdalah II no mide más de 1.60 metros, por arte de magia se trasforma en
un colosal emperador vestido con su uniforme de gala plagado de condecoraciones
aunque jamás haya ganado una sola batalla. Por el contrario el ejército jordano
siempre ha sufrido las más humillantes derrotas
a mano de los judíos, con excepción del Septiembre Negro en el que impunemente masacraron a sus hermanos
palestinos cometiendo un brutal genocidio que causó más de 10.000 muertos.
Esta trama goebbeliana refleja en toda su magnitud la egolatría y la megalomanía
de la que hace gala la casta oligárquica, militarista o aristocrática dominante cuyo único fin es
perpetuarse en el poder.
Es por ello que hasta en la casa
más humilde debe colocarse en un lugar privilegiado la foto del rais, del malik,
del sultán, el califa o el mariscal de campo como muestra de reconocimiento hacia
su persona. Su ausencia sería
interpretada como un claro gesto de
insumisión.
Por eso tenemos que insistir que la única ideología existente es el culto
a la personalidad. Ideología que se resume en tres pilares fundamentales: Allah,
el malik, el watan (Dios, la patria y el rey) En Siria desde hace 44
años que la dinastía de la familia Assad domina todos los ámbitos del poder
político, económico y militar en complicidad con la burguesía sunita, alauita,
cristiana, ismaelita, armenia, drusa o kurda. Entre ellos se reparten el botín
fruto de la corrupción y el desfalco. Mientras
tanto a los súbditos no les queda más remedio que resignarse a padecer el yugo
del terror, la explotación y la miseria. Video: http://youtu.be/5zz4BsoiCN0
En el siglo pasado durante la guerra fría Siria se convirtió en un satélite de la Unión Soviética que le suministraba
armamento y ayuda económica. Una alianza que hoy continúa junto al renacido imperio ruso que intenta recuperar su esplendor bajo la égida
de Vladimir
Putin. Siria es una pieza clave en los planes del expansionismo ruso en
Oriente Medio puesto que la base de Tartus le brinda a su flota naval una salida al mar
Mediterráneo que es por donde trascurre buena parte del tráfico petrolífero mundial.
Realmente Bashar Al Assad le debe
su supervivencia al compromiso de Rusia, China, Irán y Hezbollah para con su
causa. Sin esta invaluable ayuda la guerra civil ya estaría perdida. Gracias a
los buenos oficios de sus padrinos todas las resoluciones en su contra promovidas
en el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas han sido bloqueadas. Hay que resaltar que en este conflicto
bélico la población civil siria es lo que menos importa pues la verdadera preocupación
de la comunidad internacional es garantizar la seguridad de Israel. El sionismo prefiere a un
Bashar Al Assad debilitado y un Hezbollah bajo control antes que el islamismo
radical se tome el poder.
Carlos de Urabá 2014
Amman-Jordania
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