Acaba de terminar la fiesta del
cordero o el Eid el Adha y la pregunta
que nos planteamos es ¿en Palestina dónde
se crían los corderos?, ¿dónde están los pastores? Y la respuesta es que
por culpa de la ocupación sionista ya no hay campos para darle de comer al
ganado y el oficio de pastor ha desaparecido casi que por completo. Basta con
echar un vistazo al entorno natural para comprobar el amargo panorama: cercas,
vallas electrificadas, muros, controles militares, campos minados, es decir,
barreras infranqueables que afectan no sólo al ser humano sino también al medio
ambiente.
En Palestina el mundo rural y la cultura popular agonizan. El invasor israelí los ha despojado de las
mejores tierras, de sus pueblos, de sus recursos naturales y hasta de sus almas.
En Cisjordania desde el año 1967 los
colonos judíos han construido más de 50 asentamientos
en una clara violación de las resoluciones emitidas por la Asamblea General de
la ONU. Este proceso va a ser muy
difícil revertirlo porque ellos “sólo cumplen órdenes de Yahvé y jamás podrán desalojarlos de sus hogares”. La presión
demográfica es insoportable y falta espacio para acoger a los futuros
inquilinos.
El censo poblacional de las
ciudades de Cisjordania o Gaza nos revela el catastrófico abandono del medio rural. El campo es un escenario
hostil plagado de peligros pues los judíos no han renunciado a sus intenciones
de anexionarse por completo lo que queda de Palestina. Como lo demuestra el caso del pastor Salman y su familia- protagonista de
este documental http://youtu.be/PlXpLHcmkh0
al que el gobierno israelí ha confiscado sus propiedades en Hebrón. -Los colonos ultra ortodoxos van ampliando su radio de acción y no
toleran intrusos. Ahora deben iniciar
una nueva vida y adaptarse a un entorno artificial donde el campo ha sido
urbanizado.
Los grandes empresarios judíos son los que realmente dominan el
sector agrícola y ganadero. Esta es una actividad muy lucrativa gracias a la
explotación de mano de obra
extranjera-entre los que están incluidos los palestinos- El arduo trabajo
de los jornaleros y peones les permite obtener extraordinarias plusvalías y
multiplicar sus beneficios. Israel posee una industria agroalimentaria muy bien
desarrollada capaz de competir con cualquier país del primer mundo.
La FAO recalca que la
soberanía alimentaria es un derecho fundamental de los pueblos y sin ésta difícilmente
podrán asegurar su libertad e independencia. Y este es el caso de Palestina
que, a pesar de gozar de una cierta autonomía política tras la firma de los acuerdos de Oslo, su estatus no es otro
que el de una colonia israelí. La
potencia ocupante controla la tierra, el agua, las semillas, los recursos genéticos,
y la biodiversidad. La economía palestina es meramente subsidiaria y no tienen
la capacidad para autoabastecerse. Además
su dieta tradicional va siendo reemplazada por la alimentación industrial que
imponen las grandes cadenas de supermercados o las multinacionales.
Los cultivos ecológicos, el
pastoreo o la cabaña avícola y ganadera dirigido por los productores locales no
alcanzan para satisfacer la demanda. Y lo más crítico quizás sea la dependencia
extrema de miles y miles de refugiados que necesitan para sobrevivir de los
alimentos de primera necesidad que les aportan los organismos de ayuda humanitaria
como ONU, la Media Roja o las ONGs.
El boicot internacional a los
productos israelíes es una de las fórmulas más eficaces para socavar su economía y castigar su vil actitud
genocida.
Carlos de Urabá 2014
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