Chapman era
su más ferviente admirador, lo conocía mejor que nadie, se sabía de memoria las
letras de sus canciones, los álbumes editados, la historia de los Beatles, en
fin, John era su alter ego. Realmente lo amaba y lo amaba con adoración. Pero,
entonces, ¿por qué lo asesinó a sangre fría? Los médicos hablaron de
“suicidio psicológico”, es decir, que quiso matarse a sí mismo al disparar
contra Lennon.
A Chapman le
ha sido denegada la libertad condicional en ocho ocasiones debido a la
“naturaleza inusual” de su delito. A pesar de su buen comportamiento los jueces
no han tenido clemencia. La opinión pública insiste en que debe cumplir la
totalidad de la pena. Es lo que merece un criminal como él, ¿no? el ser más
odiado y que destruyó la carrera de uno de los genios musicales del siglo XX.
Tras pasar más de media vida en una celda del correccional de Attica todavía hay muchas dudas sobre las verdaderas razones que lo llevaron a cometer el crimen.
Pero en todo
caso han aparecido una serie de manuscritos anónimos-que según los grafólogos-
pertenecen a Chapman y que nos brindan claves para descifrar este sinigual
asunto.
“- Tú
nos mandaste a las manifestaciones contra la guerra mientras hacías el amor con
Yoko en tu suite del Dakota. Allí acostado en tu “bed peace”, en tu “hair
peace” tarareabas la letra de give peace a chance, acorralado por la prensa
del mundo entero que no quería perderse ni uno sólo de tus caprichos. Si una
mañana cualquiera te despertabas estornudando, medio mundo se preocupaba hasta
la desesperación; si bebías leche, si te enamorabas o te desenamorabas, si la
idiota de Yoko te dejaba o si volvía, si te empelotabas como un payaso diciendo
que lo hacías para luchar por la paz, cualquier cosa, era trasmitida a los
cinco continentes en menos de lo que canta el gallo. Más que Cristo ¿recuerdas
cuando dijiste que los Beatles eran más populares que Cristo? Y algunos te
dieron la razón.
Pero yo
apenas he sido uno más del montón ¡a quién le importaba mi situación! Y luego
te exigen que seas responsable, que te portes bien, que seas correcto. Si al
menos me hubieses mirado. Tú sólo te limitaste a gruñir en el vestíbulo del
Dakota, tu dulce hogar. Te esperaba allí desde hacía horas. Hacía frío. Hace
frío en New York en diciembre ¿sabes? Desde el Central Park llegaba una brisa que
calaba los huesos. En pleno corazón de Manhattan, un corazón helado, sabes. Te
molestaste sobremanera, no quisiste esperar medio minuto. No me atendiste. Tal
vez ibas apurado a cumplir una cita. Pero llevaba seis horas aguantando ese
aire gélido. Un minuto, sólo uno, que me hubieras podido dedicar buenamente. Hacía
años que te buscaba. No hemos tenido nunca a nadie. Solo a ti. Pensábamos que
era inútil encontrarte, que no saldrías que estarías cambiándole los pañales a
tu bebé o viendo tele saboreando un delicioso vaso de leche. Pero, Yoko asoma y
va hacia la limusina, y tú tras ella, trotando cual perrito faldero. Sí, sí aparece
el gran John por fin frente a mis ojos, que alegría, que calor en el cuerpo,
adiós frío. Y doy un paso hacia ti, con toda la ilusión latiendo en mis venas
¿y tú que haces? ¿el esbozo de un saludo, de una sonrisa? No, nada de eso.
Sólo, tan sólo, un infinito desprecio como si fuera un perro vagabundo. Y al
ver que te vas, me pongo a tu lado y te muestro tu último álbum “doble fantasía”.
Y te solicito un autógrafo. ¿me miraste? ¿qué hora era? ¿las cinco o las seis?
No sé. Parece que comenzaba a oscurecer. Me acerqué a ti con… con amor.
¿firmaste? Algo pusiste ahí, sí. Pero, ¿era tu firma, eso? Y entonces volviste
la espalda y te alejaste. Sí, vienes y cruzas y pasas de largo, te subiste a la
limusina que te aguardaba a unos metros y te perdiste en el tráfico de
Manhattan. Y yo empiezo a decirte adiós como si agitase un pañuelo al viento,
adiós, adiós. Me quedé con el disco entre mis manos, viendo como tú y Yoko se
besaban en la imagen, tan amorosos, tan tiernos. Recuerdo que caminé por los
senderos y atajos del Central Park, sin ver por dónde iba o venía, extraviado,
sin saber dónde me hallaba, en qué lugar, en que pueblo, en que tiempo, como un
niño solo, como un viejo solo, como si hubiese sido abandonado en un desierto
oscuro y mortecino.
Yoko ha
entrado al Dakota y tu pasas a mi lado sin prisa rumbo a tu apartamento. Si me
hubieses visto, si me hubieses sólo mirado, no me habría atrevido... Con el
revólver, ahora con el revólver cogido entre mis dos manos y flexionando
levemente las piernas cual si fuese un héroe de un filme americano -¡Mr.
Lennon! - te grité- te detienes y giras hacia mí y me miras. Ahora si me miras,
me ves por primera vez, me quedas mirando. Me viste, ¿no? Ahora que llevo un
arma me ves, ¿no? Y te hago sentir algo, algo al menos. ¿Despierto algo en ti,
no es cierto? Fíjate estamos en medio de la noche más plena y en el centro
mismo de la ciudad más soberbia, alta y fuerte del planeta. Los dos solos,
perdidos, náufragos en un mar insondable. No creías que un don
nadie como yo pudiese ser capaz de esto. Tu cara no era de fiesta. Te
viste triste, desvalido el cantante más amado, el ídolo universal. Dabas pena”
Dicen que en
los últimos momentos uno ve su propia vida como si se tratara de una película.
Imágenes rápidas, imágenes tal vez simultáneas.
“ Todas
las gentes solitarias, ¿de dónde vienen todas?
Todas las
gentes solitarias, ¿a dónde pertenecen todas?
Eleanor
Rigby recoge el arroz en la iglesia donde ha
tenido lugar
una boda; vive en un sueño.
Espera tras
la ventana, vistiendo la cara
que guarda
en una jarra junto a la puerta.
¿A quién
espera?
Lennon solía
acertar al hacer las canciones. Pero sólo acertaba cuando hacia su música, no
en el trajín cotidiano de la vida. Como Eleanor Rigby, tal vez. Viviendo dentro
de un sueño, junto a una ventana, esperando. Pero el caso es que Mark David
Chapman igual se hallaba en la cima del abandono y la orfandad, igual de solo,
igual esperando. Y John Wiston Lennon se daba de cabeza contra algo que nunca
pudo saber qué diablos era. Estaba a la intemperie, viajaba a la deriva y los
demonios de su infancia aparecían una y otra vez, acosándolo. No le quedaba
otra sino agarrarse a un madero cualquiera. Y fue entonces que asomó Yoko,
cabeza dura, japonesa, loca y astuta.
¿Cuántas ventanas tiene New York? más que ciudadanos, seguro. Pero sin balcones. La gente se asoma nada más que por esa otra ventana tan abierta y tan cerrada haciéndola sintonizar con la realidad y la mentira del mundo. Tan importante, tan esencial es esto, que incluso los ataúdes son fabricados con esas pantallas para dar compañía y entretención en las fosas. Mientras Lennon canta: “el papa fuma droga cada día” ¡Poder para la gente hoy! ¿Qué pasa New York? Chapman empapelaba las paredes de su dormitorio con todo lo que tuviera que ver con los Beatles.
“Sí, ustedes
fueron los perros domesticados de un circo pero ahora son los amos del circo.
Pensábamos que hasta te acordarías de los más desamparados, que tratarías de
proporcionar cobijo a los solitarios vagabundos, esos que aquí en New York
pululan por todas partes. Qué incluso, fíjate, que hasta osarías atacar el gran
mal del hambre ¿acaso no habías dicho que eras tanto como Cristo?, ¿o que hasta
tal vez mejor? practicar, entiendes, poner en práctica lo que cantabas a la paz
y el amor. Eras un gurú que se llenaba la panza y los bolsillos a costa de la
ingenuidad de tus devotos. 500 millones de dólares de regalías, casas,
apartamentos, castillos y comodidad suprema. Qué fácil ¿no? si tú ni siquiera
has luchado, me hablas de tus verdades que son un puñado de mentiras. Porque
para triunfar hay que ser un hijo de puta y los Beatles fueron los hijos de
puta más grandes que pisaron la tierra. Pero así y todo han sido reverenciados
por todo el mundo desde los mendigos a los reyes, desde los analfabetos a los
intelectuales, desde los negros y los blancos, los muertos de hambre y los
ahítos de manjares. No en vano hay una moda Beatles, una cultura y
contracultura Beatles. Salidos de la nada han demostrado que se puede alcanzar
el infinito aunque uno tenga que bajarse los pantalones.
.
Cualquier
movimiento termina por ser absorbido por el poder o se convierte en poder. No eras
más que una marioneta en manos de los fabricantes de noticias, de famas, de
modas o de credos. Se acabó tu mal viaje de LSD, brother, se acabó esta triste
mascarada de pequeños burgueses. Como decías, el dolor induce al placer. Girl,
¿no?”
El Dakota
Building queda situado en la calle 72 de la zona oeste de New York. Es un
complejo señorial donde tienen sus nidos un montón de pajarracos celebres y
millonarios. El edificio es sobrio, gris y sin mayor personalidad. La verdad es
que por la noche da la impresión de algo así como un mausoleo de grandes
dimensiones. Ahí se alza la vertical del Central Park West, una de las zonas
más exclusivas de la ciudad de los rascacielos
“imagínate
un millar de soles
juntos en el
cielo.
Déjalos
brillar por una hora.
Luego
déjalos apagarse
lentamente
en el cielo.
Hazte un
bocadillo de atún
Y comételo”
“Tu firma la
garabateaste sobre el álbum con infinito desprecio. Me lastimaste, me heriste,
hermano; me heriste con una lanza en el costado. ¡Actué en legítima defensa, señor
juez! él disparó primero. Aprende a respetar hasta la flor más pobre y
silvestre, cualquier gota o grano de vida porque tú no vales más que aquello.”
-Chapman, un fanático de los Beatles que se
pasaba todo el día cantando sus canciones, que también se casó con una japonesa
y comenzó a firmar como John Lennon, profeta de la paz y del amor, el genio
universal.-
Ahí estás
junto a tus compinches, los más guapos, los más ambiciosos, y en medio del
derroche beben cerveza, fuman yerbas, injieren barbitúricos o viajan felices en
las alas de placer y del engaño llevando una jeringa en sus manos. Cómplices de
la publicidad y del consumo. ¡Traidores de mierda!
“Como decías
“abandónalo todo” “sigue al Maharashi” “deja tu familia”, “sal de tu casa” y
nos embarcas a todos y usted se queda en la playa. Lo acuso de incitarnos a
romper con todo lo establecido, mientras usted se divertía en las discotecas de
New York o de Londres, lo acuso de haber ganado 500 millones de dólares a costa
de nosotros, de obligarnos a dejar nuestras casas cuando él se compraba
edificios enteros y una serie de mansiones en distintos paraísos terrenales, lo
acuso de haber empujado a toda una generación a la bebida y a la droga mientras
juraba haberse convertido en un abstemio y en un honorable amo de casa, lo
acuso de cantar contra lo establecido hasta ganar el dinero suficiente para
establecerse, lo acuso de utilizar la paz y el amor, sus amistades y hasta su
madre para obtener el número uno en los rankig del éxito, lo acuso de haber dicho
“uno tiene que perder toda la dignidad para ser lo que eran los Beatles” Lo
acuso de aceptar el despojo, el crimen, la burla. “de renegar de los líderes
cuando él tenía como líder a Dios y a Elvis Presley y, en el colmo, llegar a
afirmar lo siguiente “yo manejo a la gente, eso es lo que hacen los líderes,
fabrico situaciones que redundan en mi propio beneficio, así de sencillo,
manipulación, no hay que avergonzarse de ello, todos lo hacemos” lo acuso de
confundir el amor con la dominación “ yo he trabajado para ganar dinero, para
hacerme rico; de todas formas sigo siendo socialista” Hipócrita.
Lo sé,
viejo, pero con un revólver 38 en la mano es difícil que no me tengas en cuenta.
¿cómo me mirabas, hermano? Me mirabas con respeto ¡Confiésalo! con respeto y
también con amor porque te arrodillas ante el poder y en ese momento yo era el
hombre más poderoso del mundo. Un Dios viviente. Ni más ni menos. Cuando te
disparé obedecí un impulso atávico. Después de escuchar el disco Sargeant
Peppers Lonely Hearts supe que eras un farsante, un vil farsante.”
“Flores de celofán amarillo y verde,
Amontonándose
sobre tu cabeza.
Buscas a la
chica con el sol en los
ojos se ha
ido”.
“Con nuestro amor,
con nuestro
amor
podríamos
salvar el mundo.
Sólo que lo
supiéramos...”
“En realidad no me importa
si estoy
equivocado. Estoy bien.
Allí de
donde soy, estoy bien.
Allí de
donde soy...”
Los parias,
los miserables los muertos de hambre son los míos y son más que los tuyos.
Te olvidas
que comprar un arma es más barato y fácil que comprarse una corbata. Te llamé
para comunicarte el veredicto inapelable “Mr. Lennon” y cuando volteaste la
cabeza, sin que me temblara el pulso, apreté el gatillo, una, dos, tres,
cuatro, cinco, seis veces. -¡me han disparado, me han disparado! fue tu postrer
despedida-. Igual que Jesucristo Lennon necesitaba un Judas que lo elevara a
los cielos transformándolo en un mito.
John Lennon
murió a las 23:20 horas del día 8 de Diciembre de 1980 en brazos de Yoko Ono
cuando en un auto patrulla lo conducían a un hospital. Allí sentado en el andén
se quedó Mark David Chapman leyendo su novela favorita “El Guardián del
Centeno”. «si quieres ser alguien famoso mata »
Carlos de
Urabá
Investigador
de Colombia.
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