En Europa, EE.UU, Canadá, Australia, Japón, es decir, en ese primer mundo al que llaman civilizado
hay leyes muy severas que protegen a los animales. La sociedad protectora de
animales en muchos países tiene tal poder que incluso influye en las decisiones
políticas. Estamos hablando que muchas
veces los animales gozan de más derechos que los propios seres humanos. En Chicago,
por ejemplo, existe un refugio para gatos callejeros heridos o desahuciados de
nombre Tree House Humane Society Cats. Este “refugio humanitario” recibe jugosas
donaciones de ciudadanos altruistas muy
preocupados por el bienestar de los pobres gatitos. Sus fotos se exhiben en Internet y cualquiera
puede apadrinarlos si así lo desean. Se da el caso de gatos que ha recibido
cuantiosas sumas de dinero pues han salido beneficiados en las herencias de
algún multimillonario. Por no hablar de los perros que es una de las mascotas
favoritas de nuestro mundo civilizado. A éstos
la verdad es que se les trata muchas veces mejor que a los propios seres
humanos. “Para mi perro la mejor comida,
el mejor pienso, el número uno: el Acana Premium Adult de 46 euros
o el Taste of the Wild Pacific Stream Canine de 54 euros”. Es increíble pero
al perro de la casa se le trata como un
faraón; se le mima, se le consiente, se le
acaricia y besa. Además le hablan como si tuviera capacidad de raciocinio. Muchos
de sus amos comparten la cama con ellos y su mujer. A su mujer muchas veces la
deja a un lado. Hay restaurantes para
perros, hoteles para perros, peluquerías, hospitales y tiendas especializadas. “Porque por
mi perro me sacrificó al máximo para que tenga una vida digna y decorosa”. El
perro se ha humanizado, mientras el ser humano se ha animalizado o alimañizado.
Muchos dirán que estos argumentos son pura demagogia pero no hacemos más que
constatar la cruda realidad.
Así es que se mueve este mundo occidental burgués, decadente que tan sólo
se mira el ombligo. Y es que la
hipocresía es la principal virtud de esta sociedad de consumo. Ahora cuando
estalla una crisis humanitaria en Oriente Medio a causa de la guerra en Siria e
Irak y la presión migratoria de los refugiados es insoportable Europa levanta
muros y tiende alambradas en sus fronteras para atajar a esa chusma indeseables
“humanoides”. Porque no son más que
pobres y miserables que vienen a ensuciar el sacro imperio europeo, cuna
de la civilización y el progreso.
La guerra entre chiitas y sunitas ha provocado una de las crisis
humanitarias más espantosas de los últimos tiempos: miles y
miles de muertos, torturados, desaparecidos, huérfanos, viudas, la destrucción
de pueblos y ciudades o la devastación casi total de muchas regiones en donde sólo
reina el hambre y la miseria. Y encima millones de refugiados y desplazados
internos que intentan desesperadamente salvarse del apocalipsis. ¿qué pueden hacer entonces? ¿A dónde escapar?
sólo les queda huir rumbo al norte para llegar a la próspera Europa donde al
menos tendrán la oportunidad de sentirse seguros y rehacer sus vidas o lo que
es lo mismo resucitar.
Diariamente al coalición internacional liderada por EE.UU bombardea las
posiciones del EI en Siria e Irak y esto no hace más que agravar el drama ya de
por si insostenible. Eso significa más muerte y destrucción, más sangre
derramada, más odio y venganza. No hay ni siquiera un plan de paz o reconciliación, ni unas mínimas
negociaciones que permitan detener este holocausto. Europa, EEUU, Canadá, Japón, Australia, los países del primer mundo se
limitan a enviar la ayuda humanitaria, merthiolate y gasa para los heridos y
hermosas mortajas para los muertos. Rusia y China apoyan a la coalición chiíta
liderada por Irán junto a Hezbollah, los chiítas iraquíes y los alawitas sirios
que se enfrentan al bloque sunita que
recibe ayuda de EE.UU, Arabia Saudita, o los países del Golfo. El yihadismo
sunita del Estado Islámico o de al Qaeda no es nada más que una respuesta a la falta de reacción de occidente cuando la
rebelión popular fue aplastada a sangre
y fuego por las tropas de Bachar al Assad.
La muerte de una niño en una playa turca ha desatado una gigantesca ola de
indignación entre la opinión pública mundial.
La ciudadanía al contemplar tan dolorosa imagen se rasga las vestiduras
y ponen el grito en el cielo. Esta
imagen les ha removido la conciencia, hiere la sensibilidad y les desgarra el
alma. Sobre todo si se contempla a la
hora de la comida cuando sentados en la mesa de sus hogares asisten al
telediario y en la pantalla de la televisión de repente aparece el cadáver de
ese pequeño ahogado en una playa. Esto ya es demasiado. Muchos habrán sufrido un estado de shock hasta
tal punto de perder el apetito. “¡Pobre niño no se merecía un final tan atroz!”
“¡Dios mío por qué permites tantas desgracias!” Son algunas de las exclamaciones.
Pero este niño no es el primer muerto ni será el último. Él hace parte de la
espeluznante cifra de miles y miles de niños asesinados en la guerra de Siria, en Irak o en el Líbano, en Palestina o en Gaza,
por no nombrar otros países del mundo donde la vida de un niño vale menos que la
de un perro de pedigrí. Hay muchas fotos
y filmaciones que así lo atestiguan: niños despedazados por bombas, muertos a
cañonazos, otros tiroteados, torturados, violados, etc. etc. Pero ahora resulta que esta imagen tomada
en las playas donde en verano se tuestan al sol los turistas los ha conmovido
hasta la médula de los huesos.
Encima los
dirigentes europeos en su cinismo dicen que quieren ser solidarios, que aman a la
humanidad y que están dispuestos a abrir la puerta a los refugiados. (A una
suma especifica de refugiados, claro)
Inesperadamente las olas del mar han
arrojado el cuerpo del pequeño Aylan de apenas tres años en la orilla de la
playa. ¿Qué le habrá pasado? Su cuerpo permanece inmóvil, varado en la arena de una manera grotesca e
irreal. Parece más bien un muñeco. No puede ser cierto que sea un ser humano, pero
al acercarse un poco la policía comprueba que es un inocente niño de carne y
hueso. Ese es su delito.
Greenpeace o la WWF tienen la misión de defender y proteger la fauna marina; las ballenas, los delfines las
tortugas los pingüinos, las morsas, las focas. Muchas especies están en vías de extinción y
hay que velar por su supervivencia. Pero
en este caso ¿quién protege a los refugiados, a esa fauna humana de clandestinos que desafían los mares con el
único propósito de alcanzar la otra orilla? Esas víctimas
de una guerra injusta que buscan un rayito
de esperanza, que buscan la salvación en la próspera y “fraternal” Europa. Miles de ellos han perecido en el intento, otros
han desaparecido en el fondo del mar. Quizás
algún día sus cuerpos salgan a la superficie y convertidos en espectros o
fantasmas aparezcan en otras playas para
golpear nuevamente nuestras conciencias.
Por el momento todos son golpes en el pecho y declaraciones de buena
voluntad puesto que las circunstancias así lo exigen. Pero todavía ni siquiera se
ha convocado una manifestación para detener la escalada bélica en Siria ni
Irak. Por lo menos en la guerra de Vietnam o la del Golfo la sociedad occidental
se movilizó para protestar y exigir el final de la guerra. Pero resulta que los políticos tanto de izquierda como de
derecha ha caído en la falacia que esta es una guerra justa contra el
terrorismo islámico y que por muy doloroso que parezca es necesario matar y
destruir para detener a esos demonios
que ponen en peligro la paz mundial. La paz mundial significa que hay que mantener a toda costa la hegemonía
de occidente en una zona donde se encuentran las reservas de petróleo más
importantes del planeta.
Carlos de Urabá 2015
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