Ya comienza el españolismo a lanzar sus
insultos a diestro y siniestro. Están histéricos y no saben cómo imponer los
principios fundamentales del movimiento. Claro, sin las armas por delante son incapaces
de aterrorizar a los ciudadanos. Son conscientes que han perdido la batalla y
por eso se retuercen de rabia. El himno español, esa bufonesca marcha real
nostálgica del imperio hacia Dios, ha sido por enésima vez mancillada. Es
increíble que se tengan que adorar unos
símbolos y emblemas que no han contado con el consenso (democrático) de
la mayor parte de la población -especialmente en el País Vasco o Cataluña. Símbolos
oprobiosos que recuerdan la dictadura nazi-franquista que causó uno de los más
grandes genocidios jamás conocidos.
Es por ello que al sonar el himno nacional
en un estadio Vicente Calderón de Madrid, en la final de la Copa del rey de fútbol entre
el Barcelona y el Alavés, la reacción instintiva de los hinchas vascos y
catalanes no pudo ser otra que la de una monumental rechifla. Glorioso canto
antifascista que les salió del alma. La mayor estupidez es homenajear a un Rey en
un acto supremo de narcisismo maligno cuando lo cierto es que este trofeo
debería llamarse Copa de los Pueblos de España. Impunemente se bautizan hospitales,
aeropuertos, edificios oficiales, estadios o museos con los nombres de reyes,
príncipes o infantas en un absurdo culto
a la personalidad más propio de las pérfidas dictaduras. La voluntad popular se ha expresado
libremente con toda su crudeza. ¿Acaso
el Borbón Felipe VI ha sido elegido en las urnas? El soberano no es más que un
impostor heredero del criminal caudillo Francisco Franco.
El himno español merece con justicia una
sonora rechifla pues representa lo más bajo y zafio del régimen monárquico
feudal. Pero el capitán general de los ejércitos no tiene porque preocuparse
pues le cubren las espaldas las fuerzas armadas y los partidos nacionalistas
españoles PP-PSOE- Cs que no se cansan de rendirle pleitesía y colmarlo de alabanzas.
Carlos Iturgaiz, el eurodiputado del PP,
un patriota ímprobo, un ferviente españolista ha estallado en cólera. El
linchamiento masivo de la marcha real en la final de la “Copa del Rey” es un pecado
mortal imperdonable. Y por lo tanto mordiéndose la lengua y enceguecido de
ardor guerrero el representante del ala más ultraderechista del Partido Popular
ha descargado su furia en Twitter mentándole la madre al pueblo catalán y al
vasco.
Pero no nos puede extrañar el
comportamiento de un individuo perteneciente a una mafia corrupta y corruptora
del Partido Popular, a una mafia de políticos dedicados a tiempo completo al
desfalco y el latrocinio de las arcas públicas, a un partido cómplice e
inductor del terrorismo de estado, al partido que dio luz verde a la invasión de
Irak, su genocidio y destrucción. Iturgaiz se vende, se prostituye, se baja los
pantalones y se acuesta con la troika comunitaria, con la OTAN, con los banqueros,
con los empresarios, ministros o
embajadores. El carlista Iturgaiz,
heredero de aquellos golpistas del 1936, se siente herido en lo más profundo de
su ser. La puta patria de Iturgaiz ha sido humillada por los separatistas y
antisistema. ¡Santiago y cierra España!
Por favor, qué se puede esperar del
tachún, tachún infantil y circense que no inspira más que la mofa y la
pantomima. Por eso los españolistas impotentes se rasgan las vestiduras y
ladran, afilan las uñas y lanzan iracundos sus violentos zarpazos. ¡Por Dios,
la Patria y el Rey! que venga la Guardia Civil o los jueces de la Audiencia
Nacional a imponer el orden y la ley. ¿Es posible respetar esa bandera
rojigualda manchada de sangre, de horror y metralla? Una enseña mortuoria más
propia de los mataderos o los cosos taurinos que por decreto hay que elevar a
los altares.
Carlos de Urabá 2017
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire