Tras la guerra de los seis días en 1967 Israel
ocupó por completo Cisjordania الضفة الغربية [aḍ-Ḍaffah l-Ġarbiyyah] (Judea y Samaria para los hebreos) concluyendo así el criminal proceso de iniciado en la Nakba. A partir de entonces el río Jordán se convirtió
en el foso de un gran castillo medieval llamado Eretz Israel. El rio marca una
frontera (o zona de amortiguación) que se encuentra completamente militarizada
y protegida con muros, verjas, campos minados, rejas eléctricas y alambradas.
Según los planificadores y estrategas este es un sistema defensivo
indestructible ante cualquier agresión exterior. El reino de Jordania según lo estipulado
en los tratados de paz debe también velar por la seguridad y la tranquilidad de
Israel. Desde tiempos bíblicos por estos territorios transitaban las caravanas de
comerciantes y viajeros a lomos de camellos y caballos recorriendo las rutas milenarias
de Tierra Santa -origen de las tres religiones monoteístas. Hoy de vez en
cuando se observa alguna familia beduina que se desplaza con sus camellos,
caballos, burros y rebaños de cabras y ovejas por un espacio vital que se ha
visto reducido a la más mínima expresión. Lo cierto es que los pueblos nómadas se
extinguen a causa de los conflictos bélicos y al impacto de la modernidad que
los obliga a sedentarizarse en las grandes urbes. Solo nos queda el consuelo de los relatos
literarios o de las tradiciones orales en los que se narran la memoria de una época
mítica que jamás volverá.
En estas tierras yermas y de extrema aridez el rio
Jordán cumple el mismo papel que el Nilo, el Éufrates o el Tigris, es decir, es
un rio sagrado que engendra la vida. El agua dulce es un elemento fundamental
para entender la supervivencia en estas latitudes tan extremas y de alta
salinidad. Tengamos en cuenta que la temperatura en el verano puede alcanzar
hasta los 50 grados. Lamentablemente el
río Jordán en medio siglo ha perdido más
del 60% de su caudal ya que sus aguas son utilizadas tanto por Jordania como
Israel en el regadío de las explotaciones agrícolas y para satisfacer el
consumo doméstico de las poblaciones ribereñas. El Jordán sufre un alto grado
de contaminación a causa del uso indiscriminado de agroquímicos. El río Jordán نهر الأردن, nahr al-Urdunn cuando desemboca en el Mar Muerto apenas descarga
un hilillo de agua que representa tan solo el 2% del flujo original. El
equilibrio natural de este asombroso ecosistema se encuentra en peligro y si no
se toman las respectivas medidas correctivas pude secarse antes de terminar
este siglo.
El Mar Muerto soporta una brutal sobreexplotación por
parte de las industrias jordanas e israelíes que extraen minerales como el
potasio, magnesio, bromo, calcio o la sal para exportarla a diversos países del
mundo. Además el impacto del turismo de masas es un hecho devastador que no
hace más que acelerar su agonía. Israel por motivos de seguridad ha prohibido
la navegación en sus aguas con excepción de los barcos de su armada, los de
investigación científica y también el yate del rey Abdalah II de Jordania. A
partir de la caída de la noche nadie puede permanecer en las playas de la
orilla jordana con excepción de la zona de hoteles de lujo perfectamente
delimitada.
Uno de los motivos del estallido de la guerra de los
Seis Días fue el control de las fuentes hídricas. El Tzahal judío tras cruentos combates con el
ejército sirio capturó en 1967 los altos del Golán y el nacimiento del rio Jordán
-situado en las montañas del Antilíbano -monte Hermón. Los judíos sabían de
antemano que sin el agua no podían aspirar a un desarrollo agrícola, industrial
y tecnológico de primer orden. Su futuro como potencia predominante en Oriente Medio
quedaría en entredicho “El gran acueducto nacional de Israel” המוביל הארצי, "HaMovil
Ha'Artzi" (una descomunal obra
de ingeniería) permite trasvasar las aguas del lago Tiberíades hasta el sur del
país y así fertilizar el desierto del Néguev. Además de abastecer de agua a Tel
Aviv y a las poblaciones aledañas ya que los acuíferos son deficitarios. En Oriente Medio el agua tiene más valor que
el petróleo. Con la firma de los tratados de paz en 1994 entre Israel y
Jordania el gobierno de Tel Aviv para demostrar su benevolencia con su vecino y
cómplice- autorizó la transferencia de 50.000.000 de metros cúbicos de agua anuales
a Jordania para poner en marcha sus planes agrícolas en el valle del Jordán.
Para entrar en la Palestina ocupada es necesario
cumplir una serie de requisitos “legales” que imponen los aduaneros o “carceleros”
hebreos. Tras los acuerdos de Oslo de
1995 se habilitó el paso del puente Allemby para entrada y salida de palestinos
hacia Jordania (para viajar al exterior los palestinos no pueden utilizar el aeropuerto Ben Gurion
en Tel Aviv sino que lo tienen que hacer a través del Queen Alia en Amman) Por lo tanto Israel se reserva el derecho de
admisión a todo aquel que pretenda ingresar en la “tierra prometida”. Abstenerse
ciudadanos de países árabes al ser considerados indeseables y hostiles.
Solamente se permite el paso de ciertos países musulmanes “amigos” (Indonesia,
Malasia, la India) o de árabes con pasaportes extranjeros (EE.UU, UE, Canadá,
Australia, etc.) en su peregrinaje a la
mezquita de al-Aqsa en Jerusalén. Israel por razones de seguridad jamás va a
permitir que Palestina controle un puesto fronterizo. De la aduana jordana
hasta la terminal israelí del puente Allemby (que debería estar compartida con
palestinos pero que fue cancelada a raíz de la II Intifada) hay 3
kilómetros de distancia. Está completamente prohibido caminar en el área de la
franja de seguridad y por lo tanto todo el mundo debe tomar los autobuses
expresamente fletados por Israel y Jordania para este efecto. Del lado jordano
la concesión la detenta la compañía jordana Jett propiedad de la familia real.
Por este corto recorrido cobra 10 JD, más 3 JD por el equipaje. Menos mal que los palestinos
tienen tarifas especiales de tipo “humanitario”.
En el año 1946 el puente Allemby fue destruido en un atentado de la Palmaj durante “la noche de los puentes” o la operación Markolet con el objetivo de sabotear las vías de comunicación del mandato británico en Palestina. De esta forma las bandas terroristas hebreas pretendían demostrar que estaban preparadas para proclamar la independencia (Haatzmaut) del nuevo estado judío. Algo que se hizo realidad en 1948 cuando las tropas del imperio inglés se retiraron de Palestina dando inicio a la guerra árabe-israelí. Un enfrentamiento que terminó con la completa derrota de la coalición árabe y el desplazamiento de más de 800.000 palestinos en el trágico episodio de la Nakba. En 1949 con la firma del armisticio entre Jordania y el nuevo estado de Israel el reino Hachemita asumió el control de Cisjordania. Una ocupación que se prolongó hasta 1967 cuando en la guerra de los Seis Días o la Naksa los ejércitos árabes fueron derrotados otra vez por los israelíes. De este modo se selló la suerte del pueblo palestino con la total ocupación militar israelí de Cisjordania. (el sionismo la llama “reunificación”) Una ocupación que aparte de sembrar la destrucción y la muerte condenó a millones de sus pobladores a la diáspora o el exilio (repartidos por medio mundo o refugiados en Jordania, el Líbano y en Siria)
En la caótica retirada del día 8 de junio de 1967 los
soldados de la Legión Árabe tuvieron que volar el puente Allemby para cortar el
avance del ejército israelí. En Jerusalén la 27 brigada de infantería de la
Legión Árabe al mando de Ata Ali plantaron cara al ejército hebreo (Tzahal) del
general Mota Gur. Mientras en otras
ciudades de Cisjordania los soldados de la coalición árabe (Egipto, Jordania, Siria,
Líbano e Irak) apenas prestaron resistencia. Ante una derrota
tan demoledora 250.000 palestinos se vieron obligados a escapar en dirección a Jordania.
La caída de la ciudad santa de Jerusalén quedará como una de las más grandes
tragedias jamás conocidas en la historia del islam. La consigna que más repiten los sionistas en estas fechas en que
se conmemora los 50 años de la Naksa es: ¡Jamás podrán destruir a Israel. Somos
invencibles!
En la aduana del puente Allemby (que se llama así
en honor al general inglés Allemby que expulsó al imperio turco de Palestina) o
King Hussein (para los jordanos) ondean altivas las banderas hebreas (degel
Israel) como una señal inequívoca de su indiscutible soberanía. Algo que viola
completamente todas las resoluciones de las Naciones Unidas al respecto. En la
entrada del complejo varios pistoleros de civil con pantalones vaqueros,
camisetas de manga corta y gafas Ray Ban polarizadas montan la guardia. Con los
fusiles Galil en posición de disparo vigilan cuidadosamente el desembarque de
los viajeros. Ante el más mínimo
movimiento sospechoso son capaces de apretar el gatillo tal y como se demostró
con la muerte en el 2014 del juez palestino Raed Zaiter que fue acribillado a
sangre fría en un oscuro “incidente” Israel ha extremado las medidas de
seguridad para prevenir posibles atentados o infiltraciones ante la convulsa situación
de orden público que reina en Cisjordania. Por eso siempre hay alguien observándote desde el
lugar más inesperado -aparte de las incontables cámaras de seguridad colocadas
estratégicamente para controlar todos nuestros movimientos. A fines de la
década de los sesentas en esta zona eran muy comunes los ataques de comandos suicidas fedayines contra los asentamientos
y kibutz de los invasores sionistas.
Los perros sabuesos olfatean cada bolso, cada
maleta, cada paquete antes de ingresar en las cintas transportadoras para ser
revisados minuciosamente por los equipos de escaneado o de rayos X. En la
actualidad la terminal se ha remodelado para dotarla de mejores servicios ya
que anteriormente los palestinos en sus largas colas de espera tenían que soportar
altas temperaturas (estamos en el Mar Muerto que se encuentra a 430 metros bajo
el nivel del mar) ¿Si en las granjas judías
las vacas tienen aire acondicionado por
qué los palestinos van a ser menos? Israel demuestra así su inexcusable
compromiso con los derechos humanos. Debemos aclarar que en la terminal de
Allemby hay dos puertas de entrada; una exclusiva para palestinos y otra para turistas.
Los palestinos no residentes en Jerusalén o que no cuenten con permiso de
residencia deben ser remitidos obligatoriamente a la aduana Palestina de Arija-Jericó
que es donde se encuentra la terminal de trasportes. Allí los pasajeros
embarcan a los diferentes destinos de Cisjordania cuyo recorrido se limita a
vías secundarias y terciarias. Israel en
un gesto de buena voluntad hacia aquellos palestinos residentes en Jericó que
demuestren un compartimiento ejemplar les concede un puesto de trabajo en la terminal
aduanera. Ellos se encargan de tareas tales como estibadores, limpieza de las instalaciones
y de “guías” de sus hermanos palestinos. En una situación de paro y precariedad
laboral que se vive en los territorios ocupados para muchas familias esta es
una bendición del cielo.
Los aduaneros deben comprobar rigurosamente la
identidad de los viajeros, sobre todo, de
los palestinos (extranjeros e intrusos para los Israelíes) Los no musulmanes o turistas con pasaporte
europeo o americano o de otras nacionalidades del primer mundo tienen un trato
preferencial y los despachan con mayor premura. Los estrictos controles de
seguridad y los interrogatorios aleatorios son imprescindibles para detectar cualquier persona
non grata. En este aspecto hay muchos turistas occidentales que vienen
a solidarizarse con la causa palestina
y de ahí que las autoridades israelíes les exijan a los sospechosos que enseñen
sus agendas, abran sus correos electrónicos, páginas de Facebook o mensajes de Twitter (para
comprobar cuáles son sus tendencias políticas) Quien se niegue reclamando la
vulneración de los derechos humanos puede ser devuelto a territorio jordano. El
movimiento antisionista cuenta con muchos simpatizantes en occidente y es
necesario detectarlos in situ para prevenir cualquier “desagradable incidente”.
El proceso de sellado de pasaportes puede alargarse
por varias horas hasta que se compruebe que los sujetos son aptos
para pisar Tierra Santa.
En la ventanilla todos los pasajeros están
obligados a contestar el interrogatorio de turno. Se trata de que los sospechosos caigan en contradicciones
que los delaten ¿adónde va? ¿Por qué visita
Israel? ¿Tiene amigos palestinos? ¿Cuenta con
reserva de hotel y pasaje de salida de Israel? ¿Ha visitado países árabes?
¿Lleva correspondencia o regalos para alguien? La identidad de cada pasajero
debe ser verificada minuciosamente en los computadores conectados con el Mossad,
el Shin Bet, Interpol, Europol o la CIA. Cualquier nombre o apellido de origen
árabe puede suponer una mancha imperdonable. A los turistas se les advierte de
la prohibición de visitar los territorios ocupados (se les intenta convencer
que es un destino muy peligroso (hay terroristas) y donde no existe ningún atractivo turístico
relevante). Anteriormente se preguntaba si querían que se le estampará el sello
de entrada a Israel en el pasaporte a lo que muchos se negaban aduciendo que lo
invalidaba para viajar a países árabes.
Esta negativa podría ser tomada por el aduanero como una afrenta o
desconsideración hacia Israel lo que ocasionaría un castigo adicional en horas de
espera hasta definir su situación. A
partir del año 2014 el gobierno israelí entrega un visado en forma de tarjeta
que no deja huella en el pasaporte para complacer a los turistas en un gesto de
cortesía y amistad. Tras la finalización de los trámites aduaneros los viajeros
están autorizados para reclamar los equipajes que se arruman en una sala
habilitada para dicho efecto. Allí los porteadores palestinos les entregarán
sus pertenencias con la etiqueta de “checked baggage”. Si
hubiera alguna bomba o un artefacto explosivo quienes sufren las consecuencias
serán los propios palestinos.
Aprovechándose la tragedia del pueblo palestino se
ha montado un lucrativo negocio con el papeleo, el sellado de pasaportes, los
visados, los impuestos, los pasajes del autobús, el pago por cada maleta o paquete y el cambio de moneda a
la baja. Una manera también de desmoralizarlos como parte de la guerra
psicológica. Se supone que los acuerdos
de paz de Oslo iban a brindarle una
mayor autonomía al pueblo palestino, un mayor bienestar y al mismo tiempo una
salida al exterior que le permitiera en el futuro convertirse en un estado
soberano. Es indignante que Jordania
Israel y la Autoridad Nacional Palestina
se repartan equitativamente las ganancias de este vil latrocinio.
Muchos palestinos exiliados en Jordania-
poseedores de un pasaporte jordano- si
quieren visitar su patria deben primero pedir una visa
en la embajada de Israel en Amman. De antemano se les considera como turistas ¿Turistas palestinos en Palestina? Sí, a todos los efectos y con un máximo de
estancia de 60 días. Aunque los aduaneros tienen la potestad de autorizar menos
días según su capricho. En Cisjordania se vive bajo un régimen de ocupación
militar en el que prevalecen unas leyes especiales que deben acatar a rajatabla
los residentes palestinos (turistas o intrusos para los judíos).
Se cumplen 50 años de la Naksa que ha condenado a
los habitantes de Cisjordania a un permanente estado de sitio, 50 años
soportando checkpoints, garitas, verjas
electrificadas, 50 años de cacheos y controles indiscriminados por parte del
ejército de ocupación, 50 años confinados en un campo de concentración rodeado
por el muro del apartheid. Cada día que
pasa aumentan más los obstáculos, las barreras, los campos minados, las concertinas,
checkpoints, los cuarteles, y prisiones. Israel por medio de su ingeniería del
terror debe brindarle la máxima protección al pueblo elegido por Adonai.
Esta es una guerra interminable que empezó hace
casi 70 años en la Nakba y que se alarga indefinidamente. El tiempo es
implacable y en los cementerios quedan
sepultadas todas las ilusiones de aquellos que creyeron que un día podrían regresar
a su patria.
En la terminal reservada los palestinos (¿apartheid
aduanero?) el ambiente no puede ser más deprimente: colas larguísimas, y el
tedio y el sofoco que deben soportar desde madres gestantes, bebés, niños y viejos y hasta enfermos. Los capataces
palestinos cumpliendo las órdenes de sus amos judíos les gritan en árabe en voz
alta ¡más rápido! ¡No se detengan! Saquen sus pasaportes, descúbranse la
cabeza, descálcense, quítense los anillos, las joyas, pasen por el arco de detección de metales,
dejen todas sus pertenencias en la cinta del scanner. Escenas denigrantes como si tratara de arrear
ganado hacia al establo (aduana). Los palestinos
guardan fila disciplinados pues cualquier reclamo puede significarles un veto o
una negativa a su ingreso a su patria. Victimas del vil chantaje agachan la
cabeza y callan. Las paredes de la aduana israelí la adornan fotos alusivas a
la firma de la paz entre Jordania e Israel en 1994 en Wadi Araba. Por allí se
ve al rey Hussein de Jordania que sonriente le enciende un cigarrillo al primer
ministro Isaac Rabin en un noble gesto de camaradería y complicidad más propio
de capos mafiosos.
Por fin cuando ya se tiene el pasaporte en mano y
todas las maletas identificadas por un agente israelí se pude abandonar el “campo
de concentración” o aduana. Ahora es el momento de dirigirse a los andenes
donde están parqueados los taxis, los buses y microbuses con destino a Jericó o
a Jerusalén. Tras abordar uno de estos vehículos todavía es necesario pasar un
nuevo checkpoint de seguridad para comprobar que los pasaportes de los viajeros
estén en regla. Los “turistas” palestinos
guardan silencio, no se escucha ninguna palabra, ni comentarios. Y es que en
realidad no hay ningún motivo para la exteriorizar emociones o sentimientos de
alegría. ¿Tal vez temen que alguien los
escuche por medio de micrófonos ocultos? El delirio de persecución es algo que
los sobrecoge y aflige. Por fin se llega
hasta la ruta 90 donde se observan los paneles de orientación bilingües en el
que predomina en letras mayúsculas el Yerushaláyim יְרוּשָׁלַיִם en lengua hebrea (y en más pequeño en árabe
al-Quds القدس) Siguiendo la
dirección que marca la flecha encontramos un gran letrero que pone “Welcome to
Israel”. Tras unos cuantos kilómetros hay que desviarse para tomar la ruta 1 con dirección a Jerusalén. Esta
carretera es de uso exclusivo para judíos y palestinos con permiso de
residencia en Jerusalén. Unos 7 kilómetros antes de entrar en la ciudad santa
estamos obligados a pasar el checkpoint de Az Za Ayyem donde los soldados del Tzahal
deben identificar correctamente a los pasajeros. Solo los limpios y los puros
pueden ingresar en la ciudad construida por el rey David. Para hacer los 70
kilómetros que separan Amman de Jerusalén se tarda casi seis horas que sumadas
al estrés y las incomodidades parece que hubiéramos realizado un viaje transoceánico.
Carlos de Urabá 2017
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