Ante un momento tan trascendental en la
historia de España el rey Felipe VI, según los más contumaces analistas, debe
proponer un candidato alternativo o una figura de reconocido prestigio de la
sociedad civil para que se ocupe de la jefatura del estado. Esta es una medida
extrema pero legítima dado el indignante bloqueo que existe por parte de los
partidos políticos que impiden la elección del presidente de gobierno.
Los debates de investidura han sido una
sátira despreciable y deprimente. Esto es el colmo pues todo apunta que se va
camino de unas terceras elecciones. Ante tan cruda realidad con toda razón
muchos opinan que el rey debe tomar cartas en el asunto y formar un gobierno de
concertación en base a los poderes que le otorga la constitución. No existe
otra alternativa para salvar a España.
Ya no hay motivo para insistir en esos estériles debates de investidura ya que las posiciones
de los partidos en liza son inamovibles. Se hace imprescindible negociar pero
todo ha sido en vano pues nadie quiere ceder un palmo de terreno. A pesar de
que el PP -como la lista más votada- haya forjado una alianza con Ciudadanos no
ha conseguido convencer al PSOE para que al menos se abstenga. La votación en
una primera vuelta tuvo un resultado desfavorable.
Desde luego priman los intereses
partidistas sin preocuparse en lo más mínimo por el futuro del reino de España. Mariano Rajoy en la segunda votación tampoco
ha conseguido los 176 escaños suficientes para lograr la investidura. La suerte
está echada. El PSOE mantiene la negativa a su más enconado rival por el temor
a perder aún más la confianza de sus electores. Como principal partido de
oposición está en una situación débil y agónica. El líder del PSOE Pedro Sánchez nuevamente
pretende reeditar un acuerdo con Podemos y Ciudadanos que le permita encabezar
un gobierno de progreso. Una quimera a la que nadie ya da ningún crédito. Por
lo tanto las previsiones no pueden ser más pesimistas. El PSOE cuyos principios fundacionales lo
definían como un partido de los trabajadores y obreros ahora se ha trasformado
en una secta monárquica más próxima a la derecha neoliberal capitalista. Su
principal prioridad es la defensa de la dinastía borbónica y el salvaguardar la
unidad de España.
Es necesario firmar un pacto que garantice
la gobernabilidad porque el tiempo pasa y España no puede permitirse el lujo de
seguir en el limbo. El rey Felipe VI con inteligencia y sabiduría ha sabido
mantenerse al margen de la disputa pero ya es hora de plantarle cara al asunto
y demostrar su innegable talento. Su majestad ha intentado por todos los medios
que sus vasallos se pongan de acuerdo y elijan un presidente de gobierno que
garantice la estabilidad y la unidad del reino. Es tal la preocupación que la
Conferencia Episcopal ya ha anunciado que en todas sus diócesis se van a
concelebraran misas para que Dios mediante ilumine sus señorías y España salga
del atolladero. El Ibex 35 sigue presionando a los líderes de los partidos para
que pronto se produzca fumata blanca. Especialmente le exigen al PSOE que se
abstenga y permita gobernar al PP. Sería un acto sublime y patriótico como está
inscrito en el lema “Por Dios, España y el Rey”.
En todo caso los poderes fácticos, las
élites civil, religiosa y militar, los banqueros y el empresariado respaldan la
Casa Real sin dilaciones. Su majestad el
rey no puede dejarse llevar por los devaneos de unos políticos mediocres que se
han enzarzado en un duelo dialéctico que no conduce más que al abismo.
El rey cuenta con poderes especiales para
promover un candidato alternativo que ocupe la jefatura del estado. Quizás un
noble, un aristócrata, un sabio o un intelectual de prestigio, es decir, una
figura de consenso que guíe los destinos del reino de España en estos momentos
tan aciagos. Con una clase política totalmente desprestigiada por los múltiples
casos de corrupción y desfalco solo la monarquía es capaz de devolverle la
confianza y credibilidad a las instituciones. Son innumerables factores los que
exigen una respuesta rápida y contundente: el crecimiento económico, las
inversiones extranjeras, la salida de la
crisis y la creación de empleo estable. No es posible que Felipe VI asuma el papel de una figura decorativa que se
limita a firmar las leyes y decretos que aprueban sus señorías en las Cortes.
Ya está bien de mantenerse al margen dedicado a la ágapes, a los banquetes, las
paradas militares o la recepción de embajadores y jefes de estado. No basta con
lucir sus mejores galas en compañía de
su majestad la reina Letizia en esos actos protocolarios que lo condenan a ser
un mero bufón del cotilleo mediático promovido por las revistas del corazón y
reality shows televisivos.
Felipe VI tiene que implicarse
directamente en los asuntos más trascendentales de su reino. Para nadie es un
secreto que lo acechan descomunales
peligros: las oscuras fuerzas separatistas, las hordas antisistema, los
comunistas, la izquierda más pérfida y radical que astútamente se organizan
prestos a asestar la puñalada trapera.
Esos bolcheviques que pretende desmembrar España no descansarán hasta
verlo en la picota. El País Vasco y Cataluña con toda la arrogancia exigen
emanciparse en una claro desafío a la soberanía patria. Y encima las turbas
bolivarianas y chavistas del puño en alto que entonan “el pueblo unido jamás
será vencido” son las mismas que un día tomaron la Bastilla y su objetivo no es
otro que destronar a su majestad como lo hicieran con el rey Luis XVI en la época de la revolución francesa. Una
amenaza en toda regla que no se debe desestimar.
Los representantes de la anti Europa, de la anti España se preparan para el asalto final y cuentan con un apoyo nada
desdeñable de millones de votantes. Esos herejes y blasfemos de la kale borroka
y el anarquismo están decididos a demoler los cimientos de las instituciones
democráticas. Los muy impertinentes se atreven a sin ningún reparo a cuestionar
la legitimidad de la dinastía borbónica. El monarca no puede consentir
semejante afrenta a los principios fundamentales de su reino. El populismo es
sinónimo de caos y enfrentamiento
fratricida como ya sucediera en un capítulo doloroso y de ingrata recordación
en nuestra historia.
Según la Constitución Felipe VI es el jefe
de Estado, el Capitán general de los
ejércitos y tiene que asumir sus responsabilidades. Está en juego el respeto a la jerarquía, el pasado imperial y todas sus históricas
hazañas; y no solo eso, sino también su propia supervivencia. La plebe se ha envalentonado y de la manera
más zafia y ruin quiere mancillar los símbolos más sagrados del reino. Es por
ello que hay que reaccionar con contundencia antes de que sea demasiado tarde.
La realeza, los príncipes, las infantas,
los grandes de España, los duques, condes, los marqueses, la flor y nata de la
aristocracia heredera de las tradiciones más vernáculas se encuentran en estado
de alerta. Esa sangre azul bendecida por Dios, los reyes eméritos, la reina
doña Letizia, sus hijas las princesas y futura reina de España, todos en
guardia y preparados para ponerse al frente de la resistencia
contrarrevolucionaria. En defensa de nuestra identidad y los valores más
profundos del occidente cristiano.
La situación es muy tensa y delicada. El
reino de España se encuentra entre la espada y la pared por culpa de la
intransigencia de unos políticos ineptos. Los muy soberbios permanecen enrocados y el rey
Felipe VI debe dar un golpe en la mesa y meter en cintura a sus lacayos,
vasallos y plebeyos. Todos han demostrado la más absoluta desidia y desprecio
hacia la corona a sabiendas que sin la
tutela monárquica quedarán huérfanos y sumidos en la más desconsoladora
indefensión.
Pero gracias a su inquebrantable
popularidad el rey Felipe VI sabrá ganarse el corazón de los súbditos que
seguro comprenderán cualquier medida que
adopte por dura que parezca. ¡Ni Rajoy ni Pedro Sánchez! Es imprescindible el
regreso de un Cid Campeador, de Isabel la Católica, de un Gran Capitán Gonzalo
Fernández de Córdoba, de un duque de Suárez, sin obviar, por supuesto, las
excelsas figuras de los campeones de la democracia: Felipe González o José
María Aznar.
Carlos de Urabá 2016
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