Paradójicamente una gran cantidad de
latinos votaron por Donald Trump.
Es muy común entre las clases bajas, entre
los pobres de América Latina ponerles nombres extranjeros a sus hijos.-
Especialmente americanos o yanquis-.
Proliferan los Johnny, Landon, Kinsley, Scarlett, Matthew, Samantha,
Ryan, etc. Esta es una forma de que ese niño o niña suba en la escala social y
¡étnica! (si es indígena ya puede sentirse blanco) La gente cree que el nombre
marca mágicamente al niño o la niña por el resto de su vida. En una sociedad
tan racista (tanto en Latinoamérica como en EEUU) es una forma abrirse camino
hacia un futuro exitoso. Y es que de alguna manera hay que exorcizar el maldito
complejo de inferioridad. Por eso es necesario llevar un nombre que los revista
de nobleza y de prestigio: Bryan Pataquiva, John Siachoque, Elisabeth Condori, Stan Mamani, Daisy Quispe; entre los mestizos
Franklin Pérez, la Wendy Castro, o el
Spencer Cruz; en la comunidad negra Steven Congo, Madison Carabalí, Dylan
Perea, Jerry Mina, Lady Lucumí. Los nombre de los presidentes de EEUU son
también muy populares: Edward en honor a Kennedy; Richard en recuerdo de Nixon;
George por Bush o Bill por Clinton -Barak Hussein (Obama) es la excepción pues
nadie va a colocare a un niño el nombre de un negro -ni siquiera los negros que
lo que ansían es blanquearse. Y no sólo son los nombres sino que también se
cambian los apellidos como bien lo retrató el genial cineasta boliviano Jorge
Sanjinés en su película “la Nación Clandestina”. Cuando los indígenas llegan a la Paz
procedentes de las provincias no les queda más remedio que intentar disfrazarse
para pasar desapercibidos. Se visten de paño, se ponen unos lentes de sol y los
Mamani pasan a llamarse Maisman; y los Quispe se transforman en los Wisper,
etc.
Y es que a los siervos les encantan
rendirle homenajes a los amos blancos; es decir, a los ganadores, a los más
famosos, a sus ídolos (ya sea en la política, en el cine, el deporte, o la
televisión) Donald ahora se va a
convertir en un nombre de moda pues ha ganado la presidencia de los EEUU y eso lo reviste de un halo de
divinidad. Seguro que a miles de recién
nacidos en este preciso momento se les bautizará con el nombre de ese ogro
racista y xenófobo. Sobre todo, en
nuestra América Latina: en México, en Guatemala, en el Salvador, en Panamá, en
Chile, en Perú, en Paraguay, en Brasil, etc. -
¿Cómo se va a llamar la guagua?
–Donald, padrecito, a ver si nos saca de pobres, ¡carajo!
La propaganda que transmiten los medios de
comunicación llámese televisión, radio, periódicos, revistas, Internet o
teléfonos celulares ha cumplido al cien por ciento los objetivos del
imperialismo. Estamos indudablemente ante una guerra de IV Generación en la que
gracias a la tecnología (cibernética) nos están robando hasta el alma. Y ya ni
siquiera vale protestar o levantarse en armas porque el enemigo es
invisible.
En EEUU los latinos cuentan con una
organización llamada el Consejo Nacional de la Raza que es la que los protege y
asesora jurídicamente (derechos civiles, derechos humanos, racismo, la inmigración, el empleo, la salud
o la cultura. Obama durante sus dos
mandatos se ha preocupado por patrocinar la CNR con un amplio presupuesto
porque demográficamente son importantes y además son una buena cantera de votos
(para el Partido Demócrata) Todos
deberían de haber apoyado a Hillary Clinton pero algo falló pues no se
cumplieron las expectativas. Las estadísticas demoscópicas no mienten y así
sabemos que el escrutinio en los distritos con mayor población latina o
inmigrante en un buen porcentaje la balanza se inclinó del lado de Trump.
Es triste reconocerlo pero muchos
inmigrantes de origen latinoamericano votaron por Trump o se abstuvieron. Y no
solo es la élite, los pitucos, burgueses y aristócratas o más blanquiñosos que
a ojos cerrados lo respaldaban, sino el pueblo raso; los trabajadores y
obreros. -Y lo más desconsolador es que quizás esos votos le dieron el triunfo.
¡Trump te amo! –escribieron en unas pancartas algunas mujeres de origen
mejicano en California; otros fanáticos cubanos “Latinos for Trump” en Miami
lucían camisetas con un ¡viva Trump! (en español) Durante la campaña Trump
ofendía, escupía a la comunidad latina o hispana a la que calificaba de
“violadores y criminales”. Pero no importa son masoquistas, están acostumbrados
a que les den latigazos y sin ningún
reparo le entregaron el voto a su querido ogro racista. A pesar de que sus
rostros, sus facciones los delatan: morenos o de piel cobriza, aunque intenten
mimetizarse blanqueándose la piel con cremas milagrosas o pintándose el pelo de
rubio gritaban extasiados “¡the winner is Trump!” Son de origen indígena,
mulatos o zambos, negros, mestizos o
criollos que sueñan con ser algún día ¡anglo-arios-caucásicos! Si Michael
Jackson lo consiguió por qué ellos no. Muchos
son hijos de padres inmigrantes -tal vez, clandestinos o ilegales, espaldas
mojadas que cruzaron un día el río Bravo- poseen un pasaporte norteamericano ya
sea porque se han nacionalizado o por nacimiento. Ahora son los primeros en criticar
a esos inmigrantes pobres, a esos delincuentes, traficantes y drogadictos que
vienen a sembrar el caos en el corazón del mismísimo imperio. “A esos
indocumentados hay que perseguirlos policial y militarmente pues nos quitan los
puestos de trabajo” “ellos son los que
crean una mala imagen de la comunidad latina y por eso los gringos nos
odian”
Los llamados latinos son los más grandes
patriotas: hablan inglés, mascan chicle, empuñan orgullosos la bandera de
barras y estrellas y se colocan la mano derecha en el pecho cada vez que suena
el national anthem (himno americano). Y además son los primeros en enrolarse en
las filas del ejército norteamericano dispuestos a entregar su vida por el Tío
Sam.
¡Ya no hay sitio para más inmigrantes,
regrésense! “Hay que meterlos todos en
la cárcel o extraditarlos. No hay otra solución” ¡Que se levante el muro para detener la
invasión de esa chusma! Sus propios hermanos están dispuestos a construirlo (o
terminarlo porque ya está bastante avanzado) siguiendo las consignas de tío
Donald: “Los inmigrantes con papeles en regla pueden trabajar en la
construcción del muro entre EEUU y México”-
Es muy fácil convencerlos pues los
inmigrantes, los latinoamericanos -mal llamados hispanos- necesitan un líder,
un triunfador, un millonario que los conduzca por la senda de los killers (triunfadores)
y no de los “losers” (fracasados).
Aunque sean de origen indígenas, negros o
mestizos han jurado fidelidad a la bandera de las barras y estrellas, ya tienen
papeles y pasaporte americano y son más gringos que los propios gringos.
Se han trasformado en los más
fundamentalistas pues en sus casas solo hablan inglés, comen en el Mc Donalds,
hacen sus compras en Walmart y se han
afiliado a alguna secta evangélica. Confiesan que han sufrido mucho para
integrarse en la sociedad norteamericana -integrase es un decir porque siempre
serán extranjeros- Fueron humillados y pisoteados por su condición de nacos, de
cholos, de indios patisucios; racialmente inferiores -no anglos- indígenas,
latinos, hispanos, escoria o mano de obra barata. Pero pasaron los años y a la
fuerza se fueron integrando (integrándose en los guetos, claro) gracias a las
duras jornadas de trabajo (explotados y esclavizados) que los redimió. Las
remesas que envían a sus países de origen se cifran en 57.000 millones de
dólares (Sin éstas no existiría la paz social en América Latina) Y ahora que ya
gozan de cierta estabilidad y desahogo económico desprecian a sus hermanos, a
su propia raza que también ambicionan hacer realidad el sueño americano. Pero
no nos debe extrañar tal comportamiento cuando en sus países de origen votan
por Uribe o Santos en Colombia, Peña
Nieto en México, Jimmy Morales en Guatemala, Juan Orlando Hernández en
Honduras, Temer en Brasil o Macri en Argentina.
Con la victoria de Trump se confirma que
el voto oculto surtió el efecto deseado. Estamos hablando de un voto de
revancha o de rabia. Trump los convenció porque es un antisistema que va combatir
la corrupción y devolverle al blanco su orgullo perdido. El magnate prometió derrumbar los monopolios financieros,
mejorar el poder adquisitivo, subir los salarios y, especialmente, escarmentar al dúo mafioso integrado por
Hillary-Bill Clinton S.A.
Carlos de Urabá 2016
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