La jaula

La jaula
por la emancipación de los pueblos

dimanche 19 juin 2011

LA POCILGA

¿Acaso Francisco Pizarro no cuidaba una piara de cerdos en Extremadura antes de conquistar nuestra tierra y convertirse en Marqués? Porqué yo no puedo hacer lo mismo y triunfar acá en España. Si ese matarife salió de la nada y se levantó todo el oro y la plata del Perú yo también tengo derecho a la revancha. Por desgracia me ha tocado trabajar en una granja de marranos y no sé de donde voy a sacar el oro y la fama. Porque ustedes no saben el olor que le queda a uno impregnado en la ropa o en cuerpo. No hay jabón para quitárselo. Y los cerdos se revuelcan y comienzan todos a la vez ese concierto de gruñidos del demonio oink, oink, oink. Me pregunto, ¿quién va a trabajar doce horas diarias por cuatrocientos euros al mes en estas condiciones? Y es que se aprovechan y me explotan por ser un indio indocumentado. Esto es lo que pienso todos los días cuando bien temprano llegó a pie hasta la pocilga, mi pocilga.

Soy un siervo ecuatoriano más de los miles que se ha volado de su país después de la crisis económica y la debacle social provocada por tantos gobiernos ineptos. El presidente Jamil Mahuad heredero también del turro de Bucaram nos mandó al carajo. ¡qué chuta! el desarraigo es como una condena que hay que cumplir no se sabe bien porqué. ¿Qué hemos hecho para merecer tanto sufrimiento? Parece que los pobres tenemos que esperar una próxima reencarnación para que estemos menos jodidos.

Cuando desembarcamos en el aeropuerto de Madrid-Barajas y pisamos suelo español nos entró una tremenda alegría. Un nuevo amanecer alumbraba nuestras vidas, estábamos Europa, la cuna de la civilización. Yo iba bien vestido, como me dijeron los de la agencia de viajes, con un traje de paño, corbata negra y lentes de sol. Todo un caballero, menos mi rostro de indio, difícil de disimular. Al momento la policía española fichó a varios y puso a un lado a los más sospechosos. Nos llevaron a las dependencias de la Guardia Civil dizque para hacernos un interrogatorio de rutina. -¿por qué han venido a España? - ¿qué cosa se le ha perdido por aquí?- Unos decían que venían de turismo; otros que a visitar un familiar, otros a un congreso y yo me inventé la coartada de un encuentro religioso en el colegio de los padres salesianos. Porque yo estudié en los salesianos de Quito la primaria. Todo era una farsa, un teatro y nosotros y los policías lo sabíamos. Enseñé el dinero que me dieron los chulqueros para la bolsa de viaje y la carta de invitación de una persona que ni siquiera conocía. --Bueno, bueno, siga usted, y ya sabe que son tres meses de estadía en España. Cuidadito que lo tenemos reseñado.-- Y con cara de perro el inspector estampó el sello de entrada en mi pasaporte. Tuve suerte pues mis otros compañeros se quedaron retenidos. Luego supe que fueron deportados en el siguiente vuelo porque de cada avión hay que devolver a parte de la indiada para demostrar que las leyes están para cumplirlas.

Quito nunca ha perdido ese espíritu paternalista y retrogrado de la colonia. La capital está plagada de provincianos que emigraron del campo a principio de los años setentas en busca de oportunidades. Como campesinos no teníamos ningún futuro en ese mísero huasipungo, éramos unos piojosos que ordeñábamos vacas y recibíamos como premio el desprecio de los patrones. No quedaba otra que huir de esa hacienda en el lago San Pablo donde nos trataban peor que a las bestias. Entonces nos vinimos a Quito a engrosar las filas de los sin tierra. Y como muchos emigrantes fuimos a dar con nuestros huesos al barrio Toctiuco donde con plásticos y cartones construimos nuestro hogar. Comíamos hasta ratas que cazábamos en las aguas negras. Todo sea por superarnos, nos consolábamos como morlacos.

Año tras año más y más desespero, aunque nos las arreglábamos para salir adelante pues mi taita siempre tenía chamba de albañil en la construcción. Pero para darle de mercar a 7 hijos eso si era algo bien fregado. Mi mamacita trabajaba como sirvienta en la casa de unos señores de Guayaquil y yo laboraba de limpiabotas en la plaza de abastos pues había que ayudar a mantener la casa. Y claro tuve que dejar de estudiar porque de que vale saber leer y escribir si de eso no se come. Pero todo tiene un límite y uno se va rayando y hasta para nosotros los indios que lo aguantamos todo en silencio y comemos mierda la vida se nos puso bien cabrona.

El golpe definitivo se dio cuando en el año 1999 estalló la crisis bancaria y la dolarización que ordenó el presidente Jamil y que nos dejó sin empleo ni cachuelo. Yo manejaba un bus de transporte público propiedad de la familia y ya no tenía ni para la gasolina y para colmo los delincuentes nos pisaban los talones. Encima me atracaron varias veces con pistola y navaja y todo por unos míseros sucres de la recaudación. Para qué seguir arriesgando la vida. Nadie se imagina la tristeza del pueblo, la rabia y la falta de esperanza. --No hay otra, tenemos que irnos de acá, hay que salir de este callejón sin salida. Estamos ahuevados o ¿qué?, ñaño- La gente comenzó a meterse en las sectas a ver si encontraba alguna respuesta escuchando al predicador que con bonitas palabras juraba que del cielo llovería dinero, que Dios nos iba a ayudar si sembrábamos en la iglesia, si sembrábamos un buen billete, claro, a ver si se hacía el milagrito.

Por las tardes nos dedicábamos a chupar tocha de aguardiente en compañía de otros ñaños del barrio. El todo era rumiar nuestro descontento y quejarnos de nuestra mala fortuna por haber nacido desheredados. Poníamos en la grabadora una y otra vez los cassetes de valses, pasillos y boleros de Julio Jaramillo y Segundo Rosero, nuestros cantantes favoritos. "No puedo verte triste porque me matas/ mi carita de pena mi dulce amor/ me duele tanto el llanto que tu derramas /que se llena de angustia mi corazón…" ya calentitos destapábamos otra tocha de guaro para que no decaiga el reventón…"y porque en vida debes demostrar que vales la pena, hoy estamos tal vez no, mañana solo Dios lo sabe. No esperes morir para pedir perdón, las flores en vida llena el corazón, porque en el camposanto como a ti las olvidaran y las flores marchitas para siempre se extinguirán…" la música aliviaba nuestra desolación, pero, compadre, que tristes esas letras. Parecemos masoquistas y nuevamente ya entrada la madrugada nos agarraba la lloradera hasta caer chumados. Cuántas veces no vino mi hijo a llevarme a la casa porque estaba tirado en el piso como un trapo sucio.

Alguien nos pasó el dato de una agencia de viajes donde se tramitaban los papeles para viajar a España. --Lo más fácil, mi pana, para salir del país pues para irse a los EE.UU. está bien fregado, ¿no?-- A España no piden visa y esa es una ventaja "Hágase rico, viaje a España", rezaba la publicidad de la agencia Latin Travel ¡Chuta ! pero toca hipotecar la casa, vender el bus o lo que sea para el pasaje, la bolsa de viaje y la carta de invitación.¿Habrá trabajo por allá? Dicen que pagan bien y uno puede mandar al fin de mes la remesa para la familia ¡qué bacán! Y además a mis hijos, el Franklin y la Vanesa, apenas ahorre un poco de plata me los llevo también. Hay que escapar de esta estafa de vida o nos come el tigre. Pero los que hacen su agosto son los prestamistas. Y lo peor es que hay que pagarle a los chulqueros hasta el 200% de interés y sin fiadores o familiares que pongan la cara, no hay préstamos. Es una historia cruel pues esos usureros nos sangran sin compasión hasta dejarnos en pelota.

Recuerdo que en la Chopera del parque del Retiro nos reuníamos el fin de semana. ¡Qué tiempos aquellos! todos los compatriotas nos juntábamos a comer el chaulafán, la fritada, la bandeja, el encebollado, sancocho, empanadas o tamal con cervecita y a jugar los partidos de fútbol y volleyball tal y como si estuviéramos en Ecuador. Es la nostalgia, hermano. En la Chopera se extendía una interminable mancha de indiecitos o "chinches", como nos llaman despectivamente los gallegos, que vienen a divertirse en su día de asueto. Porque entre nosotros nos entendemos pues la sociedad española es muy áspera y la integración es imposible aunque tengamos el mismo idioma pues a puros machetazos hablamos el castellano. Y la cosa más fea: esa marca de fierro candente que llevamos en nuestra piel que nos señala como inmigrantes. Nuestro sentir ya está muy arraigado para perderlo así nomás. Nosotros siempre hemos sido extranjeros pues hasta en nuestra propia tierra nos sentimos forasteros. Ese parque era nuestro territorio libre donde nos juntábamos los trabajadores y obreros, los mensajeros, las muchachas del servicio, y hasta los delincuentes y prostitutas, o sea, allá todos los guachafos éramos felices por unas horas y nos reíamos a carcajada limpia desahogando nuestras penas y frustraciones. Parecía como si uno no hubiera salido de Quito pues los ambulantes hacían presencia con la comida típica y ponían a todo volumen la música salsa o los pasillos para amenizar el ambiente. Incluso algunas personas improvisaban peluquerías en los bancos, otros vendían helados y natillas y los más vivos escondían en los contenedores de basura, lo más importante, las cajas de cerveza que chupábamos como condenados. Toca así porque está prohibido vender en la calle. --A ver, hermanito, un par de chelas más. ¡salud! mi pana- y ya chumados algunos tambaleaban cual boxeadores a punto del nocaut y otros como es normal se iban del moco. Hasta que empezaba la bronca pues se desatan los fantasmas de la impotencia y el odio y es entonces cuando nos matamos entre nosotros mismos. Los españoles pasan de largo y nos miran como si fuéramos alimañas. Nos desprecian porque hemos tomado el parque más castizo de Madrid y eso les duele. ¡Qué mundial! la fiestota no decae aunque a corta distancia nos marcan las patrullas de los chapas o policía municipal que nos vienen a reprimir. La verdad es que al final el campo queda arrasado, lleno de mierda, basura y borrachos perdidos. Estamos fuera de la ley y eso despierta el racismo que por vergüenza ningún español quiere reconocer. Ahora ya no nos dejan ningún lugar para juntarnos, la ley nos está corriendo de los parques y las plazas pues dicen que hacemos mucho escándalo y nos acusan de borrachos y camorristas y como si fuera poco la delincuencia va en aumento y con razón los españoles nos aborrecen.

Cuando uno es un ilegal le toca colocarse en lo que sea, somos cucarachas de la gran ciudad y nos tenemos que conformar con vivir en los barrios populares donde miles de inmigrantes se las arreglan como pueden. Acá el individualismo es tremendo. Mientras que en Ecuador apenas si nos faltaba algo pues siempre nos ayudábamos entre las familias. Pero aquí el diablo se nos metido al cuerpo y existe una competencia atroz. Tan sólo pensamos en ganar euros y ahorrar para pagar las deudas. Imagínense que en un apartamento tenemos que vivir unas 15 personas en apenas cincuenta metros cuadrados. A mi me cobraban 200 euros por la cama. Dormíamos en camarotes de tres pisos y para ir al baño había que hacer cola y para cocinar, también. El pana que nos arrendaba era un lojano que hacía buen billete con nuestra desgracia. Nuestros propios paisanos nos explotan. Incluso el muy vampiro alquilaba una misma cama a dos personas que tenían que ponerse de acuerdo para utilizarla según el horario de trabajo. En otros edificios hasta arriendan los balcones y las escaleras y la gente se acomoda en el suelo con colchones e improvisa su campamento. Es la necesidad, pero como eso nadie lo ve ¡a la chucha!

Madrid es una ciudad que necesita mano de obra para la construcción y todos los grandes proyectos de futuro, aparte de la gran demanda de muchachas de servicio para las casas de los señores acomodados. Nos necesitan y aquí estamos a la orden. Nos hemos convertido ahora en sus vigilantes, camareros, en sus niñeras, en sus cuidadores, en amas de casa. Encima damos amor a los viejitos abandonados por sus familias.¡Qué más quieren! Pero es preferible ser un siervo en manos de los españoles que en la de los quiteños pretenciosos que nos tratan como mulas. Así es nuestra existencia y aguantamos porque hay que mandar las remesas de euros al fin de mes con las que nuestras familias sobreviven.


Uno sin hembra con quien changar no le queda otra que ser carne de prostíbulo y buscar allá las migajas del amor. Es nuestro sino. Uno se agobia y aparecen las angustias y deprimido le toca tomar pastillas para calmar los nervios y dormir. El domingo en el Retiro apareció un pana con un cartel que decía. "Empleo en provincias. Trabajo agrícola bien remunerado". Pues hay que entrarle porque en la capital la cosa ya está muy quemada y lavando platos en los restaurantes o limpiando oficinas no tengo ningún futuro. Me dieron la dirección de una bodega de vinos en Estella, Navarra. Es para un trabajo en una viña. Nunca he visto esas plantaciones pero yo tengo sangre de campesino y no me achico. El miércoles me largo para Estella y a la chucha Madrid.

El sábado como de costumbre me voy al locutorio a llamar a la familia. El locutorio siempre está abarrotado pues todo el mundo quiere comunicarse con sus parientes y amigos. Nos mata la nostalgia y nos pasamos horas pegados al teléfono escuchando la voz de nuestros seres queridos. Mi mamacita y mis hijos cuanta falta me hacen. Aunque nuestra patria no nos ha dado sino dolores de cabeza, la amamos.

Siempre que hablo por teléfono con mis hijos en Quito se me vienen las lágrimas ¿Qué estarán haciendo esos cojudos? Me separé de su madre porque me puso los cachos con otro y ni siquiera los atiende. Si no me los traigo pronto se me van a perder los guaguas. Sobre todo mi hija que ya es toda una señorita y no me gusta nada el que ande por ahí enfiestada con sus amiguitas porque de repente se le meten malas ideas en la cabeza y se me vuelve vagabunda. ¡pobre mi guambrita! Franklin vive pidiéndome jueguitos de computador y plata para sus pendejadas. De veras que me tiene loco porque yo estoy limpio y ya no me queda plata ni para pagarle los intereses a los chulqueros. ¿Qué será de ellos huérfanos sin padre ni madre y a cargo de mi hermano? Eso si me preocupa. Cuánto uno sufre por su familia aquí tan lejos sin poder hacer nada y sin ningún medio para ayudarlos.

No hay tregua y otra vez más a recomenzar mi vida en ese pueblo desconocido de Estella en Navarra que dicen está progresando mucho. De veras que se nota que hay trabajo porque hay cantidad de ecuatorianos, colombianos y "moros", como llaman a marroquíes que pululan por las calles. La primera noche me tuve que quedar a dormir en la sala de espera de la estación de autobuses tapado con una manta. Al otro día derechito me fui a Caritas a ver si de alguna manera me asistían. Son los curas y las monjas los encargados de proteger a los desheredados y echarles una mano. Otro ecuatoriano más en la lista de indigentes. Ellos te entregan comida y algo de ropa pues ahora comienza a hacer frío. Un ñaño me aconsejo ir a una bodega para alistarme en la vendimia. De inmediato me fui a buscar al encargado del personal tal y como me aconsejo el tipo ese que conocí en Madrid y que juró que me darían chamba. El sitio se llama Arinzano donde hay un viñedo gigantesco que maneja la empresa Chivite. El encargado me miró de los pies a la cabeza como quien examina a un bicho raro y con aire de superioridad me exigió los papeles. Yo le respondí que estaba por regularizarme y que pronto me iban a llegar. Pero hasta que no le presentara mis papeles de residencia no había caso. Así que a la calle. Es que siempre los inspectores del gobierno hacen sus controles en busca de los ilegales y nadie va a arriesgarse a pagar una multa millonaria por culpa de un clandestino.

Frustrado regresé al pueblo y me senté en la plaza a ver si veía a mis paisanos y conversaba un poco con ellos. Justo a las ocho de la tarde los inmigrantes se reúnen a un costado del kiosco de la música donde tienen su sala de estar y de tertulia. A los ecuatorianos les cuento mi problema y una raya más al tigre pues casi todos están en jaque. Alguien me pasa el dato de una cama que se alquila en un piso que regenta un manabita. Y otra vez el mismo cuento pues éste se enriquece a costa de nuestro drama. Son 150 euros mensuales compartiendo la habitación con otros tres compadres. Es que por acá arrendar cualquier piecita es bien difícil pues te piden nómina y fianzas y yo no tengo más que unas cuantas monedas en el bolsillo. No hay chance así que para adentro.

En Ecuador las cosas van de mal en peor, la gente no quiere sino volarse y ya no aguantar más esa tortura. Los pobres están condenados a huir y buscar en tierra extraña la redención. A miles de kilómetros van a entregar su juventud en una sociedad que les exprime hasta el alma. Y mientras nuestros pueblos y barrios se van desocupando y solo quedan por allí algunos viejos o las esposas con los niños esperando la remesas al fin de mes.

La otra tarde en la plaza de Estella un pana de la gallada me mostró un aviso en el que pedían un peón para una chamba en el pueblo de Belastegui. Es en una granja de marranos y bueno qué más da pues nadie quiere untarse con la mierda de esas bestias y es seguro que me quede con el camello. Al día siguiente me presenté en la granja y por suerte estaba por allí el dueño, el señor Goicoechea, el típico gordiflón español calvito de mofletes sonrosados y cara de cura que me recibió con un gesto de malas pulgas. Belastegui es un pueblo antiguo de grandes caseríos y como por acá no hay mucha gente necesitan mano de obra para los trabajos más repudiados. La granja tiene como doscientos marranos y ya desde lejos se siente un olor hediondo a huevos podridos que te revuelve las tripas. -El sueldo en esta granja es de 400 euros, me advirtió el jefe, y el horario es de lunes a sábado de las 7 de la mañana a las 7 de la tarde. Yo me encargaré de dar las órdenes. Tienes que estar siempre alerta porque a estos gorrinos hay que cuidarlos como si fueran mis hijos. No te pedimos papeles, pero debes cumplirnos con responsabilidad. O lo tomas o lo dejas. Dímelo rapidito porque por ahí hay otro que también lo quiere-. Y me dejó entre la espada y la pared. ----Está bien. El puesto es mío---. Aunque la paga sea una miseria no hay caso porque sino me quedo chiro.

De esta manera comencé mi internamiento en la pocilga. Va a ser bien duro el vivir metido entre ese mierdero aguantando ese olor del demonio. Pero todo sea por salir adelante, ¿no? Cada día cuando acababa el trabajo sin falta me iba a la plaza de los Fueros en busca de mis compatriotas pues necesitaba desahogarme. Y es curioso pero cada rincón de la misma está reservada de antemano; una para los viejos del pueblo; otra para los moros; otra la de los negros y otra para los sudacas, o sea, ecuatorianos, colombianos y demás ralea. Cada quien tiene su espacio y hay que respetarlo. Allí conversaba con mis panas y trataba de pasear mi soledad para no sentirme tan olvidado. Cuando caía la noche me iba derechito al apartamento a ver televisión hasta que me vencía el sueño. Siempre lo mismo día tras día, el mismo tedio sin ninguna sorpresa. Aunque la nostalgia nos persigue y soñamos con lo que pudo ser y las oportunidades que perdimos, pero ya es tarde. Tal vez no dimos la cara y cobardes no nos enfrentamos a las injusticias de nuestra tierra. Los políticos nos han vendido al mejor postor desterrándonos bien lejos para que no molestemos y encima nosotros enviando las remesas para que nuestra familia no pase hambre. Qué bonito pues así el estado ni se preocupa por invertir en gastos sociales.

El doce de octubre las monjitas del convento de Santo Domingo nos invitaron a misa. Se festejaba la fiesta nacional, para nosotros el día de la raza. Parece mentira pero aquí en Estella no se encuentra un solo joven en las iglesia. Todos los feligreses son veteranos que se preparan para el viaje al más allá y por eso son tan fieles al culto pues tienen la tapa del ataúd pegada al culo. Los nuevos devotos son los ecuatorianos y colombianos que han reclutado por una comida caliente que luego sirven en la casa parroquial. Los curas están de plácemes porque la iglesia se les llena de inmigrantes. Lo cierto es que nosotros también vinimos a encender la fe y las vocaciones. Las monjitas de la Caridad son como empresarias encargadas de tutelar a las mujeres que aún no encuentran trabajo y las ponen a hacer punto o ganchillo para que se entretengan y no estén ociosas. Ellas como tienen buenas relaciones con las familias adineradas del pueblo colocan a las guambritas y las mandan de internas en el servicio doméstico con sueldos de chiste. No les iba a salir gratis esas invitaciones a merendar a las engreídas.

Siempre que hay una fiesta religiosa ahí estamos presentes o de lo contrario el vacío sería abrumador. Los jóvenes del pueblo se la pasan bebiendo cerveza, fumando hachís y metiendo coca en sus reuniones sociales. Son unos forajidos sin ley ni orden. Todos van por ahí greñudos con las bocas y orejas traspasadas por piercings y con sus brazos tatuados para afirmar su rebeldía. No se dignan ni a saludarnos pues para ellos somos razas inferiores y representamos menos que un perro. Y hay que ver por acá como viven los perros; van impecables, bien peinaditos y con maniquiur y todo. La comida para perros es hasta sabrosa. La otra tarde la probé en la casa de un pana que no tenía nada para echarle a la olla. La verdad es que nos supo a gloria.

Y el lunes otra vez a la pocilga a escuchar el gruñido de los cerdos con su clásico oink oink oink que no cesa y me pone cardiaco. Se revuelcan, se quejan o tal vez me quieren decir algo. No sé. Como siempre a manguerazos debo limpiarlos y cepillarlos para que no se acumule la mierda y los orines porque pueden producir gases peligrosos. Necesitan más cuidados que una guagua pues si los agarra una peste sin remedio mueren como moscas. Con esmero hay que preparar los lechos de paja en el establo y lo más importante respetar su espacio ya que por ley está prohibido el hacinamiento. O sea, que viven más a gusto que nosotros en esa pieza del apartamento en el que no cabe ni un alfiler. Porque igual que existen derechos humanos hay derechos de los cerdos.

El sábado el señor Goicoechea me regaño porque me puse a acariciar un verraco mientras le daba de comer harina de areca. –déjale ,déjale, me cago en Dios, que pareces una maricona- Yo lo bauticé con el nombre de juanito y cuando lo llamo él viene y me lame con gentileza la mano. Se ha convertido en mi mejor pana. Pero el patrón me obligó amarrarle las cuatro patas a los postes del establo porque lo iba a castrar. juanito se dio cuenta de sus intenciones y armó tremenda bronca intentando escapar. Pero ya era tarde: el señor Goicoechea a palo seco y sin clemencia le cortó de una certera cuchillada los huevos. ¡qué drama tan cabrón! porque juanito era el mejor verraco de la granja y en la época de celo montaba las hembras como ninguno. ¡qué lamentable! un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando juanito berreaba de dolor mientras el patrón echaba su virilidad a los perros Y todo para engordarlo y subir su precio en el matadero.

El no poder changar eso si es algo bien fregado porque nosotros no estamos hechos de piedra y necesitamos desahogarnos sexualmente de alguna manera. El ser un inmigrante y peor ecuatoriano con cara de longo chimbo pone las cosas bien jodidas para relacionarse uno con mujeres. Todavía es más difícil en estos pueblos donde todo el mundo se conoce y todo está controlado. Además nuestras propias jermas nos ignoran y sólo quieren enamorarse de españoles blanquiñosos y platudos para así mejorar la raza. El único consuelo lo encontramos en el prostíbulo donde los repudiados reciben alguna pizca de cariño. Con la gallada salíamos los sábados por la noche al club "la casita de la pradera" en Zariquiegui donde muchas latinoamericanas se dedican a este oficio y ganan una buena plata a costa de nuestra arrechera. Las dominicanas, colombianas y brasileras son las estrellas preferidas por los chóferes y obreros nativos o los solterones empedernidos. Esta es la realidad y no hay por que avergonzarse pues los bajos instintos tenemos que calmarlos de alguna forma. Yo aparecía por la "casita de la pradera" sediento de pasión y me esperaba Ligia, mi caserita, una colombiana que consentía mis pretensiones amorosas. Con su cintura criolla me ponía a guarachar y entre trago y regalitos me desplumaba en media hora cuarenta euros de mi sueldo.

Parece mentira pero mis marranitos empezaron a cautivarme, ahora los consideraba mis amigos y todas las mañanas me esperaban con ansiedad. A uno no le queda otra sino compartir el cariño con las bestias y ese olor nauseabundo que en un principio me revolvía las tripas ya ni me importaba pues parecía perfume de rosas. Ellos comprendían que yo era su esclavo que les alimentaba y cuidaba. Incluso panchito me miraba con gratitud cuando le daba doble ración. En otra piara el jefe era Pluto y él jugueteaba y parecía reírse de mi cuando me acercaba a darle la soya y el maíz. Después de cebarlos con la comida el patrón me ordenó quitarle a Magola sus lechoncitos para sacrificarlos. Mientras ella amamantaba a sus crías creí ver en su mirada a la de mi viejita cuando le confesé que me largaba para España. Dudé en cumplir su orden pues me parecía algo muy cruel pero el patrón de una patada en el culo me reprochó tanto sentimentalismo. Para mi que estas bestias tienen alma. Pero o ponía los pies en la tierra o me retiraba del trabajo porque esto es un negocio y así funciona. Una de las debilidades de los españoles es la carne de cerdo y por eso la industria de los embutidos tiene el éxito asegurado pues el jamón, el chorizo o el salchichón son imprescindibles en la dieta diaria.

Ayer llamé a mi hijo por teléfono y él me contó que estaba desesperado por venirse a España y que por favor le mandara su pasaje pues ya era hora que se viniera conmigo, que la Vanesa se arrebató y apenas si estudia y que la cosa está muy fregada. Que mande más plata para comparar el celular que le prometí en su cumpleaños. Qué jodida es la existencia y yo con este sueldo de mierda que no alcanza ni para comprar cigarros. Siempre ahorrando y apenas hay días en que como una sopita de arroz con un tecito. Los cerdos están mejor alimentados que yo y ni que decir la atención que reciben por parte del veterinario. A las ocho de la tarde sin falta cumplía la cita acostumbrada en la plaza donde nos contábamos nuestras historias y chismes y chupábamos alguna que otra cervecita fría para subir los ánimos. Uno contempla el mundo que lo rodea y todo es irreal. Yo creo que no valemos nada, somos seres invisibles que no nos merecemos ni el desprecio. Los cerdos al menos se te acercan y con un gesto cariñoso te dicen ¡hola!

El despertador no perdona, suena a las cinco de la mañana en punto y no me da tiempo ni a desayunar pues para ir hasta la granja tengo que caminar casi cinco kilómetros y al señor Goicoechea no le gustan los retrasos. En la carretera pasan los autos veloces y aunque muchas veces hago dedo nunca nadie en estos ocho meses se ha dignado a levantarme. Seguro que si fuera un perro abandonado me recogían. Pero ese es mi destino y no hay nada que hacer. Amargado sólo pensaba en llegar a la granja para reunirme con mis marranitos ¡cómo los echo de menos! El Pluto se ha autoproclamado el nuevo padrote después de la tragedia de juanito y se la pasa enamorando a las hembras. ¿se estará comiendo a Betty? ¡Qué buena vida! yo si les tengo mucha envidia. Cuando me acerco a la pocilga los cerdos me reconocen y comienzan en coro a darme la bienvenida, oink, oink, oink Que alegría les entra pues saben que es la hora del desayuno. Sin duda esta pocilga es mi hogar, carajo, aquí estoy feliz y me siento querido por una gran familia. El señor Goicoechea aparecía de vez en cuando a revisar el trabajo y siempre me regañaba por alguna falta y mal humorado me tiraba de las orejas y yo humillado agachaba la cabeza. Cuando por fin se marchaba los marranitos recriminaban mi sumisión con un sonoro oink, oink, oink

Hoy comienzan las fiestas de la virgen del Puy y las calles se ven adornadas con faroles y banderitas. Por fin se respiraba algo de alegría en este valle de lágrimas. La procesión de la virgen es muy parecida a las de Ecuador pero con menos fervor porque por acá la gente es fría y reservada. La encabeza como siempre las autoridades; la alcaldesa, el cura y el comandante de la Guardia Civil, que son los que presiden el festejo. Mientras detrás los gigantes y cabezudos y la banda de música marchan junto a las comparsas invitando al pueblo a sumarse a la celebración. Además se celebran los famosos encierros donde la gente arriesga la vida corriendo delante de los toros. Es impresionante. Pero lo más importante es beber vino y cerveza hasta acabar las existencias. A los inmigrantes se nos pusieron los dientes largos al contemplar tanta algarabía. Aunque nos sentíamos fuera de lugar pues nadie nos había invitado. Es lo de menos y a chupar se dijo, carajo, y como es viernes a la tercera cerveza ya me sentía prendido y empecé a bailar conmigo mismo un sanjuanito en plena plaza de los Fueros. De repente ¡milagro! es extraño pero una muchacha me miraba fijamente, una huambra blanquita, linda como la virgen de la procesión. Es imposible, pues las muchachas del pueblo jamás se metían con la chusma. Me di vuelta a ver si era a otro al que saludaba, pero no, no, la cosa era conmigo. Realmente no sé si el licor me había jugado una mala pasada. Y ella permanecía quieta cerca de los gigantes y cabezudos aguardando una respuesta. Es la ocasión que he esperado durante tanto tiempo. ¡chuta! se acabó la sequía, compadre. Y de inmediato le hice un gesto con la mano para que se viniera conmigo y la hembra se acercó confiada. ¡Esto es increíble!, alguien me ponía atención. Para colmo era bien linda con el pelo rubio y ojos verdes y todo. Me embalé hacia ella pero al saberme observado con discreción me confundí entre la muchedumbre y la llamé para que me siguiera hasta el río Arga. Ella sin dudarlo se vino detrás de mí y nos escondimos en medio de una arboleda. Arrebatado le eché un piropo: ¡estas preciosa mamacita linda! Pero ella apenas si sonreía sosteniendo una muñeca entre sus brazos. La hembra hablaba muy raro, con frases infantiles. -¿Eres un negro de África?- me preguntó -y yo le respondí en broma que sí. -Eso es, eres Baltazar, de los reyes magos.- -Pues sí, sí Baltazar el de los regalos.- Qué más me daba si era Baltasar o Melchor y aprovechando la oscuridad comencé a acariciarle sus pechos y ella suspirando cerró los ojos. Me entró tremenda calentura y le planté un beso en el hocico. Fue buenísimo.- Vámonos para el piso madrecita.- Y ella me obedeció sin rechistar. A lo lejos seguía el bullicio de las orquestas que a todo volumen amenizaban la verbena. Me dijo que se llamaba Pili y que su mamá y su papá la querían mucho y que yo debía cuidarla como si fuera su hermanito. -Claro que sí yo soy tu hermanito y vamos a jugar bien rico, mamacita-

Nos fuimos al apartamento y por suerte no había nadie pues todos los panas estaban en la pachanga. De hachazo le quité su camisa y el brasier para entrarle a los pechos. Y qué pechos pues parecían melones maduros a punto de reventar y los chupé sediento de placer hasta que de un impulsó incontrolado bajé la mano y comencé a acariciarle su concha palpitante. Excitado enloquecí de gusto al probar el néctar prohibido. Un indio patipelao changándose a una hembra de Estella. ¡Lo nunca visto! Pili se dejaba llevar por mi frenesí y gritaba enloquecida. Hasta que se consumó el acto entre gemidos de venganza y de placer.

Como de costumbre en la madrugada sonó el despertador y sobresaltado me caí de la cama. Mal herido por el chuchaqui no daba pie con bola. Pero al recordar mi aventura amorosa me sentí orgulloso y una amplia sonrisa se dibujó en mi cara cuando me fui a peinar en el espejo. Hace años que no me levantaba tan alegre y optimista. Después de desahogar todas mis frustraciones ya era otra persona. Pili me robó el corazón, me imaginaba otra vez besándola y acariciándola y eso me excitaba sexualmente. La verga se me puso tiesa y por eso casi no podía caminar rumbo a la pocilga. Los chanchos me recibieron con un atronador saludo como si ya conocieran la buena nueva y compartieran mi victoria oink, oink, oink. La Doris movía la cola emocionada felicitándome. Así que les grité: anoche me comí una hembrita del pueblo. Y todos los cerdos gruñeron oink, oink, oink aprobando mi travesura. Tomé el equipo de sonido y coloqué un poco de música salsa para celebrar el acontecimiento y mientras les daba de comer tarareaba la letra de "devórame otra vez" Bartola con sus ciento cincuenta kilos bailaba y seguía el ritmo acompasada ¡lo máximo! En esas apareció el señor Goicoechea junto a los veterinarios y se hizo un silencio sepulcral. Como enviados del demonio venían a escoger a los marranos que iban a sacrificar en el matadero. Parece mentira pero Igor se le mandó de frente al médico cuando este lo iba a examinar y lo tiró al suelo. ¡Increíble!. Ya sabía que estaba condenado a muerte y trato de morir matando pero de un fierrazo el patrón lo puso en su lugar.

Esa tarde al salir del trabajo me fui deprisa a la plaza a ver si encontraba por allí a Pili, mi dulce cuculí. Firme me pasé horas de plantón a ver si llegaba pero nada, nada de nada. Pili se había esfumado. Bueno, es una lástima pues ya tenía pensado convidarla al apartamento para una vez más changármela, ¿qué habrá sucedido? Entonces me subí al barrio de San Benito a visitar a mi compadre Albeiro, un pana colombiano que ocupaba un edificio abandonado para contarle toda esta historia pues el siempre me daba buenos consejos. -Hermano, me ligué una hembrita española. Y a qué no sabes lo qué pasó..-- no , no que paso, hermano—Pues que me la changue, me acosté con una hembrita de la lata sociedad. - No te puedo creer, la clavaste, guevón--. --Cómo no pues tenía que dejar bien alto el pabellón patrio, ñaño-- Le conté que se llamaba pili y que estaba buenísima con un culo y tetas preciosos. Pero no sé dónde vive, ni cual es su familia. O tal vez sea de un pueblo cercano porque jamás la he visto por acá. De nuevo nos bajamos a la plaza con la esperanza de encontrarla. Y nos sentamos en una terraza y pedimos unas cervecitas. De repente pilar apareció corriendo y se me echó encima abrazándome. Azorado me sonrojé de vergüenza. Detrás de ella venía un hombre mayor que entre insultos me zarandeo -hijo de puta suelta a mi hija.- como un ogro echaba fuego por los ojos. --Apártese, carajo, que se ha creído,- lo reté, -ella ya está mayorcita y ya sabe lo que hace, pues-. –Cabrón si te acostaste con mi hija te va a salir muy caro, indio de mierda. Ahora mismo nos vamos al hospital para que el médico la revise y ponemos una denuncia en la comisaría de policía. Te vas a podrir en la cárcel porque te has metido con una enferma mental-. -Cómo que una enferma mental, mírela nomás si ella está bien sana.- Y Pili gritaba mi nombre mientras su padre se la llevaba arrastrada por los pelos.

¡Chuta! ya le he cagado pues si es cierto que la chiquilla está enferma me jodí. Pero es imposible porque parece una mujer normal. Ya presentía que este sueño rosa terminaría mal. Claro, ninguna criatura en su sano juicio se iba a fijar en mí. Seguro Pilar debe tener algo porque desde un principio la noté muy inocente y aniñada. Ahora me van a acusar ante la ley y como ilegal estoy más que perdido. Si me denuncian me meten en cana porque cómo le van a creerle a un pobre diablo.

Tal fue la impresión que me puse a temblar del susto. Pero a lo hecho pecho y para olvidar el incidente pedimos una jarra más de cerveza. Hasta bien entrada la madrugada estuve tomando y conversando con Albeiro. ¡Qué pesadilla! una raya más al tigre y no se como voy a salir de esta. Bien chumado me retiré al apartamento a descansar pues me esperaba un día con mucho trajín. El despertador timbró con precisión y sus campanadas se marcaron como un coscorrón en mi cabeza. Y a correr para la granja pues el señor Goicoechea es muy cumplidor y desde temprano tiene listo el pienso para darle de comer a los cerdos. Ellos con su habitual oink oink oink me saludaron alegres para premiar mi puntualidad. Lo de Pili no se me quitaba de la mente Cómo puede ser si ella se veía tan hermosa y simpática y ese viejo que me ofendió, ¿será realmente su padre? si lo es desde luego que no va a dejar las cosas así porque yo le metí huevo a su hija y a lo mejor era virgen y todo. Menos mal que en la pocilga tengo una familia que me comprende y apoya en estos momentos tan aciagos..

Este es un día de luto en la granja porque a la mayoría de los chanchos se los llevan mañana al matadero para convertirlos en jamones y morcillas. Uno le toma cariño a los marranitos y parece que esa condena también recayera sobre uno mismo. Cualquiera que tenga buen corazón debe afectarle y encima estaba doblemente compungido después de lo que pasó con Pili. Desesperado caí de rodillas y le pedí a Dios una nueva oportunidad.

A las siete de la tarde salí como siempre de la pocilga y cabizbajo me fui camino de Estella. Achantado marchaba sin ánimos y hablaba conmigo mismo en voz alta. -Los guachafos nunca tenemos suerte, venir a este país extraño para caer en la ruina.- A la entrada del pueblo me aguardaba impaciente mi compadre Albeiro que me dijo que la policía me estaba buscando. -Te acusan de violar a esa chica que dicen es retrasada mental. Parece que la tal Pili, aunque se vea mayor, sólo representa unos cuatro años de edad, mi hermano.- Ahora si me van a meter en cana, ya estoy en la olla. Se me cayó el alma al suelo y me eché las manos a la cabeza.—Pana, yo soy inocente la hembra se me insinuó. Por diosito que soy inocente. Pero es mi palabra contra la de ellos porque deben tener el informe médico donde se ve que ha sido forzada y es que la pasión de ese día fue muy cabrona. ¿Qué hacer ahora? ¿para dónde tiro? ¿me entrego? No. no, ¡que va! sería la muerte cuántos años me van a caer y encima como ilegal.

La tarde se puso gris y fría, para no desentonar con mi tragedia. Y salí corriendo como alma en pena de vuelta a Belasategui para asilarme en la pocilga en un intento por burlar a la ley. Jadeaba y echando espuma por la boca corría en pos del único sitio donde me sentía seguro y podría esconderme. Cuando llegué se desató una violenta tormenta y la oscuridad lo envolvió todo. Ladraban los perros y empapado entré a la granja por una puerta falsa que yo sólo conocía. Los cerdos sintieron mi olor y se emocionaron complacidos. Ellos sabían que era extraño el que yo estuviera a esas horas por allí y nerviosos se preguntaban entre ellos cual era el motivo de mi visita. Destrozado me tiré en el establo de juanito revolcándome junto a él, untado de lodo y mierda abracé al verraco castrado por el señor Goicoechea. Los dos sollozamos nuestra tragedia. Ahora ya era uno más de los chanchos de esta pocilga, un chancho ecuatoriano maloliente, una víctima más del desamor y la incomprensión. Listo a ser sacrificado en cuatro patas y al unísono con mi ejército de marranitos lancé un oink, oink, oink lleno de rabia. A lo lejos la sirena de un carro de policía aullaba como un lobo hambriento que venía a devorarme.

Carlos de Urabá.
Bogota 2006.





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