La jaula

La jaula
por la emancipación de los pueblos

jeudi 30 janvier 2014

Pena Capital II. Poema a Bogotá.



 
En la fría  madrugada bogotana
 
una joven chibcha

limpia las letrinas del capitolio

donde los padres de la patria

administran la corrupción y la pobreza
 
¡libertad y orden! ¡malparidos!

Suena el despertador y millones de autómatas

comienzan la carrera desesperados

por llegar ls primeros

y dignificarse en el trabajo.

 

El asfalto cubre los prados y campiñas,

los árboles petrificados adornan el caos

y una gigantesca cruz de hormigón

marca el signo de los tiempos.

¡Qué felicidad !

las  antenas parabólicas abren sus pétalos

y un tufo a gasoil perfuma el ambiente.

Por rutina hago preguntas y más preguntas

el  canto  ronco de los motores brama de rabia

y sólo deja un eco ensordecedor como respuesta.

¿en qué puedo inspirarme para ser romántico?

 

La ciudad opresora

por un lado los parias en sus

guetos malolientes;

más allá los intocables,

y los señores feudales

se atrinchera en mansiones

de  muros altísimos

con alambradas eléctricas

y letreros que rezan

¡Alto!

perro bravo.

Los  guardias pertrechados en las garitas

ladran al menor movimiento

sospechoso.

Una sirena alerta del peligro

y los ciudadanos se encierran con doble llave en sus panteones,

se colocan en posición fetal, encienden

los televisores y regresan al seno materno.

 

La  urbe devora las almas,

engorda  con toda la chatarra,

las aguas negras, el hollín, 

la erosión o las nubes de azufre;

la urbe con sus afilados rascacielos

mastica, traga,

se nutre del dolor y el sufrimiento ajeno.

Los desterrados con sus pezuñas

excavan sus madrigueras

y en cada esquina

manadas de cartoneros y gallinazos

desgarran las bolsas de basura

en disputa de la carroña.

¡Una limosna, por amor a Dios!

Cómo olvidar esos rostros desencajados

los millones de   tugurios,

los millones de vendedores ambulantes

y las millones de lágrimas

que desatan el aguacero.

En las calles y avenidas

resucitan los ríos muertos

que se desbordan enfurecidos

clamando venganza.

La capital, entonces, naufraga

se va a pique a  las seis de la tarde

justo cuando el tráfico enloquecedor

es más intenso y hormonal.
 

Dios, perdóname,

soy un blasfemo

no debo ponerme en contra de tu voluntad.

Como todo buen peregrino

no quiero echar raíces,

ni poseer un gramo de tierra

ni acumular riquezas,

ni cavar mi propia tumba.

 

El pecado original nos condena.

Sodoma y Gomorra han perecido,

incluso escuché las trompetas que

anunciaban la caída de Jericó

¡oh jubilo inmortal!

las sienes del libertador ceñidas

con una corona de laurel confirma la victoria.

Mientras los poetas palaciegos

recitan loas épicas en honor a los conquistadores

el Dios blanco bendice el templo de la lujuria

donde las prostitutas son las nuevas vírgenes

y el alcohol el maná bendito que anima la fiesta.
 
Carlos de Urabá

 

 

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire